Padres, hijos y League of Legends
A primeros de noviembre se celebró en Berlín la gran final de League of Legends. Millones de adolescentes de todo el mundo siguieron en directo el combate más esperado del año, el que enfrentó a los equipos coreanos ‘SK Telecom T1’ y ‘KOO Tigers’.
La mayoría de ellos lo hizo desde casa vía streaming —en anteriores ediciones se alcanzaron los 32 millones de espectadores—, pero otros muchos acudiendo a las «MegaQuedadas» que se organizaron en cines de algunas ciudades como Barcelona o Madrid.
Este título competitivo y de estrategia es, con mucha diferencia, el videojuego más popular que existe actualmente entre los más jóvenes, pero al mismo tiempo también es el mejor ejemplo de lo infranqueable que a veces puede ser para los padres entender y compartir la afición de sus hijos.
«League of Legends puede ser una herramienta fantástica para los padres —afirma Héctor Fuster, psicólogo especializado en trastornos relacionados con las nuevas tecnologías— ya que permite comprobar la capacidad que tiene el jugador para gestionar su frustración, es decir, su capacidad de ganar y perder». En su libro Nuestros hijos y sus videojuegos (ed. STAR-T Magazine Books, 2015), Fuster analiza las oportunidades educativas que este título y otros muchos pueden ofrecer a aquellos padres que estén dispuestos coger el mando de la consola para algo más que esconderlo de su hijo.
Las limitaciones del código por edades PEGI —que según Fuster «ha quedado obsoleto»—, las investigaciones científicas que prueban los beneficios de los videojuegos en el cerebro —como la dirigida por la neuróloga Daphne Bavelier—, o esos temas cuyo desconocimiento aún hoy siguen estigmatizando a este medio —como son la violencia y la adicción— protagonizan los capítulos de este libro cuyo principal objetivo es ofrecer a los padres claves para analizar la idoneidad de un juego para sus hijos.
Uno de los aciertos del libro es que ilustra con ejemplos concretos aquellos conceptos que el autor quiere explicar. En esta selección caben desde The Walking Dead hasta Minecraft , y todo ello sin olvidar títulos tan polémicos como Grand Theft Auto. En referencia es este último, Fuster —que también es profesor de psicología en el grado universitario de creación de videojuegos ENTI de la Universitat de Barcelona— opina que hay que «intentar controlar al máximo posible a qué contenidos acceden los más pequeños», algo que no quiere decir que no puedan jugar a juegos como éste «siempre que sea en compañía de un adulto y valorando si ese niño es suficientemente maduro como para jugarlo».
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