Comunicación y desarrollo desde la diversidad humana
Por Leila Cortez
Toda vez que el lenguaje (verbal y no verbal) es atributo exclusivo de la especie humana e instrumento que permite a los humanos y a las humanas relacionarnos, es inevitable acudir a la ontología del lenguaje -Rafael Echeverría, autor de la ontología del lenguaje, sostiene que la realidad es a partir del lenguaje y que éste es como una danza en la que unas veces escuchamos y otras hablamos, ambos son acciones activas siempre y cuando nos hacemos cargo de nuestro interlocutor; de este modo nos abrimos a él como un ser diferente con su propia historia y su propia visión del mundo-. Apelo a esta ontología del lenguaje porque constituye el fundamento sólido del rol de la comunicación estratégica para el cambio social global, y con él, para el cambio en el enfoque y acciones dirigidas al desarrollo; en particular, de las regiones desfavorecidas que no acaban de despegar en metas de reducción de la pobreza, gobernabilidad y democracia, índice de desarrollo humano, entre otros porque se ha privilegiado, desde las políticas mundiales, el mercado antes que la cultura, antes que lo individual y lo colectivo como una interacción dialéctica que permite rescatar al humano, en su condición de ciudadanos. “El gran fracaso del modelo clásico fue pronto reconocido en todo el mundo, incluyendo los Estados Unidos de Norteamérica, y no sólo por economistas y planificadores del desarrollo, sino también por algunos de los propios proponentes del antiguo paradigma, como el comunicólogo Everett Rogers. Ahora se reconocía ampliamente el hecho de que si no se realizaban importantes cambios estructurales que aseguraran equidad dentro de las naciones y entre las naciones se habría probado imposible un desarrollo democrático y generalizado” (Beltrán, 1993, 6).
En Latinoamérica, como en países de otros continentes en vías de desarrollo, los tomadores de decisión de la comunidad internacional -léase incluida la propia América Latina- están en deuda respecto al desarrollo; así como la comunicación está en deuda con el desarrollo. Y es que la comunicación, como muchos autores lo afirman, ha sido marginada de los planes, programas, proyectos y políticas de desarrollo o ha sido entendida y demandada desde una mirada reduccionista y desperdiciadora como una mera acción de difusión, de diseminación de información y en esa misma línea se le ha asignado recursos para su funcionamiento. Esto ha desembocado no sólo en resultados accesorios, sino en desencanto y desvalorización de la comunicación en su carácter estratégico. Cuando más, a la comunicación para el desarrollo se la ha tomado a partir de la teoría clásica de la comunicación lineal -EMISOR-MENSAJE-RECEPTOR- con sofisticaciones como el marketing social, eficaz como herramienta aleccionadora de nuevas prácticas o para la transferencia tecnológica para encaminar a las comunidades “atrasadas” hacia la modernidad siendo necesario para ello, el cambio de comportamiento de sus pobladores; o para el posicionamiento y buena imagen de las instituciones financiadoras; o para resolver conflictos que los propios proyectos enfrentaban ante la resistencia de los actores sociales a quienes se dirigían, vistos siempre como “beneficiarios”.
No es que no hubo esfuerzos por llevar el desarrollo hacia donde era necesario y de manera más apropiada. Sí lo hubo, desde experiencias concretas hasta teorías desarrolladas en campo de las ciencias sociales y la comunicación; de hecho en Latinoamérica los estudiosos han aportado con investigaciones valiosas pero que lamentablemente no lograron un cambio en el mundo académico. En las universidades la idea de comunicación aún no sale del modelo EMISOR-MENSAJE-RECEPTOR -con algunas variantes-, de la propaganda o del periodismo informativo que enseña que noticia es un ‘hecho novedoso cuyo protagonista es un personaje conocido’, principios teórico-prácticos que subsumen los esfuerzos de sobrevivencia y las iniciativas por alcanzar el desarrollo del ciudadano común, de mujeres jefas de hogar, de campesinos, indígenas y otras colectividades.
