Educación en valores, educación intercultural y formación para la convivencia pacífica
Por J. M. Touriñán López. Universidad de Santiago de Compostela
1. INTRODUCCIÓN
Democratización y ciudadanía marcan condiciones específicas para la comprensión de la convivencia. Hoy hablamos del conflicto como forma integrante de la convivencia y hablamos también de convivencia pacífica.
En este artículo se defiende que la educación en valores es objetivo de la formación para la convivencia pacífica, atendiendo a tres propuestas fundamentantes:
– El sentido de la educación en valores en las sociedades abiertas.
– La posibilidad de la educación en valores.
– La comunicación intercultural como ejercicio de elección de valores.
Nuestro postulado final es que la educación intercultural prepara para la convivencia pacífica, porque aquella nos lleva al reconocimiento del otro, y tiene sentido axiológico, porque la comunicación intercultural es un ejercicio de elección de valores; y dado que los valores son cognoscibles, son enseñables y son realizables, la educación en valores y la educación intercultural se convierten en objetivos de la formación para la convivencia pacífica.
2. EL SENTIDO DE LA EDUCACIÓN EN VALORES EN LAS SOCIEDADES ABIERTAS
En las sociedades abiertas occidentales, la ciudadanía y la convivencia se han convertido en ejes fundamentales de la educación, porque representan de manera genuina los ámbitos externo e interno de la educación de la responsabilidad con sentido democrático (Popper, 1981; Romay, 2002; Escámez, 2003).
El sesgo propio de la mundialización, la civilización científico-técnica y la sociedad de la información, junto con el sentido democrático de las sociedades abiertas que se manifiesta en la participación, la autonomía y el reconocimiento y respeto al otro, configuran el nuevo marco de pensamiento que justifica el sentido de la educación en valores en nuestro mundo (Touriñán, 2003 y 2004; SEP, 2004).
Familia, escuela y sociedad civil se encuentran en una nueva encrucijada de responsabilidad social compartida respecto de la educación que nos obliga a reformular el sentido de la educación en valores. Los derechos de tercera generación, la identidad localizada y la transnacionalidad, propia del mundo globalizado, exige de las instituciones una responsablilidad social corpoprativa para afrontar los retos de la educación desde la familia, la escuela y la sociedad civil de manera compartida (Varios, 2004a; SITE, 2004).
Se trata de entender que se ha modificado de tal manera el marco del desarrollo humano que el reto es hacer frente a la responsabilidad compartida individual y corporativamente, sin renunciar a las competencias de cada una de las instituciones implicadas. Ni los padres son los profesionales de la educación, ni la escuela tiene que suplantar o substituir la función de la familia. Sociedad civil, familia y escuela afrontan el reto de la formación para la convivencia no sólo como una cuestión de hecho, sino como un compromiso de voluntades hacia lo que es valioso en la educación: el desarrollo personal y la convivencia pacífica en la sociedad abierta y pluralista.
Hoy estamos en condiciones de afirmar que la condición de ciudadanía y la convivencia pacífica permiten a los humanos hacer valer su humanidad, porque una sociedad civil es deseable, si sus miembros promueven y gestionan valores y propician líneas de cooperación entre las personas (Varios 2003; Vázquez, 2001; Escámez y otros, 1998; Cortina y otros, 1996; Ortega, Minguez y Saurá, 2003; Naval y otros, 2002; Ibáñez-Martín, 2004; Pérez Serrano y Pérez de Guzmán, 2004).