Revista Info: «Migraciones. Materiales para el debate»
PRESENTACIÓN
La llegada de inmigrantes a Canarias, Ceuta o Melilla, lejos de descubrirnos las consecuencias de tantas promesas sociales incumplidas, o la existencia de unas reglas comerciales mezquinas, se traduce desde muchos sectores en una llamada a apretar tuercas. Sólo hay que escuchar determinadas tertulias: sobre el núcleo de la cuestión, que es la pobreza de un continente que linda con el nuestro, apenas se habla.
Lo que preocupa es que los jóvenes africanos puedan emigrar y lleguen, mucho más que necesiten hacerlo o mueran por el camino. “Los muertos de hambre no salen de su choza” se dijo hace un tiempo en un programa radiofónico de gran audiencia.
Ocurre que la pobreza ajena no es un elemento de desgaste político, la inmigración sí, y no pocos creadores de opinión dan por irremediable la desigualdad porque en el fondo es el precio de nuestro confort y consumo. Hace seis años la Conferencia ONGD 2000, organizada por Hegoa, concluyó que la pobreza no puede concebirse como el problema de algunos países, sino como un problema del conjunto del planeta.
Ese planteamiento corresponde a un pensamiento abierto pero desgraciadamente minoritario. Por de pronto, dedicamos este número del Info con el propósito que desde hace mucho guía al filósofo Daniel Innerarity:«atender para entender lo que pasa». Como él mismo ha afirmado “El futuro será de quien conciba adecuadamente lo mixto, lo complejo y la articulación de lo heterogéneo”.
Sin embargo, hagamos la prueba, recopilemos y rasquemos: encontraremos motivos para sentirnos poco optimistas. Hay gente que cree que a los inmigrantes se les trata “demasiado” bien, que dicen que los inmigrantes “esos invasores” “son perezosos” y vienen a España “a vivir del cuento”, “de puta madre sin dar un palo”, y “saquean nuestra seguridad social” ¿Desmemoria?, ¿racismo?, ¿ignorancia?, ¿desfachatez? Opiniones de potenciales votantes. La inmigración, además de un drama humano, confirma la fragilidad del nivel de conciencia sobre los derechos humanos.
Jesús Barcos