Las lenguas como elementos de cohesión social. Del multilingüismo al desarrollo de habilidades para la comunicación intercultural
Hablemos del «contrato social»
Existen tres factores clave en el contrato social que ha de establecerse en las nuevas sociedades: primero, potenciar la educación intercultural; segundo, consolidar y transformar la relación entre las lenguas vehiculares y vinculares en un marco plurilingüe; por último, reforzar, gracias al respeto a la diferencia y el fomento de la convivencia, la cohesión social. Todos estos factores son relativamente nuevos para la mayoría del profesorado.
La educación intercultural se confunde, demasiadas veces, con la atención al alumnado inmigrante, y la lengua vehicular se impone como factor de integración, olvidando su necesaria transformación en lengua vincular de comunicación. El respeto a la diferencia raya a menudo en el fomento del relativismo cultural, mientras que la convivencia es vista como una situación utópica. En cuanto a la cohesión social, ésta se confunde a menudo con la homogeneidad, el monolingüismo o el monoculturalismo. Por tanto, parece que la diversidad cultural y lingüística tiende a desconcertar y provocar recelo.
Las aulas no son -ni han sido jamás- homogéneas. La diversidad ha estado siempre presente en la sociedad. El hecho de que en estos últimos años la enseñanza de la mal llamada lengua de acogida tenga tanta relevancia se debe, principalmente, a la llegada a las aulas de estudiantes con lenguas de origen muy diverso. Este microcosmos que representa la escuela refleja la realidad de los estados-nación europeos de hoy en día: si se tienen en cuenta las lenguas oficiales, regionales y minoritarias se llega a la conclusión de que en Europa se hablan entre 60 y 70 lenguas (Gogolin, 2002), pero si añadimos a éstas las lenguas habladas por las personas inmigrantes, las cifras se disparan y alcanzan las 458 lenguas, utilizadas todas ellas de manera habitual.
Esta situación lingüística se compone, sin embargo, de lenguas con mayor o menor grado de legitimidad, tal y como sostiene Bourdieu (2001), entendiendo por legitimidad el estatus otorgado a cada una de ellas. En la mayoría de los casos, este estatus estará marcado por el uso de una(s) lengua(s) en las instituciones oficiales, como el sistema educativo o el sistema jurídico. La coexistencia de distintas lenguas en un mismo estado-nación es, por lo tanto, una realidad nueva que exige propuestas de intervención también nuevas.
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