La frágil antorcha de la Primavera Árabe
Las canciones revolucionarias suenan de nuevo en las principales avenidas de la capital tunecina pero esta vez envuelven una atmósfera llena de sueños cumplidos y promesas aún en el aire. Túnez cumple este jueves cinco años desde el fin de la dictadura de Zin el Abidin Ben Ali. El periodo de cambio que se abrió en el mundo árabe se precipitó un 14 de enero de 2011, cuando tras semanas de manifestaciones en este pequeño país mediterráneo, el presidente Ben Ali fue obligado a abandonar el ‘trono’ que había ocupado durante casi 25 años. Pocos días después, las calles de la capital respiraban libertad, en las librerías se exponían las obras censuradas por la dictadura y de los cañones de las tanquetas del ejército apostadas frente al Ministerio del Interior -símbolo de la represión- brotaban claveles rojos. Hoy, este lustro de cambios trae bajo el brazo un balance lleno de claroscuros, aunque no faltan las celebraciones oficiales.
«Tras la caída de Ben Ali, la vida era bella, todo iba bien, soñábamos con construir Túnez, había libertad de expresión y lo más importante: habíamos roto la barrera del miedo«, recuerda Lina Ben Mhenni, una de las activistas más prominentes de la revolución y autora del blog ‘A Tunisian girl‘. Cinco años después, Ben Mhenni dibuja un panorama menos ilusionante. «El sistema de Ben Ali sigue ahí aunque él ya no esté. Túnez es un nuevo Estado policial. La situación económica es peor que antes, con el terrorismo destruyendo el turismo y el desempleo rampante. La calidad de vida se ha degradado y la conflictividad social se ha disparado, hay huelgas todos los días», destaca. «Mi balance es negativo: los objetivos de la revolución no han sido realizados», concluye.
Ridha Tlili, hispanista y profesor de Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad de Túnez, atribuye a la revolución un gran cambio social: «No hay silencio, no hay miedo de hablar o criticar. La gente piensa que puede sobrevivir sin el Estado y sin los partidos. Antes, eso no ocurría y es bueno porque ahora saben que para salir de esta crisis tienen que empezar con una iniciativa personal«.
La revolución tunecina abanderó los principios de libertad, igualdad y dignidad. Una sociedad civil activa y con experiencia de militancia fue el caldo de cultivo para que en este país triunfara el sueño democrático. La cultura del consenso que adoptaron los principales partidos políticos -entre ellos, los islamistas moderados de En Nahda- hizo posible eliminar los palos en las ruedas que estuvieron a punto de hacer descarrilar el proceso. El mayor logro del Túnez democrático fue la nueva Constitución aprobada en 2014, considerada como la más avanzada del mundo árabe. Ese mismo año, las elecciones legislativas y presidenciales trajeron la alternancia al poder, reafirmando la idea de que no hay vuelta atrás en esta transición.
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