La convivencia
Por Rafael Fuentes
Se construyen los puentes para que exista continuidad y vadear obstáculos que no es posible suprimir o para salvar unos desniveles excesivos, a modo de pasaderos con armazones corpulentos que garantizan el tránsito en el camino. Igual que enormes estructuras de hierro u hormigón armado, existen personas y considerables culturas y filosofías que se emplean e implican en el laberinto de lo humano; amables viaductos y acueductos sociales que alumbran la vereda y el trayecto y la manera de hacer ciudadanía.
Esa travesía hacia la ciudadanía -que no es más que un maduro y lógico retroceso a nuestra propia naturaleza y a su principio- es preciso hacerla armado del hermoso y sugerente verbo que es cohabitar y que su sola expresión invita a conjugar; además es socorrido vocablo del acto de cualquier índole y en distintos tiempos. Vivir con el otro, convivir en su concepto más simple e inmediato, lejos del asignado al maridaje o a la coexistencia política.
Convivir, el acto de la relación, supone correspondencia, con la familia, con el vecino, con el barrio, con la sociedad,… corresponsabilidad que no puede entenderse sin participar. La participación ciudadana -empleada hasta la saciedad, por partidos e instituciones, en el término jamás en la práctica- más allá de recurso dialéctico de la retórica en la oratoria y la teoría, es el transporte colectivo idóneo para hacer el itinerario, el viaje hasta el final del trayecto, llegar a la ciudadanía plena.
La multiculturalidad
Lanzarote cuenta con una población de derecho de 127.218 residentes y un promedio de 49.044 turistas que hacen un total de 176.262 habitantes, a 1 de enero de 2005, aparte de un indeterminado número de personas en situación irregular que no cuentan para las estadísticas. La población residente, de culturas y procedencias distintas, está conformada por naturales de más de setenta naciones diferentes. La multiculturalidad es evidencia y su reconocimiento y adopción, con normalidad y sin estridencias, a modo de seña de identidad es justo y necesario; también lo es gestionar la diversidad.
Toda esta presencia ajena para unos y enriquecedora para otros, de no aplicarse y no se hace políticas adecuadas y encaminadas a una integración efectiva, supone un caldo de cultivo para la aparición de manifiestas desigualdades y la formación de guetos. La reciente Encuesta de Temas Insulares arroja un dato significativo y preocupante: un 66% de los encuestados cree a los inmigrantes culpables de la delincuencia y la marginación; por otro lado los índices delictivos en la isla durante el 2005 mostraron una tendencia a la baja en torno al 4%; la lectura detenida de ambos apuntes aviva la polémica, asoma con vocación de engordar una inseguridad artificial e interpretada en contraposición con la realidad: frente a un crecimiento demográfico importante hay una disminución elocuente en la comisión de delitos.
Otra advertencia se extrae de una reflexión sobre los extremos de esa población total insular de 127.218 almas, casi un 66% de los residentes -83.832 para ser más exactos- son ciudadanos de segunda; de manera jerarquizada y en desigual grado tienen amputados derechos y libertades de participación y representación política.
Obviar el contexto, la situación y las circunstancias descritas, hacer dejación de la responsabilidad, es abonar campos dónde retoñan y florecen -no precisan de simiente- la exclusión, la marginación, la xenofobia, el racismo, la violencia,… Impasibles hablamos del tiempo y miramos hacia otro lado esperando, como si del efecto 2000 se tratara, que llegue la globalización que hace años los flujos migratorios trajeron hasta aquí. En Francia, sin ir más lejos, almacenaron gasolina durante décadas creando guetos, luego… lo de los incendios que calificaron de actos de vandalismo y pillaje; para mí una reacción social previsible ante el olvido, el fracaso de las libertades y de las no políticas de integración. Otoño de 2005 hoy más que nunca, ayer mayo de 1968, es el octubre francés.
La mediación intercultural
Partiendo de la nueva realidad que ha supuesto el fenómeno migratorio -procede usar parte de la descripción general que da el proyecto del Taller de Empleo de Mediadores Interculturales en Materia de Inmigración- se hace necesario un nuevo enfoque social de carácter intercultural. En la sociedad que se está constituyendo, dónde cohabitan culturas diversas, hay que obrar para conseguir una convivencia armónica y pacífica en un marco de interculturalidad en el que nos podamos sentir identificados.
Este entorno de multiculturalidad impone la acción de la mediación intercultural y la urgencia de crear perfiles profesionales especializados que hagan de enlace entre personas autóctonas y personas inmigrantes. Dedicados a mejorar el acceso a los recursos, servir de puente entre quienes demandan los servicios, ciudadanos procedentes de distintos países, y los que gestionan y prestan los mismos; apoyar a los profesionales que desconocen las claves culturales para abordar los casos; reconstruir los procesos migratorios como fundamento para facilitar la integración plena en la sociedad de acogida. Trabajando de manera cooperativa y multidisciplinar con los profesionales de lo social y a través de diferentes ámbitos: educativo, asociativo, sanitario, sociolaboral, comunitario,… deben establecer bases para la convivencia intercultural.
El proyecto que habla de necesidad esencial, acaba de finalizar los talleres de empleo de los municipios de Arrecife y San Bartolomé. Empeñando el alma y el tiempo y otros valores, para hacer de su trabajo que es filosofía profesión, se licenciaron del estudio los alumnos. Ya muchos de ellos, la mayoría, militan en las filas del desempleo. Tampoco extraña a nadie igual pasa con los educadores sociales, trabajadores sociales, integradores sociales, socioanimadores,… Así nos va.
El modelo intercultural
No es posible gestionar la diversidad y acometer la integración cultural sin construir un escenario de horizontalidad dónde establecer relaciones de igualdad que caminen hacia un patrón de convivencia consensuada. Reconociendo y aceptando el pluralismo cultural como una realidad social, contribuyendo a la formación de una sociedad de igualdad de derechos y oportunidades y rica en relaciones.
La experiencia de los países de nuestro entorno -con un amplio bagaje en la implantación y ejecución de determinados programas, proyectos y políticas- aconseja el amparo y acogimiento del modelo intercultural. Otros modelos como el pluricultural o el multicultural han cosechado rotundos fracasos.
El modelo intercultural reclama la comprensión de la diversidad cultural de la sociedad actual; el aumento de la capacidad de comunicación entre personas de diversas culturas; la creación de aptitudes favorables a la diversidad de culturas; la implantación y desarrollo de la interacción social entre personas y grupos culturalmente distintos.
Numerosos colectivos y ciudadanos realizan actividades, se marcan objetivos y ejercen su identidad -unas veces física, otras jurídica, todas multicultural- tendiendo puentes hacia la convivencia en el marco de la mediación natural, la espontánea, la que siempre existió.
Belén, Gabi, Yoanatha, Óscar Levy, Paula, Erguibi, Erena, Abdel, Abián, y muchos otros, dinamizando el espacio social construyen avenidas horizontales de convivencia y participación, peregrinan hacia una ciudadanía preñada de culturas.
Desde ese mismo marco y en Ciudad inventada surge un espíritu en marcha imposible de frenar: …Moviéndose…
Fuente: Diario de Lanzarote