Inmigración, educación y lengua propia
¿Cómo se aprende una lengua? ¿Qué implicaciones tiene para las familias que migran? ¿Cómo es el proceso de adquisición del lenguaje en la escuela de niñas y niños migrantes? Éstas son las preguntas a las que trata de responder este artículo, escrito por Ignasi Vila, catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Girona.
Si se pregunta a las personas que nunca han pensado cómo se aprende una lengua cómo creen que ello ocurre acostumbran a formular teorías semejantes a la idea de que el lenguaje crece de la misma manera que a los pájaros les crecen las alas. Sin embargo, el proceso de adquisición del lenguaje es mucho más complejo y no depende exclusivamente de mecanismos innatos. Desde una concepción que prima el lenguaje como instrumento para regular y controlar los intercambios sociales, aprender una lengua implica aprender a usarla y ello sólo es posible desde la interacción social, de modo que quienes ya saben usarla enseñen a hacerlo a quienes no saben. Este planteamiento significa que el aprendizaje de una lenguaje está directamente relacionado con el deseo de querer usarla, lo cual significa actitudes positivas hacia ella y motivación para actuar con quienes la usan.
En el caso de las personas que migran, es importante plantearse ¿hasta qué punto estas personas tienen cosas que decir o están interesadas en reconocer aquello que se les dice? En otras palabras, la posibilidad de que estas personas se incorporen al lenguaje no es únicamente el resultado de determinadas técnicas, de una didáctica específica, etc., sino sobre todo del deseo de participar activamente en las relaciones sociales del país de acogida. Ello implica autoestima y una buena autoimagen en el sentido de poder aportar y consensuar cosas en la sociedad de acogida. No obstante, poca autoestima puede existir si socialmente priman actitudes llenas de estereotipos y prejuicios hacia las familias inmigrantes, que invocan la carencia y el déficit para definir sus características.