Racismo, discriminación y crisis económica
El Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial se celebra el 21 de marzo de cada año y conmemora el asesinato, a manos de la policía, de 69 personas en 1969 en una manifestación pacífica contra las leyes de del apartheid en Sudáfrica. Al proclamar ese día en 1966, la Asamblea General instó a la comunidad internacional a redoblar sus esfuerzos para eliminar todas las formas de discriminación racial y/o étnica o intolerancia, por tanto, el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial nos recuerda nuestra responsabilidad colectiva de promover y proteger los ideales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo primer artículo afirma que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos».
Desde FETE-UGT consideramos que, hoy más que nunca, es prioritario llevar a cabo los compromisos y acciones asumidos por la Declaración. La actual situación de crisis económica y sus efectos en el incremento de la desigualdad social y de la exclusión en España, y en el aumento del miedo y sentimiento de amenaza que experimenta la población, (que se expresa en un mayor rechazo hacia las minorías y grupos -con los que se supone se ha de competir por el empleo, los recursos socio-económicos o los servicios-), determina la necesidad de incrementar los esfuerzos para luchar contra la discriminación, el racismo y la exclusión; lo que exige que a nivel del Estado se garantice la justicia e imparcialidad en la legislación y en la aplicación de la ley. Exige también que toda persona pueda disfrutar de oportunidades económicas y sociales, y tener garantizadas y cubiertas las necesidades básicas, esto es, garantizar los derechos sociales y económicos reconocidos en la Constitución; y que, tal y como observamos, han sido profundamente recortados con consecuencias muy graves para el mantenimiento de la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas y para la cohesión social.
También consideramos, que aunque las situación de crisis socioeconómica facilita el caldo de cultivo a una mayor confrontación y competencia social, no es por si solo el mecanismo que desencadena el incremento del racismo en la población; es fundamental y necesario, y con carácter previo al momento o tiempo de crisis, la generación de un discurso institucional dirigido a justificar y legitimar la discriminación de grupos o colectivos, especialmente, hacia aquellos colectivos con mayor grado de vulnerabilidad social (desde un punto de exclusión de derechos y acceso a bienes y servicios y de menor poder o representación social –minorías sin participación), es decir, el RACISMO INSTITUCIONAL es previo y es utilizado para generar el RACISMO SOCIAL.
Es importante que en este día reflexionemos sobre cómo la categorización de la discriminación, hecha y asumida por todos, en función de colectivos ha llevado a una acción divida contra el racismo, porque ha supuesto una fragmentación de los derechos también por colectivos. El concepto de igualdad se ha visto desvirtuado en tanto que no ha sido asumido y entendido como un todo, sino como algo a alcanzar desde distintas realidades y con marcados límites dependiendo del grupo o colectivo al que se pertenecía (mujeres, personas inmigrantes, personas con discapacidad, mayores…). Esta categorización de la igualdad, no ha sido algo neutro, consideramos que responde a un propósito, esto es; dificultar la posibilidad de identificarnos en lo común, en lo que los ciudadanos y ciudadanas compartimos, para a partir de diferencias creadas legitimar precisamente la desigualdad y justificar las situaciones de discriminación directa o indirecta. Así mismo, ha permitido una respuesta en la población fragmentada por grupos o colectivos, de tal forma que cada cual ha reclamado una parte de los derechos sin comprometerse ni desarrollar una visión global de los mimos. Como consecuencia de esta práctica equivocada de la igualdad, fragmentada por colectivos, ahora concebimos el racismo, también por colectivos. La toma de conciencia colectiva sobre la vulnerabilidad social determinada por la voluntad de las elites económicas y/o políticas, se produce necesariamente a partir del reconocimiento del “otro” en mis propias necesidades o riesgos, esto es lo que nos une pero al mismo tiempo nos permite conocer las diversidad en el otro, no como algo insalvable sino como algo natural en una sociedad globalizada como la actual. Esta diversidad no solo es buena para dar cabida a minorías sino que es buena para todos, porque nos permite identificarnos con muchas más opciones y mayor libertad.
Es positivo pensar que la situación de precariedad y vulnerabilidad social que ha generado la situación de crisis, más que ser la causa que desencadene una mayor confrontación y racismo entre la población, pueda ser, muy al contrario, una oportunidad para la toma de conciencia en la ciudadanía sobre la desigualdad y los mecanismos que existen para legitimarla. Para que esta oportunidad se de es necesario ser conscientes que todos somos parte de los excluidos o de las personas en riesgo de exclusión. Hemos de tomar conciencia de que podemos perder nuestro derecho a la protección a la salud al quedarnos sin empleo y sin prestación, igual que a ocurrido con la población inmigrante en situación irregular; que podemos perder la vivienda e ingresos para sobrevivir al perder el empleo, que podemos perder el derecho a la protección en situación de dependencia… Quizá la oportunidad esté en que esta crisis nos ayude a recolocarnos, a reconocer lo que somos y hemos sido, es decir, trabajadores y trabajadoras; que podrán ser jóvenes, mayores, extranjeros, nacionales, con discapacidad, etc. pero que tienen en común depender únicamente de las rentas derivadas de su trabajo para vivir.
En relación al ámbito de la educación, el análisis de la situación real, y el discurso antirracista que es, sin duda necesario generar y defender, nos previene contra la creencia de que solo con la educación en contenidos encontraremos alternativas a situaciones de discriminación. La educación para la ciudadanía y en valores, entre la que se encuentra la educación intercultural, es fundamental en este proceso de cambio, pero es sólo una parte del cambio estructural que la sociedad requiere para hacer frente a las desigualdades y el acatamiento de las afirmaciones contenidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Se trata de desarrollar, de forma global a todas las formas de discriminación y en definitiva de racismo, un planteamiento ético sin el cual estaríamos renunciando a nuestros compromisos democráticos y participativos, lo que nos haría —tácitamente— cómplices de quienes mantienen situaciones de desigualdad social para el ejercicio del poder y la legitiman a partir del discurso o del racismo institucional. Con respecto a las reformas planteadas en materia de educación, las aportaciones hablan de un desmantelamiento progresivo del sistema educativo pública través de la política de recortes; se plantea una reforma educativa cuyos contenidos se muestran contrarios a todos los criterios pedagógicos actuales, que no conducen a reducir el abandono y el fracaso escolar, como se pretende hacer creer, sino a eliminar progresivamente la igualdad de oportunidades y la formación común durante la etapa obligatoria. La solución al el fracaso escolar no reside en separar o segregar al alumnado por calificaciones, status, o género; sino en otras medidas de innovación educativa y de medios técnicos y humanos.
Desde FETE-UGT seguimos apostando por un modelo de escuela intercultural e inclusiva, defendiendo la educación como derecho y desarrollando acciones de investigación y sensibilización dirigidas a la comunidad escolar, y consideramos fundamental que el sistema educativo aborde de forma prioritaria y permanente los siguientes objetivos: (1) Enseñar a los alumnos y alumnas los derechos y libertades que comparten en común, para que puedan ser respetados y defendidos. (2) Fomentar métodos sistemáticos y racionales de enseñanza en la igualdad que aborden las causas que generan el racismo y la exclusión. (3) Abordar y tratar las influencias y el racismo institucional que conducen y promueven el temor y la exclusión de los demás, ayudando a los niños y niñas y jóvenes a desarrollar sus capacidades de juicio independientes y de razonamiento ético.