Hay que poner decencia en el debate de la inmigración: entrevista con el escritor noruego Aslak Sira Myhre, director de la Casa de la Literatura de Oslo
Por Rafael Poch
En el debate europeo sobre la emigración, «hay que trazar la frontera de la decencia», dice el escritor noruego Aslak Sira Myhre, director de la Casa de la Literatura de Oslo, institución parecida a nuestros ateneos. Hijo de un sindicalista y ex objetor político al servicio militar, Myhre, de 38 años, sugiere que el atentado del viernes abre ciertas oportunidades.
¿Estamos ante un evento noruego o europeo?
Ambas cosas. Ha sido un acto contra la sociedad noruega, pero no sólo, porque encontramos la misma ideología racista en Australia, en Estados Unidos, en toda Europa: esa paranoica islamofobia. La diferencia con los neonazis de antes es que algunas de las cosas que dicen ahora tienen una amplia aceptación en la sociedad. Cuando lees el manifiesto de ese criminal reconoces muchas cosas por haberlas oído en boca de amigos, en Facebook, etc. La base de ese discurso se encuentra por doquier. De lo que se trata es de poner una frontera de decencia en el debate público europeo, sobre todo en cómo se describe al otro. Esa debe ser nuestra conclusión del atentado.
¿Le parece exagerado el paralelismo con el climax de los años veinte y treinta del pasado siglo, cuando también había un amplio ambiente de inocente simpatía hacia el antisemitismo?
El terrorismo lo comete su autor y nadie más, pero creo que ese paralelismo existe. Puede que en los ochenta el racismo en Noruega fuera hasta mayor que ahora, pero no era anti-islámico, no tenía una imagen de enemigo. Ahora el racismo crece alrededor de la cultura, la religión y el Islam. Es una ideología. Ahí es donde está el paralelismo con el antisemitismo de los treinta.
Actualmente en Europa libramos varias guerras, en Afganistán, en Irak, en Libia…, hay una especie de rutina de la guerra ¿Cuál es el nexo entre la guerra y esa ideología?
La guerra lleva a temer la posibilidad de actos terroristas. Veo varias advertencias. Primera: estamos creando una imagen del mundo en la que los actos de terrorismo son obra de los otros, los musulmanes. Segunda: la violencia está relacionada con nuestras guerras en países islámicos, donde se mata a gente en nombre del antiterrorismo, de los derechos de la mujer o de cualquier otro pretexto. Cuando observas el odio islamista te das cuenta de que su retórica es la misma, que somos la otra cara de la misma moneda. No se si podemos detener eso. Tenemos que observar cómo reaccionamos y pensamos para cambiar, porque la respuesta de Noruega ha sido fantástica, por la solidaridad y la contención que hemos mostrado. No estoy seguro de si habría sido igual si el autor hubiera sido un noruego de ascendencia musulmana. Ali Esvati, un periodista sueco, dijo con muy buen sentido, «un desequilibrado de ascendencia islámica es, naturalmente, un terrorista, porque es musulmán, mientras que un desequilibrado cristiano es terrorista porque está loco…» Tenemos que acabar con esto. También con la excusa de transgredir lo «políticamente correcto»: no se trata de «corrección política», se trata de decencia, de cómo consideras y tratas a los demás.
Se habla mucho del Partido del Progreso noruego (de tendencias xenófobas y a cuyas juventudes perteneció el terrorista ultra Anders Behring Breivik), pero ¿cómo afectó el clima referido a los laboristas?
El ataque fue dirigido contra ellos. El partido ha estado dividido en la cuestión del multiculturalismo. Fue criticado por ceder a la corriente del Partido del Progreso, pero nunca utilizó ese discurso xenófobo. El tipo de retórica sobre la invasión de Noruega por los musulmanes y la emigración, y ese tipo de cosas, ha quedado invalidado por veinte o treinta años. El asesino la ha matado con su acción. Ha hecho imposible que alguien la pueda volver a utilizar. El gobierno, y espero que la población, van a presionar contra ese discurso.
En septiembre tienen elecciones municipales, ¿qué consecuencias prácticas tendrá lo ocurrido?
El Partido Laborista arrasará. A largo plazo este suceso marcará a toda una generación de políticos laboristas. No se cómo afectará en veinte o treinta años, pero para la memoria de Noruega será una especie de 11-S, aunque muy diferente, espero, en sus conclusiones. Lo que hemos visto estos días en el país, la contención de la gente, da motivos de orgullo. Esperemos que la política se beneficie en un sentido clarificador. Es muy diferente discutir los problemas de la emigración, los problemas del estado del bienestar, de los derechos civiles, etc., y discutir de la emigración en términos de las cualidades y defectos que atribuyes a los otros. Hay que decir que la izquierda no ha sido activa en esto, porque si criticas la emigración por razones de política social puedes pasar fácilmente por racista. Así que en este debate, debemos trazar esa línea de lo que es decente y lo que no, y hemos de hacerlo juntos, porque si unos usan el estado social para hacer demagogia xenófoba, y los otros no entran en el tema por delicado, no vamos a ninguna parte.
¿Qué consecuencias para los medios de comunicación, para los autores histéricos que propagan el discurso excluyente y xenófobo?
Espero que los directores de los grandes medios tengan más cuidado con los contenidos, especialmente en la red, donde se dicen cosas que nunca se imprimirían. Hay que poner más ética en la red. Otra cosa importante es la tendencia de los medios a «crear debate» fichando a personajes estridentes, lo que en definitiva arrastra a la sociedad hacia posiciones extremas. Espero que esto se reconsidere.
Fuente: La Vanguardia