La integración de las minorías étnicas
Por Pilar Arnaiz Sánchez
En este artículo la autora parte de la tésis de que la escuela se ha convertido en un espacio privilegiado para potenciar la tolerancia, la convivencia entre los pueblos e inculcar el valor positivo de la diversidad. Analiza además la formación del profesorado y reivindica la necesidad de estudios que ayudarán a reestructurar y modificar la formación de los futuros profesores con el fin de satisfacer las necesidades de los alumnos culturalmente diversos con los que se encontrarán cuando comiencen a enseñar.
Curso: «Formación específica en Compensación Educativa e Intercultural para agentes educativos». Murcia 4 de febrero, 2002. Facultad de Educación. Universidad de Murcia
INTRODUCCIÓN
Europa se ha convertido en una sociedad pluricultural, de manera que en los diferentes estados miembros de la Comunidad Económica Europea residen personas de diferentes grupos culturales, lenguas y religiones debido, fundamentalmente, a los fenómenos migratorios. Ante este hecho, la sociedad europea debe arbitrar los mecanismos necesarios para convertir estas diferencias en una fuente de enriquecimiento y no de discriminación. Por ello, debe luchar contra las desigualdades y las causas que las provocan, es decir, los fenómenos de exclusión social que tanto afectan a los inmigrantes. En este sentido, la escuela se convierte en un espacio privilegiado para potenciar la tolerancia, la convivencia entre los pueblos e inculcar el valor positivo de la diversidad. De ello se desprende el reto planteado a la escuela de finales del siglo XX y XXI: dar respuesta a la diversidad presente en un mismo espacio educativo.
En este sentido, la educación intercultural constituye la respuesta a las necesidades y problemas de las sociedades multiculturales, ya que su fin prioritario es el fomento del respeto por la diversidad, la convivencia entre los ciudadanos del Estado y, sobre todo, la superación del etnocentrismo, formando personas abiertas y críticas que puedan participar de esa riqueza, que es y proporciona la diversidad cultural (Arnaiz y de Haro, 1997), lo que supone la modificación e introducción de nuevos planteamientos.
A este respecto, Banks (1993) define la educación intercultural como una idea, un movimiento de reforma educativa y un proceso cuyo principal objetivo es cambiar la estructura de las instituciones educativas. Una de las definiciones más inclusivas ha sido la de Nieto (1992, 1998), al definir esta educación como un proceso de reforma escolar comprehensiva, dirigida a todos los estudiantes. Desde esta perspectiva, se rechaza el racismo y cualquier tipo de discriminación y se defiende el pluralismo que los estudiantes, sus comunidades y profesores representan. Su filosofía subyacente es la pedagogía crítica y se centra en el conocimiento, la reflexión y la acción (praxis) como base para el cambio social. Por tanto, la educación intercultural va más allá de los principios democráticos de la justicia social, no limitándose a integrar o añadir contenidos en algunas áreas curriculares o a programar actividades para días especiales. Por el contrario, todo el currículum debe estar impregnado y abierto a la diversidad. De igual forma, los planteamientos interculturales no van dirigidos exclusivamente a los alumnos inmigrantes y extranjeros, sino a todo el alumnado. Besalú (1998, 7) expresa: «si bien la inmigración ha sido la ocasión histórico-social que ha generado el interés por la interculturalidad, la problemática intercultural no pueda quedar reducida a la cuestión de la inmigración y a la inserción de los hijos en la escuela. Limitar la interculturalidad a estos términos no es sino una expresión de resistencia a las dimensiones más profundas de este concepto».
Así pues, la creciente diversidad de alumnos en nuestro sistema educativo es un importante tema de debate y preocupación. Entre las diferencia se encuentran la lengua, la cultura, la religión, el género, la discapacidad, el estado socioeconómico, el marco geográfico y otras como diferentes intereses, estilos de aprendizaje, etc. Frente a esta realidad, encontramos a menudo que la diversidad es entendida como un problema más que como una maravillosa oportunidad de aprender sobre la variedad de vida de otras personas y también sobre lo que significa ser humano. En nuestra opinión, ser incluido, valorado y respetado por quien uno es en un mundo diverso y plural por naturaleza. De esta manera, una educación democrática e intercultural constituye la respuesta a las necesidades y problemas de esta sociedad, ya que su fin prioritario es el fomento del respeto por la diversidad, la convivencia entre los ciudadanos del estado y, sobre todo, la superación del etnocentrismo, formando personas abiertas y críticas que puedan participar de esa riqueza, que es y proporciona la diversidad cultural.