Escuelas de segunda oportunidad, flexibilidad y cercanía para recuperar al alumnado expulsado
“Lo fundamental es acercarse de manera personal. Notan un apoyo que no han visto en sus casas ni en toda su trayectoria educativa. Si les das un voto de confianza crece su autoestima. No llegas a la primera ni a la segunda, pero trabajando logras que un chico que estaba en la calle o que supuestamente no vale para estudiar siga en el sistema educativo, consiga un trabajo o busque en lo que le gusta. Antes tenía un horizonte desdibujado. Ahora lo ve un poco más claro”, relata Soraya Chapinal, maestra desde hace nueve años de la Unidad para la Formación e Inserción Laboral (UFIL) Puerta Bonita de Madrid.
Como en esta comunidad, donde funciona una decena de UFIL, en otras existen iniciativas de este tipo, dependientes de las consejerías de Educación, para tratar de captar a los desenganchados del sistema. Tienen distintos nombres según se ubiquen en Navarra, Cantabria, Aragón, Cataluña, la Comunidad Valenciana, Murcia o Extremadura -talleres profesionales, programas de formación e inserción, programas formativos de cualificación básica, programas formativos profesionales…- pero todas podrían englobarse, en esencia, en la etiqueta escuelas de segunda oportunidad o E2O.
Realidad poliédrica
El término aglutina a centros públicos y gestionados por entidades del tercer sector, de formación reglada o no, dependientes de Educación o de Empleo… pero todos comparten el colectivo vulnerable con el que trabajan. Chicos y chicas de 15 a 29 años que conforman el 19,4% de abandono educativo temprano, que no han logrado la cualificación que es, en la UE, hoy, el mínimo exigible para librarse de la exclusión social y laboral: Bachillerato, FP de Grado Medio o equivalente.
Muchos, además, integran el pelotón del fracaso escolar, de los que se quedaron por el camino en la ESO, una etapa en la que la tasa de repetición ronda el 10% cada curso y en la que solo el 62,5% de los alumnos llega a 4º con la edad que debería. Son los chicos y chicas de los que no habla el informe PISA porque a los 15 años ya han desertado.
Roberto García, director pedagógico de Peñascal Kooperatiba, con siete centros en el País Vasco y Navarra que atienden a 1.328 alumnos entre Programas Complementarios de Escolarización, FP Básica, Grado Medio y Enseñanza para Adultos, destaca alguna característica más: “La mayoría son chicos (80%), con una situación socio familiar compleja e inestabilidad económica, problemas de adaptación social (se refleja en un mayor porcentaje respecto a la media de denuncias o medidas judiciales) y un nivel de cualificación nulo o insuficiente, que les aboca a puestos de trabajo en los que no les pidan nada, que cada vez son menos”.
En la UE se calcula que estos empleos, que en 2000 suponían el 31%, en 2020 pasarán a ser el 16%. Mientras, en el País Vasco, ya a día de hoy solo hay un 12% de contrataciones con estudios inferiores a la secundaria postobligatoria, según un estudio de la confederación empresarial vasca.
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