El reto de la interculturalidad en la educación universitaria. La Universidad Intercultural Indígena de Michoacán
J. Antonio Salgado M
No nacemos con una identidad, la construimos y transformamos a lo largo de nuestra vida. La concepción tribal de la identidad y pretender pertenecer a una sola «cosa» lleva implícito una actitud parcial, intolerante, sectaria y dominadora, sensu amplo.
A. Maaoluf
En torno a las reacciones que, desde diversas posiciones de ver el mundo, ha causado el texto ¿La Universidad Intercultural Indígena, esperanza de permanencia p’urhépecha o un verdugo más? ) firmado por el profesor Tata Pedro Victoriano Cruz, me permito compartir posicionamientos y reflexiones.
Parto de que cada persona tiene una visión del mundo y se posiciona de manera diferenciada ante él. Mis palabras reflejan mi posición y acción en el mundo y en consecuencia son parciales y cargadas de la subjetividad que me he forjado durante la vida. Nunca he anhelado actuar desde una “pretendida ‘imparcialidad”.
Quiero señalar que no conozco el “estilo t’urhixi”, pero he leído que se refiere a “los fuereños”, “los otros”, “los extranjeros” e, incluso, que son las “personas de alma negra”. Siento de algún modo que el texto en cuestión me etiqueta como t’urhixi. Yo no me considero t’urhixi. No soy fuereño, ni extranjero, ni de alma negra y, en toda mi vida de trabajo en comunidades, nadie me había dicho tal cosa.
Considero que las identidades y pertenencias no son un asunto lineal, no se adquieren por nacimiento, ni son innatas; poseemos una identidad compuesta. En mi caso provengo, orgullosamente, de una familia de campesinos y comerciantes de una comunidad al norte del estado de Michoacán en donde aprendí los valores del trabajo, el respeto, la dignidad, la solidaridad y la ayuda mutua, entre tantos otros.
El camino de vida que he recorrido me ha permitido conocer diferentes lugares y personas; a través de los ellos se han forjado mi identidad y mis pertenencias, vinculándome a cada sitio visitado, a cada familia que me ha acogido, a cada grupo con el que he compartido. En este andar, he aprendido que con todas las personas somos diferentes, sin embargo tenemos algo en común, algo que nos identifica, que nos da pertenencia. Por ejemplo compartimos principios y valores que, aun cuando les nombremos de manera diferente, en sus sentidos y acciones son similares.
En este contexto, me preocupa que caigamos en la simplicidad o comodidad de englobar bajo el mismo término a las personas más distintas y, en correspondencia, les atribuyamos acciones y opiniones colectivas; me parece que esto sucede, de manera poco afortunada, con el término t’urhixi.
Creo que difícilmente modificaremos la simplicidad y rapidez de usar términos genéricos, expresiones habituales, para describir a mestizos, indígenas, “indigenistas resentidos”, “personas no indígenas”, entre tantos otros. Me gustaría que fuéramos conscientes de que estos términos y expresiones no son inocentes, que sólo contribuyen a perpetuar prejuicios, resentimientos y actitudes que nos han llevado a los más diversos enfrentamientos.
Ello plantea un gran reto, construir un diálogo en términos de la educación intercultural y, particularmente, de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán (UIIM). En esta construcción, es fundamental recordar que en la UIIM interactuamos personas de diversos orígenes y de muchas comunidades; que todos los grupos a los que nos adscribimos son portadores de cultura y que la interculturalidad parte del reconocimiento del otro, sea o no indígena.
Desde mi óptica, la interculturalidad se refiere al encuentro, aceptación y respeto entre las culturas, al intercambio de saberes, a la convivencia en sociedades que cada vez son más complejas y en donde la incertidumbre es parte de la vida cotidiana. En este sentido, el discurso de la interculturalidad, acompañado de la acción intercultural, hay que construirlo anclado al contexto social de nuestra propia diversidad, ligado al análisis de cómo se producen las relaciones entre diversos grupos y develando las estructuras políticas y económicas que nos condicionan. Aunado a ello, hay que comprender los conflictos que surgen en estos contextos, en nuestras múltiples realidades, de manera que aporten elementos para definir las bases y el rumbo de ese diálogo intercultural necesario.
Soy maestro de la UIIM desde hace un par de años, considero que la construcción de un proyecto de Universidad intercultural es responsabilidad de todas y todos quienes participamos en él, pero particularmente considero es un camino que deben promover quienes están al frente de la institución. Desde mi perspectiva difiero del pensar que se están “dando pasos firmes” en esa construcción, pues no se han fomentado, ni creado, espacios para la discusión colectiva de lo que es para cada uno y cada una la interculturalidad, los valores ético-pedagógicos de la enseñanza intercultural y la construcción programática de la Universidad que queremos. Más allá de lo que podemos platicar entre algunos maestros y maestras sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje, no hay esfuerzos articulados de manera institucional para atender éstos aspectos.
