Convivencia, educación e interculturalidad
La convivencia intercultural ha ido adquiriendo poco a poco un papel relevante en la planficación de los proyectos educativos de muchos centros escolares, así como de otras iniciativas socioeducativas. Con este documento, fruto de un proceso de reflexión sobre trayectorias y territorios diversos, queremos mostraros como la práctica de la educación intercultural en un principio basada en pequeñas actuaciones, pequeños pasos, ha ido generando proyectos más globales, integrales, y comunitarios. Cada cual según su realidad y sus necesidades, interpreta en que momento se encuentra su realidad, aquí os mostramos diferentes “prácticas educativas” que se han ido transformando, incorporando más explícitamente el aprendizaje de la convivencia como un elemento sustancial de las mismas.
INTRODUCCIÓN
El largo camino recorrido hasta ahora, a través de las diferentes intervenciones socioeducativas, nos sitúa en un nuevo escenario donde la convivencia intercultural ha pasado a ser el núcleo duro de los diferentes planes, programas y proyectos del ámbito educativo.
Es uno de los ejes prioritarios de las diferentes prácticas del día a día de muchas escuelas, asociaciones, instituciones, y otros lugares –muchos de ellos, en la sombra– como respuesta a las necesidades que plantean las desigualdades y las situaciones de conflicto en el centro o en el aula.
La convivencia, el clima de aula… ¿No le parece que en general no se le da la importancia que debería tener a una convivencia empática en el aula?
Parto de una premisa básica, una apuesta decidida por un mundo más justo y defensor de los derechos humanos, así como de la creencia firme de que son las prácticas educativas la herramienta fundamental para llegar a ello.
Teniendo la certeza de que estas prácticas trascienden los límites del sistema educativo formal y cobran un sentido realmente transformador cuando adoptamos una dimensión de la educación claramente comunitaria, y al mismo tiempo, asumimos el protagonismo que a cada persona nos corresponde según el lugar que ocupamos en él. Y tengo la impresión de que, demasiadas veces, hablar de justicia, de convivencia, de regulación de conl ictos de manera pacífica, se considera como una gran ingenuidad, un especie de buenismo que se aleja de la realidad.
En estos momentos en los que la crisis alcanza a todos los niveles de la economía y se desmorona el estado de bienestar como lo conocíamos, necesitamos demostrar a quienes lo cuestionan que sí, se puede cambiar la realidad de la escuela y ser, al fin, protagonistas de nuestras vidas. Llama la atención que cuando el mundo parece que se hace más global y la economía capitalista aparece como la única opción, recuperen su sentido otras dinámicas de reai rmación de identidades colectivas de pueblos y sectores sociales normalmente excluidos. Aprender a convivir se convierte en una prioridad básica, puesto que la convivencia no es algo que venga dado por el hecho de que diferentes personas se encuentren en un mismo espacio. El aprendizaje de la convivencia se construye con un mayor grado de calidad, en la medida que tiene en cuenta la realidad que habitamos, los conocimientos, las necesidades y los intereses previos con los que contamos, y especialmente cuando se cuenta con la participación de todas las personas que comparten un proyecto. Para conseguirlo, unos matices previos:
– La interculturalidad, más allá de la inmigración, y la inmigración más allá de la interculturalidad. En el discurso teórico entendemos que la educación intercultural es para todos y para todas, y sin embargo en la práctica seguimos hablando y planii cando actuaciones ‘para’ los inmigrantes. Y eso significa trabajar aspectos relacionados especíi camente con la inmigración, y a la vez, implica definir y distinguir, conceptual y prácticamente, qué dei ne los espacios en los que nos movemos y quiénes son los protagonistas de los mismos.
– De la misma manera, entiendo la interculturalidad como un proyecto que trasciende los límites de la escuela. Considero imprescindible exigir una reorientación de la educación que implique una interacción de lo formal, no formal e informal, y concentrar los esfuerzos en una apuesta decidida por el desarrollo humano y social en su complejidad. Actuaciones conjuntas y no actuaciones sectoriales que llevan a cabo su propio proyecto de educación. Se hace necesario, cada vez con más premura, establecer dinámicas más colaborativas entre las distintas instituciones que se centren en lo social, la erradicación de la desigualdad y el acceso a las oportunidades.
¿Cree que hay alternativas al sistema que nos ha llevado a esta crisis financiera?