Todo ello más los bajos impactos de los proyectos destinados al desarrollo durante las últimas 4 décadas del siglo pasado, nos motiva a re-pensar en el desarrollo y por tanto, en la comunicación estratégica para el desarrollo. “La ciudadanía desborda las reivindicaciones políticas con demandas que se ubican en el significado mismo de la vida: la sexualidad, la ecología, el racismo, la drogadicción, los derechos humanos, la salud, la educación… Se reconceptualiza el desarrollo, para entenderse como una apuesta cultural de cambio enfocado desde los objetivos últimos del desarrollo mismo, vale decir, desde el cumplimiento de las aspiraciones de la gente (Ul Haq, 1995: 3). Y las concepciones sobre la comunicación abren su espacio de realización destrampándola de los límites de los medios para ubicarla en el espesor profundo de la cultura. Se hace comunicación-desarrollo desde un lugar situado, desde el lugar donde se enuncia la palabra, que es el lugar del sujeto” (Contreras, 1999,23)
Desde nuestra reciente pero comprometida y concienzuda experiencia [1] afirmamos que la comunicación para el desarrollo se convierte en estratégica cuando se la transversaliza en todas las esferas de los proyectos, programas o acciones humanas, desde que se la asume como canalizadora de iniciativas creativas para reducir la pobreza, para incidir en política públicas o para ejercer la libertad de expresión con equidad; desde que desempeña un rol integrador para el análisis de los ámbitos económicos, sociales y políticos de la comunidad (o del sujeto); pero sobre todo desde que se la asume como catalizadora del diálogo entre culturas en el espacio público, más aún en países diversos como del que provengo, Bolivia, donde la diversidad cultural señala la convivencia de más de 35 pueblos indígenas y originarios entre sí y con la población mestiza. “El reconocimiento de que el desarrollo no es solamente caminos, puentes y hospitales, abre el camino hacia una percepción de la comunicación para el desarrollo estrechamente vinculada a la cultura, o más bien, a las culturas.” (Gumucio, 2000, https://www.geocities.com/agumucio/ArtMosqueteros.html). Todos los esfuerzos traducidos en proyectos, programas y políticas de desarrollo alcanzarían los objetivos propuestos si incorporaran la comunicación estratégica para propiciar este diálogo intercultural y a partir de allí, construir consensos, soluciones al subdesarrollo de manera participativa, desde abajo. “La esfera pública es el lugar de encuentro de la interculturalidad, debería ser el espacio de negociación en el que las culturas se enriquecen mutuamente, intercambiando lo mejor de sus valores y de sus expresiones.” (Gumucio, 2000, https://www.geocities.com/agumucio/ArtMosqueteros.html). Esto permite la apropiación de las políticas e iniciativas de desarrollo por parte de los actores sociales -ya no beneficiarios- y por ende, su empoderamiento con identidad, la coordinación de necesidades y la creatividad para atenderlas, en definitiva, la aprehensión de la cualidad ciudadana. Entonces la comunicación para el desarrollo despliega sus estrategias para convertirse en facilitadora de la participación ciudadana y la movilización social, no sólo para encontrar soluciones al subdesarrollo, sino también para fortalecer los sistemas democráticos imprescindibles para alcanzar el bienestar común con justicia y equidad.
El actual proyecto de comunicación desplegado desde el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) [2] tiene el propósito de facilitar la participación ciudadana de la población excluida del desarrollo, de las política nacionales y de los medios de comunicación como son los campesinos y los pueblos indígenas para que sus esfuerzos de vida se visibilicen a partir de propuestas de cambio social, político y económico manifestadas como parte de ese ejercicio ciudadano; de este modo se contribuye a la democracia en un esfuerzo de equiparar las posibilidades de expresión propia y pública de estos sectores de la población que la dominación cultural a través de los medios masivos de comunicación, en su mayoría de propiedad privada y orientación comercial, los ha silenciado. -“La situación revelada desfavorecía tanto al estrato más bajo de la sociedad que los investigadores consideraron que las masas, en particular las rurales, vivían en condiciones de virtual incomunicación.” (Beltrán, 1993, 9)- Incomunicación en tanto generadores de contenidos para la comunicación y difusión a través de los medios masivos de incidencia en la opinión pública. Pues no hay que dejar de ver que los pueblos siempre han tenidos sus propios modos de comunicarse determinados por su contexto y por su historia (de explotación y subordinación, pero rica en expresiones culturales); es allí donde radica el saber local, la comunicación local caracterizada por el lenguaje verbal, corporal y por las relaciones humanas particulares. En este marco, ellos siempre han estado comunicados.
No es posible pensar en las relaciones humanas sin tomar en cuenta la cultura, espectro inherente desde el cual cada humano se abre al otro para relacionarse. Este enfoque de la comunicación – enmarcada en los principios de democracia e interculturalidad-, a su vez, la conduce a la construcción de un marco ético (sistema de valores en el que el respeto por el ‘otro diferente’ es primordial) que la regula. “Cada ser humano se define como sujeto ético mientras se descubre como un ser que vive con otros.” (Tsuji, 2004, https://www.fisec-estrategias.com.ar).