Coincido con el señalamiento sobre los “desencuentros” que se viven en la Universidad y no dudo de que haya “intereses personales” en fomentarlos. Desafortunadamente, en el ambiente universitario han prevalecido el rumor, el “radio-pasillo”, los secretos a voces; abonando a la confusión, desinformación, falsos testimonios y manipulación teniendo como consecuencias el encono y los desencuentros. Esta situación bien podría evitarse facilitando amplios espacios de información y diálogo sobre la conducción de la Universidad, la transparencia en el uso de recursos, las convocatorias para contratación de personal, las estrategias y avances en materia académica, entre otros temas.
Ingresé en la UIIM porque creo en la educación como un movimiento. Como un proceso de creación cultural y transformación social a través de procesos de enseñanza-aprendizaje y de diálogo intercultural. Mis fundamentos se encuentran en la construcción colectiva de aprendizajes, en la generación de conocimientos a partir de la práctica cotidiana y en la aplicación cotidiana de los saberes en la vida familiar y comunal, mirando a la Universidad como una extensión de la comunidad y a la comunidad como un sitio donde se recrean y reconstruyen los saberes universitarios.
Por lo anteriormente expuesto, difiero de las esperanzas depositadas en “los profesores” como guías que muestran caminos y recuperan capacidades de contemplación. Creo, sin temor a equivocarme, que mi responsabilidad dentro y fuera de las aulas -en el espacio Universitario- es escuchar y atender la diversidad de voces, diseñar particularmente con cada grupo los procesos de enseñanza-aprendizaje, facilitarlos y atender en ellos las múltiples opiniones, lenguajes y acciones de vida de cada alumno y alumna. Y durante el proceso educativo, que aprendamos a cuestionar posiciones dogmáticas, relaciones inequitativas y violencias soterradas de manera que, con conciencia plena de nuestros pensamientos y de nuestros actos, construyamos y vivamos día a día los valores ético-filosóficos con los que nos posicionamos ante el mundo, ante la comunidad o las comunidades a las que nos pertenecemos.
Considero que para cumplir con la ética y normas comunitarias, entiéndanse de las que se refieren a la comunidad universitaria, es fundamental que las definamos de manera colectiva y que éstas guíen la convivencia, el diálogo intercultural, las contrataciones, la transparencia administrativa y el proyecto universitario que construimos diariamente.
Me sumo a la invitación de reflexión, con las siguientes consideraciones. Invito a todas y todos, quienes formamos parte de la Universidad, a quienes se interesan en la UIIM y en diversos procesos educativos -autoridades comunales, organizaciones sociales, individuos comprometidos con la educación intercultural-, a reflexionar el sentido y el proyecto de la Universidad intercultural, la defensa de la educación laica y gratuita, la creación de oportunidades educativas y laborales para todas y todos y, sobre todo, la comunidad universitaria que queremos.
Para asumir ese gran reto, me permito plantear una serie de elementos, aprendidos en el diálogo entre amigos y amigas, que nos faciliten construir y vivir una comunidad universitaria:
Reconocer que nos relacionamos a partir de lo que sentimos, creemos, pensamos y sabemos. Que estos aspectos, se convierten en elementos constitutivos de nuestra personalidad y que son una construcción social y cultural;
Reconocer los propios marcos de referencia, desde los que me estoy comunicando con el otro y reconocerme en el otro, en la diferencia;
- Establecer un diálogo de saberes que permita el intercambio basado en el respeto;
- Aspirar a la síntesis cultural, que implica que yo aprendo del otro mientras el otro aprende de mí y así el pensamiento se alimenta, se reordena, se afirma, se re- afirma. Se construye y reconstruye permanentemente;
- No querer cambiar al otro porque no es como yo. La imposición siempre es la negación. Reconocer el derecho de “ser” y reconocer en el otro los derechos humanos que yo mismo poseo;
- Construir con el otro las posibilidades de la conciencia crítica y “ser con el otro”, porque he aprendido a ser conmigo mismo, a estar orgulloso de quién soy y de dónde vengo.
- Reconocer las amenazas del contexto, de lo global en lo local y cómo el otro y yo las vivimos y las exteriorizamos. Estar dispuesto a conocer los aportes de otras culturas y estar dispuestos a compartir mis propios valores. ¿Qué sé del otro, qué sabe el otro de mí? ¿hasta dónde estoy dispuesto a compartir, compartirme con el otro?
- Trascender la relación entre otredades, para empezar a construir un nosotros, en función de los proyectos y aspiraciones compartidas.
- Reconocer las propias debilidades y carencias para trascenderlas en el diálogo colectivo que reconstruye las fortalezas.
- Estar dispuesto a reconocer los conflictos y a buscar soluciones para el bien común, vía el diálogo y la negociación transparente y el consenso.
Finalmente, señalar que el reto y la oportunidad que tenemos frente a nosotros es justamente la articulación en la práctica de diversas visiones a la vez, impulsada desde la generación e implementación de acciones en el marco de la educación intercultural.