¿Por qué apostar por una educación intercultural?
Por Saúl Bermejo Paredes
Existen muchas tendencias respecto a la educación intercultural, no todos concebimos de la misma manera. Sin embargo, hay ideas que deben ser superadas:
* La Educación Intercultural (EI) es enseñanza únicamente de las lenguas aborígenes: aimara, quechua y otras.
* La EI es una buena idea pedagógica que está dirigida a los alumnos culturalmente minoritarios y diferentes.
* La EI es una educación compensatoria para igualar.
* La EI es para los sectores rurales, urbano-marginales o para la educación primaria únicamente.
* El indígena es pobre porque es indio. Para salir de la pobreza ha de renunciar a su lengua, a su cultura y a su identidad étnica, dejando de ser indio.
* La diversidad lingüística es un obstáculo para el desarrollo del país.
* La EI es una educación de tercera clase para los marginales.
* Las lenguas y culturas indígenas pueden tolerarse en el uso privado e incluso declararse como de interés público, preservando su existencia como un objeto de significado histórico al igual que el patrimonio artístico.
* El fomento de las lenguas y culturas indígenas encierra un fuerte peligro de fragmentación de la unidad nacional.
* Percibir el componente cultural como una entidad pasiva, folclórica, restringida al pasado y no como un proceso dinámico en constante reelaboración. Muchas personas desean vernos con poncho y ojotas, chajchando coca y comiendo maíz únicamente.
* Pensar que la extinción de una lengua y cultura es natural y no provocada por acciones políticas dentro de un contexto histórico particular.
* Percibir la EI como diversificación del currículo o una especialización educativa y no como un paradigma o enfoque.
ALGUNAS RAZONES PARA APOSTAR POR UNA ALTERNATIVA INTERCULTURAL:
Actualmente, el impulso de las políticas neoliberales en Occidente, el libre mercado y los TLCs (Tratados de Libre Comercio), el auge de las multinacionales en desmedro de la madre naturaleza y los territorios de los pueblos indígenas, sólo favorecen el desarrollo económico de los países del Norte a expensas del empobrecimiento de los del Sur. Se acrecientan las desigualdades socioeconómicas, se uniformiza culturalmente los mercados, se alimenta los llamados choques de civilizaciones, en un marco internacional con gran presencia de organizaciones económicas, políticas y militares de carácter transnacional.
El capitalismo, la economía de mercado, los medios de comunicación y el ciberespacio marcan unas formas de vida común, una homogeneización de la cultura. Podemos hablar entonces de una expansión neocolonial, con generalización de la cultura dominante. Por lo mismo, la exclusión, el racismo, la contaminación y la hecatombe de la pachamama, la educación homogeneizante, el hambre y la miseria parecen perpetuarse y alentar un panorama desalentador y a su vez peligroso.
Dos ámbitos decisivos de la vida se encuentran hoy globalizados microelectrónicamente y cruzan fronteras sin limitaciones de espacio ni dilaciones en el tiempo: la información y las finanzas. Si algo no tiene precedente es el volumen de masa monetaria y de imágenes que se desplazan sin límites de espacio y ocupan un espacio infinitesimal1. Esto ha configurado el mundo de manera diferente, existen nuevas formas de percepción del tiempo, espacio, las distancias, nuevas representaciones del diálogo, estilos de vida, valores, formas de comunicación, desarrollo de la información y del conocimiento; pero sobre todo, ha generado un modo paradójico antes poco visible en el planeta: la riqueza y el poder se van concentrando cada vez en pocas manos; y al mismo tiempo, la imagen y la información se van diseminando por todas partes borrando a su paso, las memorias colectivas e identidades históricas de los pueblos.
De este modo, la globalización impacta sobre nuestras sociedades nacionales y exacerba simultáneamente sus brechas económicas-sociales-culturales y su desarrollo comunicacional. Pero también, es la oportunidad inédita e histórica para reafirmar, recrear y pluralizar nuestra identidad con las señales que otros emiten desde diversos lugares del mundo. Es la oportunidad para que la escuela vaya de la mano con el avance de la ciencia y el conocimiento universal _y no sea una instancia para repetir y enseñar cosas del pasado_, e incorpore las nuevas ramas del saber humano como la criogenética, telemática, clonación, biotecnología, nanotecnología, etc.
