Lengua materna
Instituto Cervantes
Por lengua materna o L1 se entiende la primera lengua que aprende un ser humano en su infancia y que normalmente deviene su instrumento natural de pensamiento y comunicación. Con el mismo sentido también se emplea lengua nativa y, con menor frecuencia, lengua natal. Tal como se desprende de su apelativo, suele ser la lengua de la madre, aunque también puede ser la de cualquier otra persona: padre, abuelos, niñera, etc. Quienes comparten una lengua materna son considerados hablantes nativos de la lengua en cuestión, p. ej., hispanohablantes nativos. El término lengua materna se suele emplear en contraposición a lengua extranjera (LE) o a lengua segunda (L2).
En las comunidades primitivas en las que el padre sale a cazar, a pescar, etc. y la madre se ocupa de las tareas domésticas y la crianza de los niños, es la madre quien enseña a hablar al niño y, por regla general, lo hace en su propia lengua. Sin embargo, a lo largo de la historia y a lo ancho de la geografía humana (con más de 5.000 lenguas) se dan infinidad de casos distintos, y no siempre se establece la misma relación entre lengua de la madre y lengua materna. Por ejemplo, en la Roma clásica la primera lengua que aprendía una persona se conocía como patrius sermo, es decir, la lengua del varón cabeza de familia.
Tras la aparente simplicidad del concepto de lengua materna yace un cúmulo de factores que en ocasiones entran en contradicción entre sí, por lo que el término lengua materna no siempre resulta unívoco. La complejidad del término se pone de manifiesto si se compara lo que unos y otros usuarios de la lengua, incluidos los especialistas, entienden por lengua materna; he aquí algunos criterios considerados en la caracterización del concepto:
1. la lengua propia de la madre;
2. la lengua habitual en el seno de la familia, transmitida de generación en generación;
3. la primera lengua que uno aprende, la lengua en la que uno empieza a conocer el mundo;
4. la lengua en la que uno piensa, la que conoce mejor y en la que se comunica con mayor espontaneidad y fluidez y con menor esfuerzo, y, por todo ello, la lengua que uno prefiere emplear tanto en situaciones de máxima complejidad intelectual como en aquellas otras de máxima intimidad;
5. la lengua que uno siente como propia, como parte de su identidad individual y de su propia comunidad.
Ciertamente, en una comunidad monolingüe una misma lengua (la única propia) se adapta perfectamente a todos esos criterios. Sin embargo, en las cada vez más comunes sociedades plurilingües la cuestión no es tan simple, p. ej., la primera lengua que uno aprende puede dar paso a otra lengua de mayor prestigio y que con el tiempo llegue a convertirse en la lengua dominante del individuo plurilingüe. En casos como éste, y en muchos otros, se puede considerar que la primera lengua de un individuo -entendida como la lengua que domina mejor- no es necesariamente la misma a lo largo de toda su vida, puede cambiar, p. ej., al emigrar a otro país. Algunas personas aprenden dos o más lenguas en su tierna infancia; en estos casos se considera que estos individuos plurilingües tienen varias lenguas maternas(p. ej., una de la madre, otra del padre y otra de la sociedad en que se cría), si bien con el transcurso del tiempo alguna de ellas suele convertirse en la dominante, relegando la(s) otra(s) a un segundo plano.
A lo largo de la historia de la didáctica de las lenguas extranjeras el empleo de la lengua materna en el aula ha sido objeto de vaivenes considerables. En el Método gramática-traducción, p. ej., se comparan sistemáticamente las reglas gramaticales de la L1 y las de la lengua meta (LM) y se practica la traducción con asiduidad. También se utiliza la L1 en el Método de la lectura. Por el contrario, en el Método directo se rechaza tajantemente el uso de la lengua materna, principalmente, por considerar que puede causar alguna interferencia en el aprendizaje de la LM. Siguiendo la pauta marcada por este método, tanto en el Enfoque oral como en el Método audiolingüe o en el Método audiovisual, entre otros, en clase se utiliza por sistema la LM, y sólo se recurre a la traducción en casos excepcionales. Tras esta etapa de proscripción de la L1 en el aula, se abre paso una nueva etapa de moderación en la que se acepta el uso comedido de la L1, sobre todo, con alumnos principiantes, para determinados fines: para dar instrucciones, para aclarar el significado de un término o de una expresión, durante las sesiones de retroalimentación, etc. Esta postura es compartida, p. ej., por el Método silencioso, la Sugestopedia o el Aprendizaje de la lengua en comunidad. Caso aparte es el Método de la respuesta física total, que normalmente sólo recurre a la L1 para presentar el método el primer día. Desde entonces, la tendencia general es procurar emplear la LM tanto en la realización de las tareas como para la gestión y comunicación en clase, sin por ello renunciar a la L1 siempre que se estime oportuno. Esto es así, p. ej., en el Enfoque natural, en el Enfoque comunicativo, en el Enfoque por tareas o en el Enfoque de interacción estratégica. La posibilidad que se brinda a los alumnos de recurrir a la L1 en casos de necesidad evita determinadas situaciones de ansiedad, p. ej., al no entender un texto o el funcionamiento de una actividad de aprendizaje y no saber cómo pedir aclaraciones a las dudas concretas.
La aceptación del empleo dosificado de la lengua maternaen la clase de lengua extranjera abre paso a nuevas vías de desarrollo para los contenidos, procesos y actitudes comprendidos en el programa de enseñanza. Ese potencial es patente no sólo en los aspectos ya explotados tradicionalmente, como son los contrastes morfosintácticos, léxicos y fonológicos entre la L1 y la LE. También lo es en el desarrollo metacognitivo y metalingüístico del aprendiente, p. ej., si éste reflexiona sobre los procesos que emplea en su propia lengua para planificar y estructurar una composición escrita o un discurso oral, o bien si hace un esfuerzo por explicitar las estrategias que de modo inconsciente emplea en su propia lengua para hacerse entender cuando, p. ej., no conoce el término preciso para referirse a un objeto. En la época contemporánea, en la que cada vez más se aboga por un aprendizaje centrado en el alumno, es normal que los propios alumnos participen en las decisiones relativas a las circunstancias en que se va a emplear la lengua materna en clase.
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