Hacer de la acción tutorial el eje nuclear de la formación individualizada a lo largo de la escolaridad obligatoria y el fundamento de la acción docente
Propuesta 14 del Libro blanco de educación intercultural. Documento en el que han colaborado más de cincuenta personas expertas, editado por FETE-UGT.
Si bien es cierto que la acción tutorial ha ganado presencia en el horario lectivo, profesionalidad en su desarrollo y encaje en las normativas y orientaciones oficiales, no siempre desde los centros goza del rigor, la calidad y la eficacia necesarios.
La acción tutorial es el conjunto de actividades que debe realizar el centro educativo y todos sus profesionales para favorecer la formación integral del alumnado y su integración social. Opera tanto en el plano personal, como en el plano de la orientación escolar y profesional, y también en el plano de la convivencia y de la participación. Se desarrolla en dos planos: el individual y el colectivo (del grupo-clase).
La autorización, la atención personal al alumno o alumna, es inherente a la docencia. Su esencia es ese esfuerzo de comprensión y de ayuda por parte del docente en relación al alumnado en formación; no debería ser, por tanto, una obligación burocrática más o una carga molesta que soportar.
MEDIDAS DESEABLES PARA LLEVAR A CABO LA PROPUESTA
• La tutoría individual suele estar bastante descuidada en los centros públicos, no así en algunos centros privados que cuidan y miman esa relación personalizada, de forma que se prevén espacios y tiempos, a lo largo del curso, para esta relación bilateral, para este diálogo reposado y confiado. Los centros educativos deberían prever un mínimo de tres sesiones por curso de atención individualizada por parte del profesorado-tutor, que podría perfectamente extenderse a las familias, si así se estima conveniente. Cada alumno o alumna debería tener un referente adulto que le ayudara y orientara en su desarrollo personal, en la conformación de una identidad cada vez más madura y sólida.
• Para que esto fuera posible, todo el profesorado del centro debería actuar como tutor de un grupo reducido de alumnos y alumnas (incluido el equipo directivo), de forma que la tutoría colectiva del grupo-clase quedara deslindada de esta tutoría individual. Si todo el profesorado asumiera esta responsabilidad, el número de alumnos y alumnas a tutorizar por cada uno de ellos no sería excesivo. Por otra parte, en la medida en que se trata de una relación consentida y de confianza, debería preverse la posibilidad de que el alumnado manifestara sus preferencias a la hora de contar con un profesor o profesora-tutor o bien pudiera cambiar de tutor si el asignado no respondiera a sus necesidades o expectativas.
• La tutoría colectiva, por su parte, debería convertirse en un tiempo bien aprovechado y planificado y no en un simple trámite en el que rellenar encuestas, visionar películas, verter opiniones en torno a los temas de siempre al estilo de algunos programas de televisión…, sino un tiempo formativo de primera categoría, con elementos objetivos de evaluación de las sesiones y de los cambios operados. Cuatro deberían ser los ingredientes principales que otorgarían sentido al tiempo destinado a la tutoría:
– Por una parte, el crecimiento personal, el cultivo de las habilidades sociales y el trabajo con las emociones. Esto quiere decir que debe ser el momento crucial para trabajar la convivencia, el planteamiento, la gestión y la resolución de los conflictos, un aprendizaje imprescindible para vivir y convivir en sociedades complejas, plurales y libres.
– Por otra, el fomento y la práctica de la participación en su vida escolar, a través de las asambleas de aula, pero también, a otro nivel, de las asambleas de curso, de etapa y de centro, si cabe. Esta participación, que debería huir de lo abstracto, de lo retórico y de lo irrelevante, debería empezar por un seguimiento crítico del desarrollo de las clases, de la calidad de sus aprendizajes, y debería incidir también en la mayor parte de los temas de centro en los que ellos están también implicados. Finalmente, esta participación podría tener también una dimensión comunitaria o pública: comunitaria en el sentido de abarcar su entorno vital más próximo, de forma que los problemas, alegrías y dificultades de su barrio, pueblo o ciudad, entraran también en los centros; y pública, en tanto que todo lo humano, más allá del entorno inmediato, debería contribuir también a la formación integral del alumnado.
• También la actualidad y sus mensajeros (los medios de comunicación social y las tecnologías de la información y la comunicación) deberían tener cabida en la acción tutorial. La actualidad ofrece a la consideración de la ciudadanía temas relevantes, cargados de valores, con visiones e interpretaciones múltiples, a veces contrapuestas, que significan un estímulo inagotable para el pensamiento reflexivo, para la argumentación contrastada y para la toma de decisiones y la implicación social, que es uno de los aprendizajes actualmente más descuidados.
• Finalmente, la orientación personal, que incluye las decisiones propiamente escolares (optatividad, evaluación, metacognición, etc.), pero que fácilmente va más allá, llegando hasta las actividades del tiempo de ocio (que puede ser también tiempo educativo) y hasta la vida familiar y social; y las que tienen que ver con el futuro académico y profesional del alumnado, que puede implicar un número grande y variado de actividades para conocer a fondo las posibilidades de seguirse formando y de inserción en el mercado de trabajo.
• Para el profesorado, este planteamiento exige que todos tengan claro que la tutorización forma parte de la función docente (tal vez sería necesario que el complemento por tutoría desapareciera como tal y se integrara en el sueldo ordinario del profesorado para dejar bien claro este aserto); que ha recibido una formación inicial que le capacite para ejercer una tarea de relación, de comunicación y de orientación profesional y rigurosa; que le prepare también para un diálogo fructífero con el alumnado preadolescente y adolescente (más necesitado si cabe de este referente adulto externo a la propia familia) y con los familiares del alumnado; y que el centro asume esta tarea como propia e importante y dedica a su planificación, seguimiento y evaluación un tiempo fijado en el calendario. Tal vez, la obligatoriedad de un informe cualitativo al final de cada curso sobre cada uno de los alumnos y alumnas autorizados sería una forma cabal de visualizar la importancia de esta tarea.
• Finalmente, la tarea de los orientadores y orientadoras escolares debería verse reforzada y apoyada por los equipos directivos, en la medida en que la acción tutorial se convirtiera efectivamente en el eje de la vida personal y colectiva de los centros escolares. Su función de planificación debería verse reforzada por la de preparar materiales, protocolos y recursos al servicio de todo el profesorado, y por las tareas de coordinación, seguimiento y evaluación que, tal vez, debería asumir.