Entendida la comunicación desde esta perspectiva, centra su accionar en el ser humano (‘culturado’ y diverso) y contribuye a atender problemas mundiales y locales a la vez, como la pobreza, exclusión, dominio, enfermedades, conflictos socio-políticos, xenofobia, intolerancia, entre otros. Problemas que al concretarse en la realidad, tienen consecuencias e impactos en el cotidiano de personas, familias, grupos y colectividades, todos ellos en permanente interacción; unas veces se encuentran y otras veces se confrontan. En este mundo dinámico, no nos queda más que apostar por el diálogo intercultural, entendido como el espacio abierto, respetuoso para el encuentro, para la interacción de las diversidades de modo que de lugar a relaciones democráticas y equitativas, constructoras del desarrollo integral y colectivo. “Hay que repensar América Latina desde esta diversidad en sentido incluyente, soñándolo y construyéndolo viable desde el valor de su diferencia. La comunicación tiene que comprometerse con los simbolismos culturales propios y múltiples, para articularse verdaderamente con el desarrollo, entendido como el proceso de transformación de una sociedad de un campo de historicidad a otro (Touraine, 1995: 463)” (Contreras, 1999, 23)
Las estrategias
En este marco las estrategias de la comunicación para el desarrollo deben combinar modos y herramientas capaces de propiciar la expresión ciudadana y dar cuenta de la cultura desde la cual se manifiestan los ciudadanos, por tanto deben ser dinámicas, flexibles y adaptables. Consideramos que este es un derrotero capaz provocar los cambios de la comunicación hasta ahora tendiente a la homogenización hacia una comunicación para la diversidad, para lo humano. “Por lo mismo, las estrategias comunicación para el desarrollo más exitosas son aquellas que fortalecen los propios canales de comunicación tradicionales, amplificando las voces locales y anclándose en la cultura.” (Gumucio, 2000, https://www.geocities.com/agumucio/ArtMosqueteros.html.). Como notarán, no hay que inventar la pólvora. “Hay que construir ahora el espacio de la estrategia…lo tenemos en la cultura que no tiene obsesión por aquel occidente moderno o postmoderno, sino por el otro occidente, solidario y equitativo, nuestro, donde el desarrollo se rehace, como la comunicación, en las profundidades de la cultura.” (Contreras, 1999, 24)
Por otra parte, si la comunicación para el desarrollo privilegia la relación cercana con los actores sociales, sus estrategias resaltan los procesos constructivos y colectivos durante el cual los sujetos participación activamente. Alfonso Gumucio subraya la diferencia entre hacer periodismo y comunicación para el desarrollo “En periodismo, los artículos, los videos o los programas de radio son los resultados del trabajo profesional, pero para un comunicador para el desarrollo, el resultado es el mismo proceso de trabajo desde la comunidad y con la comunidad.” Esto significa dejar de lado los esquemas tradicionales de la difusión, la persuasión y la imposición por la vía subliminal propios del marketing social, muy incorporado en la comunicación para el desarrollo, principalmente en proyectos de enfoque asistencialista.
La reciente superación de estas estrategias -pero también de sus marcos teóricos y modelos- se refleja en los giros dados por quienes contribuyen, desde la investigación hasta la práctica, al campo de la comunicación para el desarrollo. Cabe citar como ejemplo al Banco Mundial que, a pesar de mantener conceptos tradicionales de la disciplina [3], incorpora conceptos como la ‘comunicación efectiva’, desprendiéndose así del marketing social para ingresar a enfoques de lo dialógico y la consideración del contexto cultural, social, político y económico para buscar consensos en ese espacio público, por tanto diverso, a partir del intercambio de información y de escuchar -como vimos al principio, un escuchar ACTIVO- las necesidades e inquietudes de los actores.
Luces como ésta indican que el cambio para atender los problemas del desarrollo, fortalecer las democracias y lograr el bienestar común con equidad y justicia, ha empezado en los tomadores de decisión y responsables de las políticas mundiales; aunque un poco después que las iniciativas latinoamericanas y de otras latitudes de similares niveles de desarrollo donde las demandas y expresiones por una comunicación efectiva para el desarrollo están desplegando mecanismos para resolver sus conflictos internos que se han desencadenado justamente por las asimetrías del desarrollo y que en 1993 ya lo vaticinaba Luis Ramiro Beltrán. “Si esta situación continúa y se deteriora aún más, pueden preverse para el futuro cercano la efervescencia política y el caos social. Y parece asomarse en el horizonte la sombra de la violencia”.
Es el caso de Bolivia que ha iniciado el milenio con conflictos sociales y políticos por demandas de reconocimiento de la diversidad de pueblos, culturas, lenguas, formas de pensar y de tejer el desarrollo, en suma, por una nueva ciudadanía. Así, Bolivia apunta como eje transformador la realización de una Asamblea Constituyente, un espacio de diálogo, respetuoso, diverso, integrador que además es un proceso en el que los bolivianos se están confrontando, pero sobre todo se están re-conociendo. Situación que nos retrotrae a la comunicación para el desarrollo llamada por Alfonso Gumucio comunicación para el cambio social, la misma que en un proceso como el boliviano, puede aportar mucho. “La Comunicación para el Cambio Social (CCS) es un proceso de diálogo público y privado a través del cual las personas definen quiénes son, cuáles son sus aspiraciones, qué es lo que necesitan y cómo pueden actuar colectivamente para alcanzar sus metas y mejorar sus vidas.” (Gumucio, 2000, www.communicationforsocialch…).
Y los hechos en diferentes países lo han venido demostrando. Así como en Bolivia, en Ecuador, Colombia, Argentina y otros países, los segmentos de la población excluida del desarrollo se han rebelado por las asimetrías y han cuestionado los sistemas y políticas de desarrollo, pero también de comunicación y difusión, en particular, de los medios masivos, asunto que los países están considerando y buscando las formas de resolver. Beltrán propone como ruta apropiada la educación, le agregaría yo, la sensibilización. “La educación masiva – cifrada, sin duda, en la comunicación – es ahora fundamental para asegurar un desarrollo económico con equidad social. En otras palabras: alimentos con justicia, prosperidad con libertad y modernidad con paz”. (Beltrán, 1993, 18).
Desde lo local y desde la sociedad civil hay esfuerzos que están aportando y apostando a este tipo de cambios. En busca de contribuir a la construcción de la nueva ciudadanía, es que el CIPCA, en su programa de comunicación para el desarrollo y la democracia, “Ondas Libres”, se propone facilitar condiciones para que las organizaciones sociales, particularmente de campesinos y pueblos indígenas, se expresen sobre sus inquietudes, sobre temas de interés público y de la agenda nacional, sobre el desarrollo de sus comunidades desde sus visiones que, como ya dijimos, están atravesadas por su ser cultural, muchas veces distintas al tipo de desarrollo que los urbanos podemos visualizar y proponer. Lo hacemos mediante el uso de la radio y las nuevas tecnologías de información y comunicación, sin abandonar las tecnologías tradicionales como la comunicación interpersonal y el papelógrafo porque siguen siendo efectivas. “Es por eso que la radio, más que ningún otro medio, ofrece la posibilidad de promover la participación ciudadana, no sólo como escuchas sino también como actores. El desarrollo de las TICs y el Internet deberá darse de una manera que asegure la máxima participación ciudadana, no solo en calidad de consumidores de noticias e información, sino también como productores.” (Radolf, 2005, 2).
Nuestro respaldo a las organizaciones sociales es desde la teoría y la ciencia y se combinan las estrategias con las propuestas por las propias organizaciones. Práctica sustentada por la “comunicación popular” o “comunicación participativa” que fue recogida de la propuesta que Martín Barbero hiciera hace tiempo y que ha sido actualizado con propuestas como la comunicación para el cambio social descrita por Alfonso Gumucio.
El ‘macro-horizonte’ para la comunicación intercultural
Lo que queda por hacer es vasto, los tomadores de decisión y los comunicadores estamos ante un desafío: pensar desde nuevas propuestas como la comunicación efectiva o la comunicación para el cambio social que delinean nuevos mapas y reglas de decisión en los que la solución de los problemas de la humanidad como el desarrollo y la democracia no están sólo en ellos -los decisores- sino en los seres humanos involucrados, en la interrelación entre decisores y actores, interacción posible desde la comunicación por su carácter holístico, por su dimensión humana y consecuentemente, por su dimensión cultural -y por tanto, intercultural-. “Comunicación-desarrollo significa el reto de asumir la heterogeneidad como un valor articulable a la construcción de un nuevo tejido de lo colectivo, de nuevas formas de solidaridad produciendo dinámica social ligada a alguna noción de comunidad, ciertamente no estancada en el pasado sino invadiendo el futuro. Allá, en esa proyección, la utopía sigue vigente.” (Contreras, 1999, 25)
Las decisiones y las soluciones a los problemas de subdesarrollo ciertamente deben apuntar a cambios sociales, políticos, económicos e incluso, culturales; la comunicación para el desarrollo, la democrática y la intercultural tiene todas las condiciones para contribuir con este cometido, tiene y re-crea estrategias y herramientas necesarias para implementar los cambios que, sin embargo, sólo serán sostenibles si el deseo de cambiar nace de la propia comunidad. A este tipo de comunicación, Luis Ramiro Beltrán la denomina comunicación alternativa para el desarrollo democrático: “es la noción de que, al expandir y equilibrar el acceso y la participación de la gente en el proceso de comunicación, tanto a niveles de medios masivos como a los interpersonales de base, el desarrollo debe asegurar, además de beneficios materiales, la justicia social, la libertad para todos y el gobierno de la mayoría.” (Beltrán, 1993, 1).