Asistimos a un momento en el que las catástrofes medioambientales, las crisis económicas y políticas, así como los conflictos internacionales, son las principales noticias que invaden los medios informativos y de comunicación. Los pueblos más golpeados siempre son los menos desarrollados y los medios de comunicación contribuyen a estigmatizar a algunos grupos y países con la atribución de la responsabilidad de alterar la paz y la seguridad mundial. De esta forma se fomenta enormemente la conformación de una opinión generalizada que favorece a los intereses de las fuerzas políticas y económicas que los sustentan2. De cada noticia que se oye o lee, salen cantidades de sangre y más sangre, destacan las crónicas de muerte y sucesos policiales; en varios casos, se criminaliza la protesta y el descontento popular; se estigmatizan y mediatizan los hechos protagonizados por los pueblos indígenas y sus representantes: el propio Presidente de la República se muestra intolerante y usa frases como el “perro del hortelano”, “ciudadanos de segunda clase”, que sólo contribuye a cuestionar _en lugar de construir_, la democracia.
Vivimos en una sociedad contradictoria y excluyente: la realidad se encuentra muy lejos de los preceptos legales que se ufanan de una aparente igualdad y convivencia democrática entre las personas. En este país operan otras reglas no admitidas ni consentidas: el racismo, la discriminación étnica, económica, social, lingüística, etc. Existen círculos sociales “blindados” para no admitir a los “diferentes” y pobres; para este propósito se han creado instancias y espacios para evitar la “contaminación” y el contacto. Hay zonas exclusivas amuralladas con cercos eléctricos, personal de seguridad y perros guardianes; así como colegios o instancias militarizadas que mantienen las taras xenofóbicas y racistas, las injusticias sociales y los prejuicios de unas personas hacia otras. Es humillante constatar en los anuncios de trabajo que se requieren personas de “buena presencia”, que implícitamente significa personas “no indígenas”. En estas condiciones, los Derechos Humanos y la vida en democracia sólo se oyen como palabras “bonitas” y nada más.
En el trajín de la vida diaria pueden constatarse posiciones como las siguientes: quedarse en un simple respeto pasivo hacia el otro, sin aceptar una interrelación dialógica (tolero tu presencia mientras no me afecte en nada), caer en posiciones asimilacionistas (te acepto sólo si renuncias a tu cultura de origen), etnocentristas (mi cultura es superior a la tuya), relativistas (todo vale, todo es respetable), etc. Pues, el corte colonial como advierte Protzel3 entre una República de Españoles y una República de Indios bloqueó, aunque imperfectamente, el contacto intercultural, mientras las autoridades virreinales sofocaban cualquier tentativa de identidad panandina. Por añadidura el gamonalismo de hace un siglo liquidó el rol intermediario de los curacas, consagrando el poder de los mistis, prolongando la herencia colonial, dando lugar al “indígena” genérico y excluido. Más allá de los movimientos de los años veinte en el Sur o del propósito de formar repúblicas independientes quechua y aymara, o incluso del tinte antioccidental del discurso indigenista, el elemento predominante en los últimos cincuenta años ha sido progresiva eliminación del “indio” como sinónimo de explotación y servidumbre, como identidad cultural, sin que por ello desapareciesen ni la exclusión ni el racismo, subyacentes al accidentado proceso de integración nacional4.
Estos argumentos y otros como: la situación plurilingüe y plurinacional del país, la educación elitista y asimilacionista, la baja calidad de la educación e impertinencia de la curricula, los problemas del aprendizaje y la enseñanza, la frágil identidad cultural, la inequidad y la exclusión, las bases filosóficas y epistemológicas soporte de la EI, el marco legal y los antecedentes de la EI, constituyen marcos de referencia suficientes para justificar la apuesta inquebrantable por una Educación Intercultural.
NOTA: 1 HOPENHAYN, Martín. 2001. La Aldea Global Entre la Utopía Transcultural y el Ratio Mercantil: Paradojas de la Globalización cultural. En: Cultura y Globalización. Degregori y Portocarrero (editores). Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú. Lima. 2 FERNÁNDEZ E., Mariano. 2003. La Educación Intercultural en la Sociedad Multicultural. En: Interculturalidad y Educación: un nuevo reto para la sociedad democrática. Proyecto Atlántida. España. 3 PROTZEL, Javier. 2001. Secularización y Fundamentalismo en la Escena Global. En: Cultura y Globalización. Degregori y Portocarrero (editores). Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú. Lima. 4 PROTZEL, J. Ibid.
Fuente: Los Andes. Perú