Ideas y niveles de la interculturalidad
Juan Joseph Malta Luna
La mayoría de Instituciones de Educación Superior de Latinoamérica (IESLA) trabajan en el nivel básico de entendimiento de la temática de interculturalidad.
No cabe justificar, pero la interculturalidad es un asunto complejo, en proceso de construcción, de prueba de buenas prácticas y definición de estrategias.
Se hace expresa la complejidad de toda la gama de constructos teóricos y prácticos en el enunciado de los siguientes conceptos de interculturalidad: interculturalidad funcional y crítica; interculturalidad urbana; interculturalidad interna; interculturalidad ingenua; interculturalidad constructivista; interculturalidad ética; interculturalidad de doble vía; interculturalidad cósmica; interculturalidad de hecho; interculturalidad de proceso; etc. Focalizando más, si se tratara de analizar la congruencia de “equis” o “ye” intervenciones, en cada Institución de Educación Superior de Centroamérica (IESCA); hasta en las más avanzadas, seguramente saldrían a relucir contradicciones.
Por lo tanto, quizá la opción sea ir trabajando y evaluando los procesos de avances; no de los entendimientos, sí de las aplicaciones. Y estar pendientes para que no haya retrocesos. Parece ser necesario un primer concepto, la interculturalidad integral, que abarque todos los enfoques de interculturalidad.
Me llama la atención que la puerta de entrada al debate de la interculturalidad no sean los conceptos del desarrollo. En esto hay un punto de equilibrio a trabajar: la interculturalidad crítica versus la tolerancia, y quizá lo más complicado es que tienen que haber roces como muestra de que estamos conviviendo.
Lo otro sería coexistir sin rozar, pero sin verdadero interés por el otro. Deben reconocerse los conflictos culturales, que se desarrollan ahí mismo en la vecindad, entre una propia cultura. Para ello, se hace necesario un segundo concepto de interculturalidad individual, el tema de la interidea cultural o de las ideas propias como individuos. Podemos ser de la misma cultura, pero con interideas diferentes. Entonces, ¿cómo bregar con ello? La interidea debemos entenderla como una etapa previa hacia la interculturalidad.
Asumimos que a lo interno de una cultura todos son dóciles o prácticos y sabedores, que hacemos eco de una misma cosmovisión (que el problema es en el choque con otras culturas). Es necesario experimentar la intracultura, lo intrasocial. Se hace necesario razonar en el interideal de las culturas. Aplicado a la realidad hondureña, si tenemos mestizos, indígenas y garífunas, es necesario saber (estar seguros) que a lo interno de estas tres culturas hay una cosmovisión unívoca, y que el ciudadano común está ligado a la misma, sin desviaciones, dudas ni disentimientos.
Enseguida, plantear la interculturalidad de todos, una esencia intercultural de la identidad hondureña, con referentes varios o polirreferentes. Ejemplo: Morazán, Lempira y Satuyé, respectivamente.
Las bases primarias de la interculturalidad son: interculturalidad individual, interidea cultural. De ahí, la necesidad de un tercer concepto importante: la ciudadanía intercultural. De nuevo, es un tema que pone a prueba los asuntos de tolerancia y convivencia: la naturaleza humana transcultural: “…consecución esencial del ser humano, que sea transcultural y que responda a las necesidades locales o del grupo en cuestión”.
La definición dominante de la esencialidad humana, lamentablemente, se le dejó a la definición y tergiverzación que hicieran de la misma Adam Smith y Charles Darwin, en solapado contubernio. La verdadera esencialidad humana es solidaria y preocupada por el “buen vivir del otro”.
En cambio Smith, mal estableció la naturaleza humana egoísta, individualista, de competencia salvaje. Esta es una racionalidad irracional. Smith dice en su “Teoría de los sentimientos morales”: “Puedo tener empatía por el otro, pero amor propio solo por mí mismo”. Luego, este pensamiento queda rematado con Darwin, al tratar de homologar los comportamientos humanos con los comportamientos animales, y de ahí discernir que la naturaleza humana es una lucha donde prevalece el más fuerte. El papa Benedicto XVI incursiona en este debate diciendo que “sencillamente adoptan una actitud animalezca en un afán por lo material y se han alejan de la templanza de Dios”.
Desde todo ángulo, sociocultural, economía y desarrollo, la doctrina social de la Iglesia, y otros, existe la opción preferencial por una esencialidad humana transcultural. Solamente disiento en que la diversidad no tiene porque ser contraria y/o excluyente de la integralidad.
A la vez están los intereses diversos. Así como los intereses más integrales de todos. Esta dicotomía se resuelve con la filosofía de la composibilidad; donde cada quien puede resolver sus intereses, siempre y cuando no sean contrarios a los intereses más generales de todos, a esos intereses de la integralidad, del común, del global, lo local, regional, nacional, internacional.
Comprendiendo esto, el pendiente sería que todos participáramos en los procesos de desarrollo desde una plena ciudadanía intercultural. De ahí, la necesidad de un cuarto concepto o nivel de interculturalidad, como ser la interculturalidad regional. Son temas pendientes de este concepto la interculturalidad centroamericana y la interculturalidad latinoamericana, la identificación plena de nuestra identidad como Estados-Nación y región identitaria común. La CEPAL planteó, entorno a la celebración de su 50 aniversario, para el ámbito económico-comercial, una iniciativa de regionalismo abierto: apertura comercial con defensa de lo local, en un concurso mundial, donde somos región y no simples países. La interculturalidad regional sacaría a flote lo valioso y competitivo de nuestras culturas tangibles e intangibles.
Aún esta aproximación tan ligera al concepto de interculturalidad me hace elaborar tres conclusiones, a saber: 1.- No es posible definir unívocamente la interculturalidad. La interculturalidad es un concepto en construcción, cuyas aplicaciones se han acelerado, por su carácter cada vez más necesitante.
Lo más claro es que todas las iniciativas deben ir encaminadas hacia el buen vivir o el desarrollo humano sostenible. Debemos desechar la lógica de Rostow que parte del subdesarrollo y define etapas hacia el desarrollo, que en algún momento, teóricamente serán alcanzadas; esto que en la práctica se ha hecho imposible… La mejor de las lógicas es el “derecho al desarrollo”, donde el desarrollo es una responsabilidad a asumir en el punto de partida y no esperar al dictamen del punto de llegada. Dada la gama de conceptos sobre interculturalidad, es necesario ir identificando el origen teórico-institucional de los diversos pensamientos, y hacer un cierre categorial sobre la base de un número más reducido de conceptos. 2.- Las diferentes definiciones y/o apreciaciones de la interculturalidad deben ser definidas desde la práctica concreta en comunidad. Seguirán siendo necesarios los espacios donde se hace culturalidad y multiculturalidad. Muchos teóricos e instancias estudian las culturas y lo hacen con un fin de aportarles a ellos, pero en el trasfondo no lo hacen con ellos.
El apropiado abordaje de la interculturalidad implica una ciudadanía militante intercultural. 3.- La interculturalidad se vive, pero no se está gozando, ni llegando a los fines del buen vivir. La interculturalidad ha avanzado bastante en la muestra de tradiciones y ejercicios de identidad; en lo legal y el decreto; en la utilización política; pero sigue latente la invisibilización de las comunidades indígenas y afrodescendientes.