Que hay otras alternativas y otras actuaciones posibles ante la actual crisis financiera, crisis del “monosistema”, es evidente. Y no me refiero tan solo a las alternativas económicas [1] diferentes a las que nos plantean los tecnócratas, sino alternativas a un sistema deshumanizado. La tarea no es fácil porque requiere del protagonismo de las personas, pero desde sectores educativos, asociativos, y por supuesto desde muchas agencias e instituciones generales y locales, estamos avanzando. ¿Y qué decir de los Movimientos populares como los de Túnez, Egipto, el 20F marroquí, el 15M español, la “marea verde por la escuela pública”, que demuestran el poder de la ciudadanía y el hartazgo de la desigualdad, transmitiéndonos un mensaje claro y esperanzador, de protagonismo, de autonomía y de rebeldía: la idea clara de que nadie decida por mí.
El aprendizaje de la convivencia se construye con un mayor grado de calidad, en la medida que tiene en cuenta la realidad que habitamos, los conocimientos, las necesidades y los intereses previos con los que contamos, y especialmente cuando se cuenta con el protagonismo y la participación de todas las personas que comparten un proyecto
¿Una especie de vivir bien, sin vivir mejor?
Tú lo has dicho. Mira, permíteme recordar esta pequeña historia de finales del siglo XX que se dio en América, donde buscaban la traducción del concepto de ‘desarrollo’ en las lenguas de los pueblos originarios. No la encontraron porque no existe este término, sin embargo encontraron un equivalente del concepto. Y así surgió el “Vivir Bien” o “Buen Vivir”, en Ecuador. Este término no se parece en nada y de ahí que los gestores del mismo se encuentren constantemente en situaciones donde tienen que argumentar que el “Vivir Bien” no es “Vivir mejor”. Una segunda retraducción del término parece acercarse mejor a los conceptos que emanan de estas palabras, entendiéndolas como una forma de vivir correctamente junto con los seres humanos, animales, naturaleza o cosmos, debiéndose entender mejor como “buen convivir” o “convivir correctamente”.
Puede parecer que tanto una perspectiva como otra solo están señalando situaciones “ideales” que están por llegar en un futuro, y no están presentes en la realidad cotidiana. Sin embargo entiendo que no es así ya que al mismo tiempo que señalan hacia donde caminar, apuntan también indicadores concretos sobre los que investigar.
Pero, ¿y el conflicto?
Por lo general, existe de manera bastante generalizada una imagen problemática y conflictiva de la diversidad cultural, referida especialmente hacia el “diferente”. Cuando se tratan estos temas, a menudo se vinculan a situaciones con connotaciones negativas, y acaban generando una imagen negativa de lo que es el contacto intercultural. La realidad es otra muy diferente, en la escuela. por ejemplo, la presencia de alumnado extranjero en los centros educativos, o de alumnado minoritario, o de otras “diversidades” conlleva muy pocos problemas [2] aunque, eso si, hace más claros y evidentes los dilemas no resueltos de un sistema educativo al que le queda mucho por cambiar. Entiendo que la alternativa pasa por no vivir la diversidad como algo negativo, algo problemático, sino como una oportunidad.
El hecho de pertenecer a culturas diferentes, por ejemplo, no es lo que provoca la existencia de conflictos. Plantea, eso si, situaciones sociales donde entran en juego numerosos elementos psicosociales, antropológicos, socio-económicos, etc. Por eso, estas situaciones deben ser tratadas más que como problemas interculturales, como situaciones de conflicto originados por la desigualdad social. No podemos olvidar que los conflictos no son algo opuesto a la convivencia, sino al contrario: para la construcción de ésta es necesario la regulación de aquellos.
Si partimos de una concepción del conflicto como inevitable, positivo y una oportunidad de cambio, no es el conflicto lo que hay que prevenir, sino más bien los problemas, las acciones violentas, las discriminaciones y las consecuencias de un conflicto “mal llevado”.
En la misma lógica, no debemos trabajar para evitar los conflictos, sino que podemos trabajar afrontando los conl ictos de manera creativa y responsable, para evitar los problemas, la discriminación, las violencias, etc., o al menos limitar, reconocer y reparar sus consecuencias.
¿Quiere decir que hay que educar en la escuela para convivir en la sociedad?
