Migración, formación docente y diversidad cultural
Por J. Edgar Hernández, Martha Elena Vera y Jaime A. Quiroa. Universidad Pedagógica Nacional. Chiapas
EL FENÓMENO MIGRATORIO COMO PROBLEMA PEDAGÓGICO-SOCIAL
El incremento cuantitativo del flujo migratorio hacia las ciudades y la conversión del mismo en un problema duradero ante el hecho de que la mayoría de los migrantes se queden permanentemente en los lugares de llegada, ha despertado en la conciencia de ciudadanos e instituciones y generado en la convivencia cotidiana de estas poblaciones, acostumbradas a una sociedad fundamentada en la uniformidad, el gran problema de la diversidad, porque todo migrante porta consigo un legado histórico y cultural con el que interactúa e influye en su nuevo contexto. Aunado a este fenómeno está el de la expansión de los medios masivos de comunicación que acortan distancias entre los pueblos, difundiendo pautas culturales hegemónicas -aquéllas de la clase en el poder que las hacen ver a la sociedad como propias-, las que lejos de resolver, sí agudizan el complejo y profundo problema de las diferencias.
Aislarse y defenderse de esta contaminación y del constante conflicto que entraña el instalarse en la diversidad o, por el contrario, respetar, aceptar y convivir con la misma, implicándose en el proceso y tarea de construir una sociedad en el respeto e integración de la diversidad como proyecto de sociedad futura, es la polémica que pretende debatir la presente ponencia. Las migraciones como fenómeno histórico permanente, tanto por su fuerza cuantitativa como por su complejidad cualitativa, cuestionan el modelo tradicional de sociedad y fuerzan la consideración, a nivel de reflexión, gestión y acción, de los grupos culturales y étnicos considerados minoritarios y no tanto por su cantidad, sino por su exención de lo hegemónico, en la organización de estas sociedades y en el concepto, construcción y constitución de nuestra sociedad futura.
Visto de esta manera, nuestras sociedades son culturalmente diversas, si consideramos que su creación, constitución, recreación y afirmación de lo propio, es decir, de sus manifestaciones vivenciales, creacionales y simbólicas que las diferencia unas de otras, son a través de procesos inherentes propiciados por interacciones entre individuos o grupos; en tiempos y espacios también interaccionados.
Las migraciones en los países subdesarrollados, entre ellos México, no constituyen ya simplemente un fenómeno cuantitativo y transitorio que se incrementa progresivamente, sino que adquiere dimensiones cualitativas permanentes, debido a los problemas sociales, políticos, económicos; y desde nuestra acción e interés como educadores, antropológicos porque redundan directamente en lo educativo; todos inherentes no sólo a la primera generación, sino extensibles a las siguientes generaciones en las que el problema adquiere aspectos diferenciales[1].
Este complejo proceso se desarrolla a través de múltiples componentes, ricos y diferenciados de cada grupo que inmigra en otro; algunos transmitidos muy consciente y racionalmente, sobre todo a través de la escuela, para llegar a propósitos identificados por el propio grupo como importantes y necesarios para convivir en él; y otros, que se van reconstruyendo en la convivencia, en la interacción cotidiana -cara a cara[2]-, sin que el grupo los identifique conscientemente y que se dan, irremediablemente, para mejorar o enriquecer, o no, al grupo y su dinámica de permanente reconstitución.
De cualquier manera, la apropiación de la cultura del grupo, de su identidad y de las formas de interacturar con ella, en ella y a través de ella con otros grupos, son procesos educativos porque se aprenden y enseñan; y viceversa, los procesos educativos son medios para enseñar y recrear toda cultura. Todo esto ha originado un movimiento pedagógico dirigido a responder no sólo al reto que significa la realidad de una sociedad multicultural y étnicamente plural, sino también a implicarse en el proyecto de sociedad futura, ya emergente, que significa esta realidad plural y compleja, caracterizada por el intercambio y la movilidad de las personas y de los sistemas de valores y modelos culturales y sociales, así como por la convivencia en un mismo lugar de idéntica pluralidad cultural y étnica. Nos referimos no sólo a movilidad espacial, sino aun en un mismo grupo, ya que al ser éste diverso culturalmente, para poder comunicarse e interactuar entre sus diferentes subsistemas sociales económicos, culturales… en que querámoslo o no está estructurado, requiere uno de «moverse» epistemológica, lingüística y aún empáticamente. Y es que la manera de relacionarse con algo o con alguien no es un hecho aislado en un tiempo y en un espacio, sino que se determina «dentro de un sistema y un conjunto de subsistemas (y éstos) varían de sociedad en sociedad» [3], y son pues, culturales.
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