Herramientas para abandonar la calle
Al pie de las colinas Ngong, donde Karen Blixen, la autora de Memorias de África, tuvo su granja, se levanta hoy el barrio de Karen, uno de los más lujosos de Nairobi. Hacia él lleva la ronda sur, una nueva circunvalación de la capital de Kenia. Al salir de ella hay que girar a la izquierda; sin embargo, si el conductor tuerce a la derecha, tras cruzar por debajo de la autovía, se encontrará con un cartel gigante que le invita a disfrutar de una Tusker, la cerveza más popular del país, bien fría. Entonces sabrá que se encuentra en el mercado de Dagoretti, donde se concentra la mayoría de los mataderos que suplen a Nairobi de carne.
La vista se pierde en una inmensidad de chabolas construidas con todo tipo de materiales. Una infinidad de puestos callejeros, donde se venden todo tipo de mercancías, delimitan unas calles sin asfaltar llenas de basura y de niños. En medio de ese caos despuntan enormes edificios de hormigón, son iglesias pertenecientes a todas las denominaciones cristianas imaginables.
Dagoretti es uno de los muchos suburbios o slums de Nairobi y padece todas las carencias y males de esos barrios. Uno de ellos es el de los niños de la calle o en riesgo de exclusión social ya que la situación económica de sus progenitores no da para satisfacer sus necesidades básicas.
John, de 12 años, es uno de ellos y quiere saber si en Europa la policía pega a los niños que duermen en la calle, como le sucede a él de vez en cuando. Recostado en un pupitre, cubierto con gorro de lana y con los ojos medio cerrados, espera la respuesta. Sus compañeros levantan las cabezas de los bancos y le miran, alguno coge un libro y lo abre, otros vuelven a su posición anterior. Un par de ellos duermen en uno de los rincones de la sala, tirados en el suelo.
“Estos chicos son los últimos incorporados al programa, están empezando, todavía duermen en la calle y siguen usando pegamento para drogarse”, comenta Nancy Siraga, directora del Dagoretti Child in Need Project (Proyecto para niños necesitados de Dagoretti) que Amref Health Africa implementa desde 2001.
Varios trabajadores sociales utilizan el fútbol y el cine para atraer a los niños de la calle y empezar un diálogo con ellos que les convenza para unirse al programa. Las primeras semanas son de adaptación al centro hasta que poco a poco van dando los pasos que les alejen de las calles. Reciben comida y algo de ropa y empiezan a hablar con los trabajadores sociales y psicólogos, pero por la tarde vuelven a las calles. Nadie duerme en el centro. John y sus amigos están en esta primera fase.
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