La escuela un lugar adecuado para aprender a convivir, aunque no el único. Un centro escolar puede ser el lugar apropiado en el que plantear una educación para la convivencia que se traslade hasta la sociedad, a la familia y al entorno inmediato; educar en el tratamiento de conl ictos reales en el interior de la escuela puede hacer de la misma un lugar de aprendizaje mucho más ei caz si se hace desde una responsabilidad compartida con todos los otros agentes que intervienen en los diferentes procesos de educación: familia, asociaciones de ocio y tiempo libre, participación social, medios de comunicación, poderes públicos.
Aunque creo que los centros escolares tienen ciertas características que dificultan y otras que favorecen ese aprendizaje del convivir en la cotidianidad. Tradicionalmente son jerárquicos, competitivos, no siempre consecuentes entre los valores defendidos y las actitudes del profesorado. Tampoco se le da el espacio adecuado a la participación, en muchos casos. Pero yo me quedo con la función socializadora de la escuela: el aprendizaje de la cooperación, la solidaridad y el esfuerzo individual y colectivo por alcanzar metas comunes.
¿Eso de preparar para la participación ciudadana?
Bueno, a nivel político, falta un proyecto claro en cuanto a la gestión de la diversidad cultural, en el que las diferentes administraciones fomenten una actitud positiva, equiparando derechos y obligaciones y haciendo más esfuerzos dirigidos tanto hacia las “mayorías” como hacía las minorías. Una apuesta por un modelo de gestión de la sociedad desde la interculturalidad requiere la adecuación institucional, “acomodación institucional” en palabras de Ricard Zapata [3] : las instituciones se deben adaptar al cambio de la sociedad, especialmente las instituciones públicas. En cuanto al mundo asociativo, se requiere un esfuerzo por parte de las diferentes asociaciones, organizaciones, y agencias para salir del individualismo que impregna sus diferentes intervenciones ante la misma realidad. Queda mucho por hacer para conseguir un verdadero movimiento asociativo que aúne esfuerzos para conseguir trasladar muchos de los temas de la agenda social a la agenda política.
Pero desde un punto de vista más práctico, ¿qué se puede proponer para facilitar la convivencia?
Llevamos ya tiempo trabajando en eso de la convivencia intercultural. Muchas experiencias de centros y de aulas han tenido que dedicar gran parte de sus esfuerzos a reducir los elementos de discriminación negativa que han surgido en los contextos sociales y educativos donde se viven. Pero también es de justicia señalar que contamos con bastantes experiencias positivas, por ejemplo estas que os propongo:
1) La ayuda invisible, la convivencia invisible. Para mi tiene una alta carga simbólica la investigación llevada a cabo por Beatriz Díaz en el barrio de San Francisco de Bilbao [4] . Especialmente porque muestra de manera evidente cómo la ayuda, la convivencia, está presente en las relaciones entre las personas del barrio. Profundiza en los hechos de ayuda y en el cómo se llevan a cabo de manera mucho más natural de lo que imaginamos. Y señala críticamente el cómo determinados enfoques paternalistas y miserabilistas sobre la inmigración y los inmigrantes, por parte de administraciones y también ongs, ocultan una realidad más compleja y mucho más esperanzadora. Donde las personas se presentan como seres mucho más activos, y al mismo tiempo protagonistas de la transformación de su propia realidad. Una pequeña lectura del texto nos podría servir para mostrar que la convivencia no es sólo un ideal de futuro, sino una realidad cotidiana que se desarrolla en el día a día. Una simple mirada al entorno inmediato nos puede hacer descubrir que puede haber más cosas que funcionan que las que no funcionan. Y partiendo de ese “conocimiento” después podrán venir planes, proyectos, programas, intervenciones cuyo objetivo sea fomentar y construir la Convivencia Intercultural.
2) Los planes preventivos desarrollados en el marco escolar. Un centro que apuesta por la convivencia intercultural, por una escuela intercultural, gasta sus tiempos y energías en formas de regular los conflictos que sean coherentes con los principios y valores que subyacen en lo intercultural, identificando su importancia y su influencia en los procesos educativos en los que están inmersos. En un centro de estas características la regulación de conl ictos, se plantea como una competencia de toda la comunidad educativa, y se tiene conciencia de que los mejores planes son los preventivos. Entendiendo que la mejor forma de trabajar la prevención es tener experiencias positivas de haber resuelto conl ictos para lo cual es necesario dotarse de recursos, habilidades, estrategias que faciliten afrontar mejor esos conl ictos cotidianos, y de una manera u otra apuesta porque se den una serie de condiciones básicas o al menos la búsqueda de éstas, condiciones como:
– Plantearse como meta prioritaria, el conocimiento y reconocimiento de la identidad propia, como individuos y como miembros de una colectividad.
