Acoso, discriminación y violencia racista en la escuela
Por Ruth Santisteban
Esta nota es una reflexión sobre el racismo hacia las minorías étnicas o culturales en las instituciones educativas urbanas y rurales de Perú.
El acoso, maltrato o intimidación racista es otra forma de discriminación que la sufrimos y sufren miles de pobladores, adultos y niños de los pueblos originarios, por el hecho de no pertenecer a la cultura hegemónica. Este acoso no solo es de jóvenes a jóvenes, de niños/as a niños/as, de adulto a niño/a, sino de profesora/o a alumno/a, veamos algunos casos:
Los padres, madres indígenas y sus hijas e hijos, provenientes de las zonas rurales que hablan una lengua materna distinta al castellano, se sienten acosados, maltratados, intimidados y discriminados precisamente por ser de donde son. Desde el momento de la matrícula escolar, cuando se les niega una vacante o sin previa evaluación pertinente a sus características socioculturales y lingüísticas, los ubican en grados inferiores con relación al grado de estudio que les corresponde según la institución de procedencia. “son de zona rural, son de escuelas bilingües, solo saben quechua nomás, no saben nada por eso le bajaremos de grado”… son frases de algunos directores , algunas directoras, profesoras y profesores de escuelas de prestigio en los distritos y/o provincias.
Pero esto no queda ahí, si por suerte los niños y las niñas rurales logran una vacante con la respectiva y “justa” rebaja de grado de instrucción, estos no reciben una educación que responda a sus características lingüísticas ni mucho menos culturales y son sometidos a una inmersión en un ambiente hostil, de rechazo y maltrato, lejos de que estas escuelas de prestigio propicien espacios de amabilidad y respeto a lo diverso. Algunos de sus docentes los clasifican entre “los niños del campo” y “los niños de ciudad” y esto es intimidación, maltrato, acoso y discriminación.
Los prejuicios que se tienen de las “familias del campo” en estas escuelas lleva a etiquetarlas como pobres, sucias, alcohólicas incumplidas (cuando no compran los materiales que se pide para el aula), irresponsables (que solo se preocupan de sus chacras y sus animales) analfabetas e ignorantes (no tienen noción de reglas de urbanidad ni de comportamiento) por eso sus hijos no aprenden rápido, no hablan castellano (razón muy buena para que repitan dos o tres años el mismo grado), ahí va otra vez el acoso…
Sabemos además que en las escuelas de las urbes algunos padres y madres de familia no permiten que sus hijos sean amigos de los niños de procedencia campesina.
Todas estas actitudes hacen que los compañeros insulten, maltraten, discriminen, hasta el extremo de agredirlos físicamente, a los niños y niñas que vienen de los territorios indígenas. Como reacción ante este acoso los niños, las niñas intentan ser “el otro”, llegan al extremo de negar el lugar de procedencia, sus padres, el idioma que hablan, sus costumbres, su comida, su vestido.
Por ello es que todas las instituciones educativas, no solo las EIB o rurales, deben dar a conocer, entre otras cosas, que nuestro país es diverso, que existen otras formas de ver el mundo -o los mundos-, que existen otras personas y niños y niñas en el Perú profundo que son parte del “Perú de todas las sangres”.
Es necesario realizar campañas, así como cuando se hace sobre los derechos universales de los niños, sobre los derechos del niño y niña indígenas, reconocidos -implícita y explícitamente- en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en la Convención sobre los Derechos del Niño, en la Declaración y Plan de Acción Mundiales para la Supervivencia, Protección y Desarrollo de los Niños, en la Declaración de la Cumbre Mundial para la Infancia y en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
Estos derechos comprenden el derecho a la educación, al empleo, a la salud, a la vivienda y a la libertad de expresión; así como la protección de los derechos sociales y culturales, entre ellos, el derecho a aprender y hablar las lenguas ancestrales. Por ejemplo, en el artículo 30 de la Convención sobre los Derechos del Niño se reconoce explícitamente el derecho de los niños indígenas a gozar de su cultura tradicional, a practicar su propia religión y a utilizar su lengua tradicional.
En el capítulo 25 del Programa 21, aprobado en la Cumbre de la Tierra de 1992, se exhorta a los gobiernos a conseguir que los jóvenes indígenas tengan acceso a los recursos naturales, a la vivienda y a un medio ambiente sano. (www.unicef.org/indigenas.pdf) y por último, y no por eso el de menos importancia, el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos indígenas y tribales.
Todas las Instituciones Educativas de todo el país deben promover el conocimiento de estos derechos por lo tanto una educación Intercultural.
Todos y todas debemos hacer que este tipo de intimidación, acoso y discriminación étnica, se desnaturalice, son décadas y décadas que las situaciones arriba mencionadas y otras que no se dan en esta reflexión se repiten día a día…ya parecen actos naturales, normales y graciosos llegando a hacer pensar que las etiquetas o insultos que se les hace a los niños campesinos es parte suya, es una características de su persona. “Decir que “los chicos pobres o los descendientes de padres campesinos indígenas o los niños que hablan lenguas originarias aprenden menos que el resto, por ejemplo, es algo que tiende a naturalizarse, sin buscar las causas reales del bajo rendimiento y esto lamentablemente es otra manifestación de la problemática.
Considero que la familia es la clave, no olvidemos que es el espacio privilegiado de la socialización, donde se adquieren los primeros patrones culturales, así como los de comportamiento, desarrollo de vínculos afectivos, donde nuestros hijos fortalecen su autoestima y establecen relaciones maduras y empáticas con sus semejantes. Cada familia es diferente y particular, cada familia tiene sus propias pautas de crianza, la escuela y la comunidad deberían ser reforzarlos sin trasgredir ni atentar a esa particularidad.
Y cuando hablamos de comunidad nos referimos también a algunos programas e instituciones que con el sano afán de ayudar a “progresar” a las familias van anulando el rol de estas y de sus pautas de crianza, convenciéndolos de que hay un solo tipo de niño, de adolescente y de núcleo familiar con únicos valores y conductas. Y creo que la diversidad en todo sentido de la palabra debe ser de dominio y de vivencia, de respeto y que son necesarios programas que promuevan valores, normas y actitudes que contribuyan al real desarrollo integral de los alumnos y a la diversidad.
Ruth Dina Santisteban Matto
Educadora
rudisama@hotmail.com
Ruth Santisteban es educadora en Cusco, con una larga experiencia en EIB, especialista en enseñanza de castellano como segunda lengua.
Fuente: Nila Vigil. Instituto lingüistico de invierno/ Lista Interculturalidad