Educación y guetos en León
Una de las características de la realidad es que es muy terca. Y, por mucho que nos empeñemos en políticas de avestruz y silbemos mirando al tendido, lo cierto es que al final la realidad tiene una tendencia inigualable a la permanencia. Esto, en esencia, es lo que le ha ocurrido a la Consejería de Educación al constatar, por fin, 29 años después de llegar al poder, que en esta comunidad, en esta provincia y en esta ciudad hay guetos educativos.
Ha sido el propio consejero de educación quien se ha caído del caballo tras aceptar que un centro como la Puebla de Ponferrada con 32 alumnos , todos ellos de etnia gitana, es un gueto en el sentido dado por la RAE. Algunos lo denunciamos hace muchos años, cuando aún en el centro convivían una diversidad de alumnos , y la Consejería se empeñó en concentrar en el citado colegio no sólo a todo el alumnado gitano, sino también buena parte de la inmigración sobrevenida que llegaba a la ciudad en aquellos tiempos de bonanza y economía de Champions League. Conclusión primera: un gueto no nace, se hace. Y la Administración los ha consentido, propiciado y consolidado desde hace décadas.
Seguramente en la asunción de la realidad que ha alcanzado a la Consejería de Educación ha tenido mucho que ver el informe que el procurador del Común de la Junta de Castilla y León emitió el pasado 17 de febrero sobre la concentración de alumnos de etnia gitana en León, a propósito de una denuncia que le llegó sobre el Colegio Público La Puebla de Ponferrada.
En dicho informe se dice literalmente que, aunque la escolarización de la etnia gitana en las últimas dos décadas es casi total «también ha evidenciado algunos problemas de la política educativa en este ámbito, ya que se está colaborando, cuando no legitimando, una diferenciación social que lleva implícito el reconocimiento de una discriminación y el mantenimiento de unos prejuicios contra los gitanos en particular (y contra los pobres en general) que hace imposible el mandato constitucional de igualdad de oportunidades. Y es que el doble sistema educativo (público/privado o concertado) colabora, consolida y a menudo legitima la diferenciación social, ya que los datos disponibles confirman la realidad de la inexistencia de menores gitanos en la escuela privada y muy pocos en la concertada»
No es fácil ser más certero en el análisis. En román paladino, los privilegios que disfruta la escuela concertada, la selección del alumnado por la vía económica y social, y las limitaciones rayanas en la ilegalidad que opone a la matrícula en sus centros de este alumnado, explican la discriminación que sufren estos alumnos concentrados en guetos educativos, poco visibles, y apenas audibles para la conciencia social.
Con todo, la Puebla no es un caso único. Y en la propia ciudad de León se podrían apuntar demasiados casos de esta vergüenza escolar y social. Cualquier profesor de la enseñanza pública puede decir en qué centros de la provincia su trabajo es más difícil. Y es que, aunque la derecha de este país se empeñe en obviarlo, lo cierto es que las circunstancias socio-económicas influyen en el rendimiento académico y en los resultados escolares.
Tu origen social, tu dominio del idioma, las expectativas que tengan tus padres sobre ti, los trabajos que desempeñen las personas más cercanas a tu hogar, tus posibilidades económicas para superar las dificultades que te encuentres durante la escolaridad, el acceso y la promoción de la cultura literaria y artística, y otras muchas marcan de un modo determinante el destino de muchos de nuestros alumnos.
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