– Crear un clima de confianza. Es importante fomentar la confianza endogrupal pero también la intergrupal.
– Crear una buena comunicación. De hecho en la base de muchos conl ictos no existe la incompatibilidad de intereses sino una mala comunicación, y ésta puede tener su origen en la existencia de estereotipos, la falta de información, mensajes desvirtuados, etc.,
– Establecer cambios en el currículo con el que trabaja. Lo que hacemos y cómo lo hacemos.
– Desarrollar las habilidades necesarias para abordar los conflictos. Las habilidades se aprenden, no podemos esperar resultados si no contamos con las habilidades necesarias para interactuar con los demás.
– Garantizar la participación. Uno de los pilares básicos de este trabajo preventivo es promover el contacto y la relación entre los diferentes agentes del entorno escolar inmediato, favoreciendo que los centros puedan ser uno de los núcleos fuertes de ese encuentro.
No podemos olvidar la necesidad de un proyecto global donde la participación de toda la comunidad educativa es un requisito imprescindible, algo tiene que decir cada uno de los actores implicados en cada centro para lo cual es necesario encontrar: “un lugar compartido para observar los avances y planificar los futuros” [5]. Resulta evidente cada vez más la necesidad de instrumentos de coordinación entre los diferentes actores, y que cada cual entienda cuáles son esos actores. En la actualidad es imprescindible contar con alianzas fuertes: “Impulsar proyectos de educación comunitaria ayuda sin duda a fortalecer y aprovechar la acción educativa que se realiza en la escuela con alumnado de familia inmigrada. La acción de una u otra forma de desarrollarla, sin embargo, no depende de un debate técnico sino del análisis de las fortalezas y las debilidades de un territorio, y a partir de ahí establecer una modalidad de trabajo educativo compartido…” [6]
Los centros (pueden ser) uno de los núcleos fuertes de ese encuentro. Lo interesante sería pensar que la escuela es un lugar bastante adecuado para trabajar la convivencia intercultural, pero que no es el único lugar. El camino a seguir debería ir en el sentido de interconectar las diferentes propuestas, las diferentes intervenciones, que confluyen en cada contexto social determinado. Impulsar proyectos de educación comunitaria que ayuda sin duda a fortalecer y aprovechar la acción educativa que se realiza en la escuela, una acción más interinstitucional que institucional, una modalidad de trabajo educativo compartido. Cada vez tiene más fuerza la idea de que no es posible una atención a la diversidad desde los centros educativos, las escuelas, de forma exclusiva. Y se apuntan dos direcciones a tomar para afrontar el cambio necesario: la primera, la apertura del centro al exterior; la segunda, el compromiso de la sociedad de favorecer la constitución de entornos sociales educadores. Sobre la apertura de los centros, podemos hacer referencia a un modelo comunitario de atención a la diversidad que está calando progresivamente en los países occidentales en general, y en nuestro país en particular: las comunidades de aprendizaje. Para el compromiso educativo de la sociedad, nos referimos a los movimientos de las ciudades educadoras y de aprendizaje.
3) Dinamización y participación comunitaria en contextos multiculturales [7] . Las realidades son múltiples y entre lo que nos separa y nos une, están los puentes. Es evidente que la perspectiva técnica, no es la perspectiva de los vecinos y vecinas. De la misma manera que la perspectiva de los vecinos y vecinas recién llegados, no es la misma que la de los andaluces que llegaron a Cataluña, la de los que tienen comercios de los que no, etc. Es difícil que una misma realidad, sea interpretada de la misma manera por diferentes personas, por eso los procesos de pedagogía participativa lo que buscan son reunir en un mismo espacio a personas sobre un interés común, para dei nirlo según los diferentes puntos de vista y tratar de incidir, cambiar o transformar una realidad.
No se trata de convertirnos en una masa homogénea que funciona en un perfecto mundo feliz. Se trata de establecer el reconocimiento y el respeto básico para a partir de ahí plantearse tareas comunes, realistas, sobre la base de aquello que nos une y con la esperanza que estas acciones generen nuevas dinámicas o las cambien en pro de la cohesión social y la convivencia. Muy a menudo nuestra función como agentes sociales consiste en recordar y recordarnos qué es aquello que nos ha llevado a juntarnos en un espacio común, cuál es el interés común que está por encima de cualquier otra diferencia, y cuando lo hemos logrado, celebrarlo y después ver si hay otro motivo para seguir haciendo algo conjuntamente. Provocar encuentros, conectar y pensar juntas para actuar y decidir autónomamente. Lo que es una necesidad identii cada y/o percibida por los y las técnicas, no necesariamente es interesante o merece la implicación y la participación de la gente “afectada”. Incluso entre la gente “afectada” hay diferentes maneras de vivenciar una misma realidad y diferentes grados de afectación en función de sus valores, prioridades, situación laboral, género, su cultura e ini nidad de factores… Por tanto una de las lecciones aprendidas es que no todo el mundo va a participar en todo, ni tiene por qué.
La escuela, la asociación… ¿cree que la mediación vecinal puede ser un proyecto de educación comunitaria?
Totalmente: algunos proyectos han ido derivando en proyectos de mediación más ajustados a realidades concretas [8] . Como el Servicio de Dinamización vecinal de Villaverde, en Madrid, que viene trabajando en algunas líneas de intervención en las que la mediación ha tenido y tiene un papel destacado. Como por ejemplo en la creación del Grupo TKA (Te queremos ayudar): un proyecto de Mediación Educativa que viene llevando a cabo en un centro escolar desde el año de 2007, donde ha celebrado ya 5 talleres cobre Convivencia Escolar y Mediación Educativa, con la participación de todo el equipo de Dinamización Vecinal de Villaverde, y junto al compromiso del centro de trabajar conjuntamente, en un proyecto donde se reparten las tareas para ir canalizando de alguna manera las diferentes situaciones que van sucediendo en el centro y en el barrio, de diferentes maneras, reivindicativas, de búsqueda de diálogo, etc.
Es interesante la experiencia mediadora en dos casos puntuales:
− Un conflicto originado en mayo de 2005 a raíz de la muerte de un chaval del barrio: Manu, por ser el autor del homicidio un joven de nacionalidad extranjera. − Y otro, el uso de los espacios públicos en el distrito, en la actualidad un punto conflictivo complejo: hace tres años un grupo de vecinos y vecinas reunieron 3.000 firmas para enviarlas a la Junta Municipal solicitando que se expulse a personas usuarias del Parque de Plata y Castañar de Villaverde Alto, en su mayoría de origen latinoamericano.
También resulta interesante y evocador, el trabajo en red que están llevando a cabo. El trabajo en equipo del proyecto es uno de sus valores y es a la vez una necesidad para proyectar el trabajo en el barrio, por ello los esfuerzos para fomentarlo y unirse a las redes ya encontradas para dar continuidad a los procesos como una cuestión muy importante. La cercanía que aporta el trabajar desde una Asociación Vecinal les ha permitido conocer diferentes espacios para crear red: “Apostamos por que de alguna manera nuestra intervención sirva para fomentar la corresponsabilidad en los procesos sociales y la sostenibilidad de los mismos. Buscamos relacionar todos estos procesos con una actitud mediadora que los enriquezcan y faciliten a la vez, la rel exión i nal que subrayaríamos es la que comentó una chavala del Grupo de Mediación TKA (te queremos ayudar) y en la que creemos: “La mediación además de servirme para resolver mis conflictos con y de mis colegas en el centro, creo que me va a servir para la vida…”
Pero eso que propone, ¿funciona en todos los casos?
No. Al igual que existen territorios y espacios concretos donde la convivencia funciona más o menos, más allá de la mera coexistencia, también existen otros donde lo que funciona es la no convivencia. Y en este sentido es importante entender que cada realidad es única, y que cuenta de manera única también con diferentes posibilidades para actuar.
Diferentes posibilidades en la medida que existan algún tipo de minorías culturales; que se hayan producido casos extremos de discriminación, rechazo, racismo; en tanto existan iniciativas institucionales o sociales, relacionadas con la Interculturalidad; según los diferentes intereses de los vecinos y vecinas; en la medida que cuente con diferentes tipos de organizaciones de sus habitantes, y por supuesto de la capacidad que éstas tienen de incidir en su medio. O que no existan.
