La diversidad cultural como tarea educativa
Por Pedro Sáez Ortega
Afrontar los innumerables problemas que plantea la presencia de realidades multiculturales en las sociedades occidentales contemporáneas constituye sin duda un desafío tan complejo como inevitable, puesto que de su resolución dependerá el futuro a corto, medio y largo plazo de las mismas. Uno de los escenarios privilegiados para atender a este reto es el espacio educativo reglado o formal: no porque constituya el único espacio donde se debe practicar la educación para el encuentro con el otro, de hecho, existen otros escenarios y grupos donde esta didáctica de la diversidad debería hacerse presente con mayor fuerza, sino porque sus potencialidades transformadoras pueden alcanzar una densidad mayor. En efecto, por encima de los intereses, leyes y reglamentos que condicionan su desarrollo, la escuela ofrece la oportunidad cotidiana, otra cuestión es si los educadores quieren, saben o pueden aprovecharla, para generar aprendizajes, ofrecer valores y promover conductas que incidan posteriormente en el cambio social y cultural necesario para construir el porvenir. Sin desdeñar, por tanto, las demás dimensiones de la educación intercultural, nos centraremos en el ámbito de las aulas escolares, para plantear desde sus pupitres las posibilidades y los límites de la puesta en acción de lo que, de manera genérica, denominamos pedagogía intercultural. Siguiendo lo esbozado en otros trabajos, vamos a trazar un itinerario que tiene como objetivo diseñar una especie de currículo de mínimos para emprender cualquier tarea escolar relacionada con la diversidad cultural, teniendo en cuenta tanto los contenidos como las metodologías necesarias para convertir dichos contenidos en núcleos de enseñanza y aprendizaje cognoscitivo y efectivo acerca de la diversidad que nos rodea. A nuestro juicio, el proceso de trabajo necesario para cumplir la finalidad señalada presenta una secuencia que puede partir de un conjunto de tareas interrelacionadas entre sí:
a) Descubrir y desarmar los prejuicios, estereotipos y conductas relacionadas con la conflictiva convivencia con los diferentes, aquellos que no pertenecen a lo que englobamos en el término «nosotros»; excluidos de o subordinados a los poderes, trabajo, Estado, consumo, que determinan la ciudadanía del presente en los países occidentales; segregados de los distintos vectores que canalizan nuestras comunicaciones y nuestras relaciones;
b) Investigar y descubrir / desvelar la realidad en el tiempo, el espacio y el contexto social actual que hace posible las situaciones descritas anteriormente;
c) Comprender e interpretar las otras culturas en los mismos términos en que comprendemos e interpretamos la nuestra, diversidad, disidencia, interdependencia, sin caer en la tentación etnocéntrica, aunque, resulta inevitable hacerlo en un principio, utilizando los códigos propios;
d) Configurar el escenario que hace posible el encuentro entre culturas, tratando los conflictos que surjan de dicho encuentro desde el reconocimiento recíproco y la cooperación;
e) Suscitar cambios individuales y colectivos que afecten a la sociedad, romper las dinámicas discriminatorias, y transformen la cultura, favoreciendo el desarme de ideas y mentalidades en aras a la gestación de una cultura de paz. El proceso descrito pasa, pues, por analizar didácticamente cinco conceptos claves, a modo de ejes transversales que ayuden a hilar y dar sentido a la puesta en marcha de un modelo educativo alternativo frente al tratamiento de la diversidad: