Fomentar un modelo social y comunicativo en el camino de la educación popular: la educación de personas adultas
Propuesta 48 del Libro blanco de educación intercultural. Documento en el que han colaborado más de cincuenta personas expertas, editado por FETE-UGT.
Se viene repitiendo desde siempre que “un adulto no es un niño y, por tanto, la educación de adultos debe ser específica y no puede ser una copia mimética de la educación escolar de la infancia”… Pero en la educación de personas adultas se han venido aplicando desde siempre modelos escolares, tratando a los adultos como niños: el profesorado, el currículum, la metodología, la organización escolar, las didácticas, los materiales… todo se enmarcaba, y se enmarca, en el modelo escolar. Parece, pues, evidente que cualquier cambio progresista en profundidad de la educación de personas adultas pasa, en primer lugar, por un cambio del actual modelo escolar a un modelo social y comunicativo propio.
Un modelo, entre otras, con estas características:
• Aprendizaje versus instrucción (educación anticipadora por el cambio, no adaptadora para la reproducción: somos sujetos de transformación y no de adaptación, nos recuerda P. Freire; ello implica dejar de ignorar o reprimir el contenido sociopolítico de la educación).
• Valoración de los conocimientos y experiencias previas y extraescolares de los participantes y vinculación con el desarrollo local y comunitario a través de un permanente diálogo cooperativo: con nuestro entorno más próximo (instituciones, entidades, colectivos y personas) y a nivel metodológico (uso de metodologías activas y participativas de carácter psicosocial buscando la motivación y la participación) y organizativo (atención a la acogida, orientación, elaboración del itinerario formativo y plan de trabajo, motivación, búsqueda de autonomía personal, acompañamiento y evaluación del proceso formativo de cada participante y grupo).
• Equipo docente integrado por maestros, educadores sociales y otros perfiles profesionales con una formación específica y unas actitudes convenientes y por diferentes colaboradores (estudiantes y estudiosos, trabajadores, profesionales y expertos, voluntariado…).
• Alumnado considerado como personas adultas, que participa con una cultura propia y con intereses, necesidades, aprendizajes, habilidades y experiencias previas muy valiosas.
• Organización educativa y curricular flexible, permeable y atenta a los cambios y centrada en los ámbitos territoriales: planes locales de educación permanente.
• Proyectos educativos priorizando cuatro grandes principios:
1. Ámbito ideológico: incorporar los principios de la educación permanente y la educación popular a la práctica educativa.
2. Ámbito pedagógico: orientar la práctica educativa en los principios y experiencias de la pedagogía crítica.
3. Ámbito metodológico: hacer una permanente lectura de las cuestiones metodológicas que suscita Paulo Freire. Y, entre otras:
– Practicar, en lugar de la habitual educación de la respuesta, una educación de la pregunta, que agudice, estimule y refuerce la curiosidad indispensable por el proceso cognitivo.
– Reflexionar, evaluar, programar, investigar, transformar son especificidades de los seres humanos y no pueden estar al margen de los procesos de aprendizaje.
– Hace falta rechazar el fatalismo que impregna, a veces, las prácticas educativas; hace falta incorporar el optimismo crítico y hacer una opción por la esperanza, exigencia ontológica del ser humano, y, por lo tanto, hace falta educar la esperanza.
– No podemos hacer de la formación y del entrenamiento conceptos sinónimos; no podemos despolitizar la educación. La educación, nos dice Freire, necesita tanto de formación técnica, científica y profesional, como de sueños y utopía.
– Toda práctica educativa que va más allá, que evita la dicotomía “lectura del mundo/lectura de la palabra-lectura del texto/lectura del contexto”, pierde su aval de la pedagogía y se transforma en mera ideología. La principal función de la educación es la desocultación de la realidad… La educación, si está de acuerdo con los valores democráticos, está íntimamente relacionada con la ciudadanía. Una educación que proponga y aproveche situaciones donde los participantes experimenten la fuerza y el valor de la unidad en la diversidad, sin nada que pueda estimular la insolidaridad, es una educación que fomenta los hábitos democráticos, el respeto a la libertad, la tolerancia y la convivencia ciudadana. Se enseña y se aprende democracia, practicando la democracia…
– No existe la comunicación sin dialogicidad y en la comunicación está el núcleo del fenómeno vital. La relación dialógica -comunicación y intercomunicación entre sujetos, refractarios a la burocratización de su mente, abiertos a la posibilidad de conocer y de aumentar y de reconstruir los conocimientos- es indispensable al conocimiento.
Una de las tareas esenciales en nuestra práctica educativa, y en nuestra comunidad, es promover un clima dialógico.
– La cuestión es como transformar las dificultades en posibilidades…
4. Ámbito organizativo: hacer de cada centro de educación de personas adultas un espacio de libertad, de trabajo cooperativo y de debate democrático.
MEDIDAS DESEABLES PARA LLEVAR A CABO LA PROPUESTA
En tiempos de complejidad, crisis, confusión e incertidumbre se puede optar por continuar manteniendo la actual manufactura del idiota colectivo o por hacer una apuesta por la esperanza, la libertad, la autonomía, la crítica, la praxis transformadora, las relaciones sociales dialógicas, cooperativas y solidarias y el acceso democrático al conocimiento implícitos a los proyectos de la educación popular… Reconociéndonos en esta segunda opción volvemos al principio: la primera medida con sentido para producir cambios de una cierta envergadura en la educación de las personas adultas en la línea anterior se concreta en dos propuestas:
• Una ley de bases de la educación de personas adultas, desde la educación básica hasta la universitaria, que inicie el tránsito del actual modelo escolar a un modelo social y comunicativo.
• Un Libro Blanco de la educación de personas adultas, desde la educación básica a la universitaria, que, con criterios movilizadores y participativos, sistematice, evalúe y muestre los mejores caminos para recorrer el futuro.
Entendemos que mientras no se lleven a cabo los trabajos para este cambio de cimientos, el edificio que alberga la educación de personas adultas sólo podrá ser objeto de superficiales reformas muy poco rentables y nada sostenibles desde la óptica de una política y ecopedagogía progresistas.