Conocer la existencia o no de esos elementos nos lleva a pensar sobre: las relaciones entre las personas que habitan ese mismo espacio, la presencia de reciprocidad, aprendizaje mutuo, cooperación, respeto, valores y normas compartidas, intereses y vínculos comunes, comunicación, conl ictos, prevención, procedimientos pacíficos, tolerancia activa, reconocimiento, mezcla, especii cidad, pertenencia a una comunidad. Todos estos elementos pueden ser buenos indicadores que nos ayuden a identii car los espacios de convivencia y cuando no están, también nos señalen los lugares de la no convivencia. Su presencia o carencia deben ser un referente para marcar la senda de por donde ir en el aprender a convivir, ya sea una escuela, un grupo de tiempo libre, una asociación de vecinos o cualquier institución de nuestro territorio.
Ante esas realidades diferentes surgen necesidades también diferentes. Depende de quienes viven y/o conviven, de los diferentes proyectos comunes, y por supuesto de los recursos con los que cuentan para que la realidad pinte de una manera u otra. Y para caminar en todos los escenarios posibles, y en cada uno de ellos, surgen diferentes necesidades pero también algunas de ellas que son comunes [9] . La necesidad de:
– Saber cómo estamos manejando los estereotipos, prejuicios, discriminaciones. No solo son importantes los hechos, sino también las interpretaciones de estos hechos. Muchos de los prejuicios hacia el diferente, ante las diversidades están relacionados con el miedo al cambio. Lo interesante es cómo manejar las diferentes interpretaciones, porque nos explican los hechos, también los discursos y nuestras actuaciones.
– Aprender a gestionar la convivencia de forma participativa. La gestión de la convivencia implica la participación de todas y de todos. Implica convertirnos en protagonistas. Crear estructuras para que el alumnado y el profesorado puedan seguir participando en otras fases de la gestión de la convivencia, reinventando la idea de comunidad educativa. Reinventando la democracia en todos los ámbitos de la vida.
– Aprender a gestionar los conl ictos de forma constructiva. El aprendizaje de la convivencia adquiere todo su sentido en la forma que tenemos de afrontar los conl ictos. La apuesta por una gestión de forma participativa de la convivencia no conlleva que no vaya a haber conflictos, sino que implica que contamos con más estrategias y recursos para afrontarlos. La importancia de los conflictos en los contextos socioeducativo dependen bastante de las gafas con las que nos acerquemos.
Fuente: Orientaciones para la práctica de la Educación Intercultural. Red Escuelas Interculturales
[1] Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa han escrito un maravilloso material: Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España. Madrid, Sequitur, 2011.
[2] “No encontramos indicadores claros que nos permitan ai rmar que la variable diversidad cultural podría afectar por sí sola y de forma definida al proceso global de aprendizaje. Las cosas funcionan, cuando se dan realmente, por parte de la escuela, unas actitudes y unas actuaciones favorables a la comprensión y a la aceptación de la diversidad cultural individual. La dificultad radica en poder generalizar esas condiciones (Investigación del CIDE).
[3] Zapata, R. Gestión de la multiculturalidad en España
[4] Díaz, Beatriz. La ayuda invisible. Bilbao: Likiniano.
[5] Interesante para profundizar en esta linea: De Vicente Abad. J. (2010). 7 ideas clave. Escuelas sostenibles en convivencia. Barcelona: Graó.
[6] Essomba, M.A. (2008). La gestión de la diversidad cultural en la escuela. Barcelona: Graó.
[7] Ideas de una experiencia en la marca de l´ Ham, un barrio de Figueres. (Mar Morollón).
[8] 9 Ideas y reflexiones de Lily Gálvez Dávila, del Barrio de Villaverde a través del Servicio de Dinamización Vecina (Un equipo polivalente –profesionales de diversas especialidades del campo social– facilitador de procesos en los barrios y distritos. Uno de los dispositivos de Convivencia del Ayuntamiento de Madrid. Nace el año 2004.)
[9] Colectivo AMANI (2009). Educación intercultural. Análisis y resolución de conflictos. Madrid: Los libros de la Catarata.