Lenguas diversas, luchas comunes
Por Mayte Greco Sanabria y Raquel Lucas Espinosa
Es curioso que hasta que no te acercas a esta realidad desconoces que es incorrecto, resulta molesto e incluso violento decir “sordomuda” o “lenguaje de signos”. Aunque antiguamente se pensaba que las personas sordas eran mudas y no podían desarrollar la capacidad de articular palabras, ya hoy sabemos que esto es una falacia, como tantas otras que minan nuestras realidades. A pesar de ello, es habitual que se sigan utilizando estos términos. Del mismo modo, decir “lenguaje de signos” significa no otorgar la categoría de lengua a las lenguas de signos, ya que lenguaje es la capacidad que tenemos para comunicarnos, mientras que lengua es la consecuencia, y se compone de normas y reglas gramaticales definidas, algo que se viene reivindicando desde hace años en la comunidad sorda y que aún no se ha incorporado a nuestras cotidianidades.
Desde la lengua dominante, la lengua oral, hemos intentado superar la tradicional invisibilización de las personas sordas, pero lo hemos hecho olvidando lo más importante: hacerlos accesibles a su lengua natural, la lengua de signos
El reconocimiento oficial de las lenguas de signos se recoge en la Ley 27/2007, de 23 de octubre. Sin embargo, a día de hoy y tras recién cumplidos seis años de su aprobación, continuamos luchando contra las mismas barreras de comunicación que vulneran nuestros derechos más fundamentales, como el acceso a una educación, a la cultura o a una consulta sanitaria.
Desde la lengua dominante, la lengua oral, hemos articulado discursos y prácticas reivindicativas desde la interseccionalidad de la diversidad funcional, el género y otras categorías, intentando superar la tradicional invisibilización de este segmento de población, pero ¡ojo! lo hemos hecho olvidando lo más importante: hacerlos accesibles a su lengua natural, la lengua de signos. Si la teoría es inaccesible para las Personas Sordas, ¿qué ocurre con la práctica y en el sentido inverso? ¿Y cómo se traduce esto en situaciones de vulnerabilidad y de violencia para las Personas Sordas?
Un ejemplo. De lo invisible a las violencias
Una mujer sorda no tiene garantizada, por ejemplo, la accesibilidad en algo tan cotidiano como para una mujer oyente puede ser la visita a Ginecología en el servicio sanitario público. La primera barrera que se encuentra es que no hay intérpretes de lenguas de signos en el propio centro, por lo que la mujer deberá solicitar una intérprete a la Asociación de Personas Sordas de su localidad o alguna cercana, porque quizás en su localidad no exista tal Asociación. Con el panorama que vivimos de recortes, las intérpretes de lenguas de signos son un bien escaso, repercutiendo tanto en la calidad de la asistencia como en la cobertura total de las necesidades. Si no es posible conseguir un servicio de interpretación, se recurre a las redes personales y familiares, que en algunos casos son signantes pero en la mayoría no lo son. Como consecuencia, esto tiene un efecto de sobreprotección e infantilización; la mujer no entiende el mensaje en su totalidad y tampoco es escuchada. A veces, se viven situaciones vergonzosas y humillantes. Otras veces, hay que recurrir a menores, a hijos e hijas oyentes, para interpretar situaciones del mundo adulto.
El proceso de socialización de género de las Personas Sordas
Una situación vivida en la práctica de nuestras intervenciones formativas con la comunidad sorda, ocurrió durante el transcurso de un taller sobre autoestima para mujeres sordas jóvenes y adultas. A priori, pensamos que el objetivo principal sería cómo desarrollar la autoestima… pero ellas no habían escuchado nunca ese concepto y no sabían aplicarlo. Entonces, retrocedimos en sus vidas para saber cómo habían sido tratadas de pequeñas y detectamos que existían carencias muy importantes en su educación afectivo-sexual: desconocimiento de procesos biológicos y sociales que no habían sido explicados en su lengua, generando lagunas de significado en torno a la menstruación, el orgasmo o el embarazo.
