Soy español y soy negro
Nayr Macedo es una joven politóloga española de pelo largo, rizado y rojo. Viste con minifalda y medias, apenas lleva maquillaje y tiene una mirada penetrante. Habla con determinación. Es como cualquier otra chica de 22 años, pero muchos intentan hacerla sentir diferente por un motivo: su madre es africana. “Nosotros en ningún momento decidimos que éramos negros, amarillos o azules”, dice. “Son los otros los que me dicen que soy negro”, asiente a su lado Rubén H. Bermúdez.
Nayr, Moha, Paula y Rubén son cuatro jóvenes negros. “Vete a tu puto país”, “No alquilo pisos a gente como tú”, “¿Al ducharte destiñes?”, “¿Es tu madre o tu niñera?”, “Identificación”, “Ven conmigo, te doy diez euros”, “No puedes entrar”, “Tus primos son unos monos”. Estas frases las han escuchado a lo largo de la vida y en repetidas ocasiones. Pertenecen a la comunidad afrodescendiente española. Una pequeña parte de los 300 millones de descendientes de africanos que fueron trasladados como esclavos a América, Asia o Europa. En España no hay un censo oficial.
Paula Prudencia Napi Collins, estudiante de Gestión y Administración Pública, de 20 años, es un ejemplo de las consecuencias del colonialismo. Sus padres nacieron cuando Guinea Ecuatorial era española: “Yo me di cuenta de que era negra al llegar a España”. “El hecho de ser negro, te hace vivir una realidad distinta a la realidad sociocultural española”, cuenta Moha Gerehou, periodista de 24 años y presidente de SOS Racismo Madrid. Pese haber nacido en España, ha tenido que enfrentarse en numerosas ocasiones a la discriminación.
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