La anomalía que agradeceremos a los árabes
Grupo Zoopolitik
Hasta la irrupción de Occupy Wall Street tan solo aquello que era de esperar protagonizaba en EE UU la respuesta popular a la crisis: el reactivo Tea Party. Al otro lado del océano un terrorífico mapa político muestra a la extrema derecha ganando posiciones en toda Europa. Wilder en Holanda, Le Pen en Francia, Timo Soini en Finlandia, la Liga Norte en Italia o el Frente Nacional Británico son algunos ejemplos. Estas organizaciones autoritarias y xenófobas han creído topar con Pandora y encontrar en el migrante el ánfora del mal que contamina nuestras sociedades. La nueva derecha y sus ultras renuevan el viejo repertorio racista. Si antes acudían a la biología para intentar demostrar que unas razas eran superiores a otras, ahora hablan de una diferencia cultural supuestamente insalvable, maneras de vivir incompatibles y religiones no reconciliables. Pero en este país y contra todo pronóstico hemos tenido al #15M desde el inicio. Eso se lo debemos en parte a los árabes, que nos permitieron hacer de cada una de nuestras plazas una Tahrir más. Digámoslo así: el movimiento global de los indignados está ahí para salvarnos, es una suerte de katechon invertido, radical y democrático, que refrena el mal tomando la iniciativa. He aquí nuestra tercera tesis. La mejor defensa, un buen ataque.
La criminalización de los inmigrantes busca crear un ejército de sujetos dóciles a los que explotar
El asunto es importante. La incubadora racista ataca al sistema nervioso de nuestra política. Lejos está de limitarse a los partidos ultra. Veamos algunos casos. El pasado 10 de marzo el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de la ONU publicaba un informe en el cual se invitaba al Gobierno español a poner fin a los controles de identificación basados en criterios étnicos y raciales. También se recomendaba la revisión de la circular 1/2010 de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras de la Policía Nacional, que regula el tratamiento policial que reciben los migrantes «sin papeles» en su vida cotidiana. Esta circular incluso había sido impugnada por el Sindicato Unificado de Policía, por entender que no respetaba ciertos derechos constitucionales de los ciudadanos aplicables también a los extranjeros. Un tercer toque de atención iba dirigido a la gestión de los Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE), dispositivos donde se prevé una privación de libertad de hasta sesenta días para personas que no han cometido delito alguno (se procede a su custodia «preventiva» mientras se subsana un expediente de expulsión). Por otro lado, donde el PP gobierna comienza a vulnerarse la normativa internacional sobre derechos humanos al negar atención médica a los migrantes que no lleven X tiempo empadronados. Y en un escándalo a nivel europeo silenciado por el PSOE con el beneplácito del PP, España obtenía de la UE un permiso excepcional para vetar la entrada de rumanos.
Nada inusual. No olvidamos la deportación francesa de gitanos, la nueva política migratoria danesa o la agresiva actuación de Berlusconi en este sentido, por no hablar de las causas que desataron las revueltas en los barrios pobres de París y Londres. Junto a las deportaciones selectivas y los CIE asistimos a un radical proceso de criminalización de la población migrante. Ilegal, sin papeles o irregular son algunos de los términos comúnmente utilizados para marcar a quienes verán negados sus derechos y su movilidad restringida. No se pretende tanto luchar contra las ilegalidades como gestionarlas de manera utilitarista para explotar de la mejor forma la fuerza de trabajo y las posibilidades de la economía sumergida. Se obtiene así un ejército de sujetos dóciles que aceptan condiciones de precariedad extrema, al tiempo que se consigue afectar a la totalidad del cuerpo social -sea éste el objetivo o no- con la idea del inmigrante como amenaza y enemigo. En Europa, como en Estados Unidos, el malestar que genera la policía de los acreedores y sus medidas de austeridad será reprimido por esta otra policía imperial que golpea más duro cuando más abajo uno está. La táctica siempre será dividir a los de abajo en estratos. El movimiento respondió unificándolos: «Somos el 99%». O dicho en lengua wolof: «Mbolo moye dole!»
Fuente: El País-Galicia
* Zoopolitik.com es un grupo de investigación política formado por los activistas Antón Fernández de Rota, Carlos Diz Reboredo, Martín Cebreiro López y Rosendo González.