Son muchos los factores que influyen en el proceso de socialización de una Persona Sorda: si su entorno familiar-social conoce la lengua de signos o no, la edad de aparición de la sordera, el género de socialización y si recibe una educación oralista (sin ningún contacto con la lengua de signos) o bilingüe (lengua de signos y otra lengua oral). Pero si hay algo en común con todos estos perfiles que surgen a partir de la combinación de unos factores u otros es la influencia de las imágenes en la interpretación del mundo, porque su canal de interacción es visual.
Desde pequeñas, las Personas Sordas interiorizan los estereotipos y roles de género que están presentes en los medios visuales (películas subtituladas, Internet, anuncios publicitarios, revistas, libros…) pero se encuentran con otra barrera más: ¿cómo acceder a combatir el patriarcado desde la identidad de mujer sorda, persona trans, etc.? Y hallamos dos problemas. El primero, hay escasez de herramientas adaptadas a su lengua, para identificar desde sí mismas, desde una perspectiva de género. El segundo, también escasean herramientas adaptadas para llevar a cabo acciones de prevención y sensibilización desde una perspectiva de género y feminista.
Y aunque se elabore material desde su contexto como Persona Sorda, que esta producción de contenido salga de la comunidad sorda es vital para instaurarse en otros contextos de producción feminista y de género, equiparando las lenguas orales y las lenguas de signos como principio de integración y herramienta de lucha contra las opresiones. Y aquí reside la responsabilidad de librarnos de los privilegios de la lengua oral en pro de la inclusión de las Personas Sordas.
Líneas estratégicas de micro-acción
Desde nuestra experiencia, nos percatamos de que una de las líneas estratégicas de micro-acción consiste en incluir la perspectiva de género en las lenguas de signos, sensibilizando a profesionales y estudiantes a través de acciones formativas. En el transcurso de esas acciones formativas, hemos detectado la necesidad de contar con material que adapte a las lenguas de signos todos esos conceptos que trabajamos. En la mayoría de las ocasiones, hay que explicar el significado de un concepto en lengua de signos, ya que no hay un signo específico que lo contemple. Nos ha ocurrido, por ejemplo, con conceptos como sororidad, empoderamiento o pansexual. También queremos que nuestras compañeras sordas nos acompañen a todos los eventos feministas que celebramos, garantizándoles la plena accesibilidad mediante la presencia de intérpretes de lengua de signos y que intérpretes y compañeras sordas tengan la posibilidad de formarse en género.
Nuestra propuesta estriba fundamentalmente en construir herramientas que reconozcan lo excluyente del lenguaje en relación a la diversidad funcional y el género, uniendo fuerzas entre colectivos y tejiendo estrategias de acción accesibles e integradoras para personas con lenguas diversas pero luchas comunes.
*Persona Sorda (en mayúsculas): Se refiere a aquella persona que utiliza la Lengua de Signos como modo de comunicación primario y se considera perteneciente a un grupo específico de personas (la Comunidad Sorda) con las que comparte valores, experiencias, cultura. La sordera no es pues el único rasgo común entre ellas. Persona sorda (en minúsculas): Aquella persona con deficiencia auditiva que no se identifica con la Comunidad Sorda y que participa en la cultura y en la comunidad mayoritaria (la cultura oyente). Su forma de comunicación es a través del lenguaje oral con mayor o menor competencia en su uso y expresión verbal de acuerdo a sus condiciones posibilidades y rehabilitación.
**Mayte Greco Sanabria y Raquel Lucas Espinosa pertenecen a AEGI-Asociación de Estudios de Género para la Igualdad. Facebook (AEGI Cádiz) y twitter (@AEGICadiz). Cursos de formación en: www.aegi-cadiz.es
Fuente: Pikara Magazine