Adolescentes sirias cogen las cámaras para contar su vida en un campo de refugiados
Cuando Laura Doggett llegó al campo de refugiados Zaa’tari, en Jordania, habían pasado por allí 3.500 periodistas. Viajaba al segundo campo de refugiados más grande del mundo para desarrollar un proyecto de recogida de testimonios de la población refugiada, pero hizo lo contrario: en lugar de recolectarlos desde fuera, decidió conseguir que las propias refugiadas escogiesen cómo querían contarse al mundo.
El primer paso era enseñarles la técnica. Entonces, comenzaron los talleres. Durante tres meses, Doggett y la artista jordana Tasneem Toghoj mantuvieron encuentros semanales con un grupo de chicas de entre 14 y 18 años. Las sesiones del taller comenzaron con ejercicios para romper el hielo. «Las chicas llegaban al taller y estaban heladas, casi no se movían», cuenta Doggett. «Lo importante era crear un espacio seguro, que supieran que podían sentirse en confianza. Empezamos con ejercicios de movimiento, y de ahí pasamos a trabajar la creatividad».
Son los retratos de una vida diaria en la que la cámara representa una excepción en sus vidas de «barrer, rezar, cocinar», como dice una de ellas. O «acostarse, levantarse, acostarse», como describe otra de las jóvenes. Rafif, Walaa, Marah, Khaldiya, Raghad, Mona y Bushra son conscientes del poder que tienen con una cámara en las manos, y lo ejercen: «No me gusta hablar de mí. Pero me gusta grabar», dice Bushra. «La gente tiene que saber lo que está pasando», añade Walaa.
Los siete cortos creados por las jóvenes sobre su día a día en el campo de Za’atari se estrenaron en el Festival de Cine Documental de Navarra Punto de Vista. No hay ingenuidad en las películas de esas siete mujeres sirias. Algunos elementos se repiten en muchos de los cortometrajes: la cámara hacia arriba enfoca la luna, los niños que corren por las calles, las sombras proyectadas sobre las paredes y sobre todo eso: la vida observada desde una puerta, o desde una ventana, únicos sitios donde estas mujeres pueden estar en libertad, sin necesitar la compañía de otra persona.
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