La cultura entre el conflicto y el diálogo
Juan A. Roche Cárcel y Manuel Oliver Narbona
En febrero del 2003 se celebró en Alicante, bajo nuestra dirección y organizado por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert de la Diputación Provincial de Alicante, un Encuentro de Antropólogos y Sociólogos bajo el lema Las Relaciones entre la cultura y la sociedad a principios del nuevo milenio. Contaba, además, con la colaboración de los Departamentos de Sociología I y II de la Universidad de Alicante y de Antropología de la Universidad Miguel Hernández y con el patrocinio de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Este encuentro perseguía dos objetivos básicos: detenerse en las relaciones existentes entre la sociedad y la cultura y mantener un diálogo entre dos disciplinas hermanas como son la Antropología y la Sociología.
En la historia de la Sociología, también en parte en la de la Antropología, las vinculaciones existentes entre la cultura y la sociedad han sido abordadas o bien desde una irreductible oposición o bien desde la más absoluta confusión. De manera que, preguntándonos acerca de la sociedad, hemos terminado por confundirla con la cultura o hemos considerado que es algo diametralmente contrapuesto a ella. Este encuentro pretendía sugerir que la sociedad y la cultura son dos conceptos diferentes, pero que se encuentran compleja y profundamente interrelacionados, y buscaba igualmente delimitar los respectivos territorios y fronteras, así como establecer algunos de sus puntos de contacto y, todo ello, desde la mirada de dos disciplinas que, siendo hermanas, al menos en España no han realizado foros de discusión conjuntos ni esporádica ni permanentemente. Si en nuestros orígenes estábamos distanciados teórica y metodológicamente, en la actualidad no parece que ni la teoría ni el método de antropólogos y sociólogos se encuentre tan separado. Más bien confluyen felizmente por lo que se hace necesario un abierto espíritu de diálogo.
Estos dos objetivos básicos que conformaban el encuentro escondían también, en el fondo, una pequeña reivindicación: queríamos desvelar también qué papel le cabe a la cultura en el análisis de la realidad social y a la sociedad en el análisis de la realidad cultural, pues de estos roles depende la función que la Sociología y la Antropología le conceden a la cultura como una clave más o menos importante para la comprensión de nuestra sociedad. Esta pequeña reivindicación está, por tanto, vinculada con la necesidad de que, especialmente la Sociología, incorpore la cultura como una clave importante en sus estudios.
La Antropología ha tenido en cuenta a lo largo de su historia el valor fundamental de la cultura para la comprensión de la sociedad, pues se ha desarrollado partiendo de dos grandes ramas, la Antropología física y la Antropología Social o Cultural, lo que da una idea muy precisa de su objetivo primordial, es decir, que es una ciencia que estudia al Hombre como especie y que entiende que éste es un ser físico y social o cultural. En efecto, aunque la Antropología duda de si el Hombre es un ser social y cultural, tiene clara la importancia que reviste para él la cultura. Por el contrario, para la Sociología no ha sido tan trascendental, primero porque no está estructurada en una o dos ramas que, de partida, la definan básicamente y que nos expliquen el papel que la cultura asume en ella. Además, esta disciplina posee una historia que está profundamente marcada por la tensión y división entre lo que Marshall Sahlins llama la razón práctica y la razón cultural o entre la ciencia positiva y la ciencia humanística. Es decir, que ha dudado si era una ciencia cuantitativa o interpretativa. Y éste ha sido el principal problema que la ha azotado desde sus orígenes. En el libro de Wolf Lepenies, Las Tres culturas, la Sociología entre la Literatura y la Ciencia, se describe cómo los primeros sociólogos, los más positivistas -por ejemplo, Comte o Stuart Mill-, ya tenían presente esta tensión, pues se planteaban si debían escribir bien o si solamente debían incorporar datos. En esa disyuntiva, ha habido una clara vencedora -la razón práctica- y una perdedora -la razón cultural- que, aunque vencida, no ha sido totalmente humillada.