Así como la cultura y la comunicación son dinámicas, las lecciones aprendidas a lo largo de la historia nos permiten proyectar el horizonte -de la comunicación para el desarrollo- en nuevos significados, producto de la renovación de los conceptos y de sus aplicaciones y resultado de estrategias más apropiadas, conducentes a trazar nuevos mapas y reglas de decisión para coadyuvar a encontrar alternativas de solución a los problemas complejos que aquejan a la humanidad.
Tomando como referencia a la clasificación histórica que hace Alfonso Gumucio, la comunicación para el desarrollo ha evolucionado desde la información manipuladora, enmarcada en el proceso de expansión de mercados; la información asistencialista, la del marketing social, de la “difusión de innovaciones” y de la transferencia tecnológica que no busca el diálogo como en su momento los cuestionó Paulo Freire; la comunicación instrumental que muestra una preocupación sincera por el desarrollo y por los actores involucrados, aunque sin lograr trasladar el centro de gravedad de las decisiones; hasta la comunicación para el cambio social como una comunicación ética, de la identidad y de la afirmación de valores que amplifica las voces ocultas o negadas y que busca potenciar su presencia en la esfera pública. Esta comunicación recupera el diálogo y la participación como ejes centrales, elementos que ya estaban presentes en la teoría y en la práctica como parte de otros modelos y paradigmas, pero que no logró afectar los modelos dominantes. Esta comunicación comienza a recuperar terreno y habrá que alimentarla para lograr el cambio de paradigmas hacia modelos circulares de la comunicación para el desarrollo, la democracia y la interculturalidad de modo que contribuya eficientemente al desarrollo, el sistema democrático, la valorización cultural, al bienestar del ser humano diverso y activo.
Bibliografía
. Beltrán, Luis Ramiro (1993) COMUNICACION PARA EL DESARROLLO EN LATINOAMERICA Una Evaluación Sucinta al Cabo de Cuarenta Años
. Contreras, Baspineiro, Adalid (1999) Comunicación-desarrollo para «otro occidente»
. Gumucio Dagron, Alfonso (2000) El cuarto mosquetero: la comunicación para el cambio social, www.communicationforsocialchange.org
. Radolf, Andrew (2005) Radios comunitarias y centros multimedios comunitarios en el nuevo mundo digital
. Tsuji, Teresa (2004) Marco ético de la comunicación humana https://www.fisec-estrategias.com.ar
. Grupo Comunicación para el Desarrollo del Banco Mundial, worldbank.org/wbsite/external/bancomundial/exttemas/extdevcommspa
https://leilayushenka.spaces.live.com/
[1] El proyecto Ondas Libres tiene poco más de 3 años de ejecución, aunque la institución que lo ejecuta lleva varias décadas haciendo comunicación para el desarrollo.
[2] CIPCA, institución privada de desarrollo que se dedica al desarrollo rural en 6 ecorregiones de Bolivia. Actualmente es parte de un proyecto de comunicación “Ondas Libres”.
[3] El grupo del Banco Mundial para la Comunicación para el Desarrollo define “Comunicación para el desarrollo es la integración de la comunicación estratégica en proyectos de desarrollo. La comunicación estratégica es una herramienta eficaz que puede contribuir a lograr los objetivos y la sostenibilidad de los resultados de los proyectos de desarrollo. Informar, educar o elevar el nivel de conciencia son ingredientes necesarios de la comunicación, pero no son suficientes para que la gente cambie prácticas y comportamientos establecidos a lo largo de mucho tiempo. La comunicación estratégica busca lograr un cambio en el comportamiento y hacer sostenible el desarrollo alcanzado”. Extractado de su página Web: worldbank.org/wbsite/external/bancomundial/exttemas/extdevcommspa/