«Necesitamos una educación intercultural»
Si bien en los últimos años nuevas voces han contribuido a descascarar el sólido mito de la nación blanca y europea, en el imaginario argentino aún predomina la idea de una ascendencia que excluye indígenas y afroamericanos. Así lo cree Daniel Mato, director del programa Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina, de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref), y se ocupa de aclarar que al menos el 2,5 por ciento de la población de Argentina se reconoce como indígena.
Mato –economista egresado de la UBA, largamente exiliado en Venezuela– se ha dedicado a indagar las diferentes formas que adquiere el cruce de pueblos originarios y educación superior en la región y es autor de amplia bibliografía sobre el tema. En diálogo con Página/12, afirma que si bien las experiencias interculturales han ido multiplicándose, todavía no son tantas ni tan ambiciosas. En particular, considera que Argentina está especialmente retrasada en este aspecto, aunque destaca avances como la multiplicación de las universidades públicas y el ingreso del problema del territorio a la discusión universitaria.
¿Qué tipos de experiencias de educación superiory pueblos indígenas existen hoy en América latina?
Existe un panorama bastante diverso y por eso trabajé en la elaboración de una tipología. De lo que hay, lo menos ambicioso son programas de inclusión de individuos: incluyen personas que pertenecen a comunidades indígenas o afrodescendientes en universidades convencionales mediante cupos especiales, becas, acompañamiento y apoyo psicosocial o académico. Se los suele criticar porque algunos dicen que se los acultura o que se los aparta de sus comunidades, pero una parte importante de ellos se gradúan y cumplen funciones importantes para las comunidades. Hay, después, un montón de proyectos impulsados por docentes universitarios, cátedras y estudiantes que, aprovechando fondos de investigación o extensión, salimos a trabajar con comunidades de pueblos indígenas urbanas o rurales. Luego hay en algunas universidades cátedras libres. Eso es lo que tenemos en Argentina; no tenemos nada de lo que viene a continuación, que son, por un lado, programas especiales en el marco de universidades convencionales para formación de grupos de personas indígenas. De esto en Brasil hay 21. En Argentina, ninguno. Luego hay otra modalidad, de las más promisorias, que son las alianzas o coejecuciones entre universidades y organizaciones indígenas o afro. En Perú hay dos y en Colombia hay tres. Luego tenemos lo que yo llamo instituciones interculturales, que es lo más ambicioso. Aalgunas de ellas cabe llamarlas universidades indígenas, porque han sido creadas y son gestionadas por comunidades indígenas, que expiden títulos que en general no son reconocidos por el Estado. Las llamo interculturales porque incluyen conocimientos y personas de varios pueblos indígenas, así como no indígenas.
¿Qué experiencias hay de este último tipo en Latinoamérica?
El único lugar en el cual universidades creadas por iniciativa de liderazgos indígenas o afro –en este caso combinados– lograron convertirse en universidades nacionales es Nicaragua. Ahí conviven cinco pueblos indígenas y descendientes afro de habla creole y existen dos universidades muy interesantes: una es la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense, la otra es Bluefields Indian and Caribbean University. Son universidades que participan de lo que en Argentina sería el Consejo Interuniversitario Nacional y reciben una porción del presupuesto público. En Ecuador, el equivalente de la Coneau argentina cerró hace dos años una universidad de este tipo, Amawtay Wasi, porque no pasó la evaluación, cuando queda claro que el único modo que tienen de cumplir con esas exigencias es dejando de ser lo que son. En México se crearon en el 2004, desde el Estado, un conjunto de universidades llamadas interculturales. Actualmente hay 18 en distintos estados. Es un experimento interesante, se ha consultado con las organizaciones indígenas al crearlas, pero no participan de su gestión. Tiene un presupuesto más pobre que las otras universidades y además no tienen autonomía, entonces están permanentemente expuestas al forcejeo político.
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