Javier Bauluz: Europa se juega los derechos humanos ante un nuevo fascismo
No hace falta hacer uno o varios viajes con refugiados para empatizar con ellos, pero sí tener la suficiente sensibilidad como para ver que son madres y padres como nosotros, personas que se emocionan con la ternura y con el miedo mientras buscan un lugar seguro para sus hijos, para ellos, para vivir.
Así lo ve y lo muestra el fotoperiodista Javier Bauluz, el primer español en ganar un Premio Pulitzer, al dar voz a los refugiados a través de las imágenes que ilustran el proyecto «Acampa» estos días en A Coruña, donde explica en una entrevista con Efe que «ahora mismo lo que se está jugando ya no es que el problema de los refugiados, esto ya se ha convertido en nuestro problema».
«¿Qué Europa queremos, la Europa de los derechos humanos o la Europa de un nuevo fascismo?», se pregunta Bauluz antes de advertir sobre esta «nueva clase de fascismo que no respeta los derechos humanos y practica el odio al otro».
Bauluz (Oviedo, 1960), asturiano de madre coruñesa, lleva veintiún años trabajando en temas de inmigración y estos últimos dieciocho meses los ha dedicado al proyecto «Buscando un lugar seguro para mis hijos» sobre el éxodo de los refugiados desde Grecia, Macedonia, Serbia, Hungría, Austria y Alemania, para continuar en Francia, Holanda o Luxemburgo, y el Mediterráneo.
Con este proyecto participa, junto a otros seis fotógrafos, entre ellos Ricardo García Vilanova («Guerra en Siria») y Juan Medina («El Estrecho»), en «Acampa por la paz», una acción simbólica con una perspectiva multidisciplinar que aúna fotografía, música y arte para dar a conocer cómo es un campamento de refugiados y remover conciencias ante el drama que viven estas personas.
«Buscan un lugar seguro para que no los maten, no los bombardeen, no les corten la cabeza, todo eso que pasa en Siria o Irak o en otros lugares. Lo enfoqué en ellos porque la cámara y el ojo se me iban solo hacia eso, porque me parecía que era una forma de comprender realmente para quien ve las fotografías quiénes son estas personas», comenta el fotógrafo.
Pero sobre todo, a lo que aspiraba era a mostrar a los refugiados como personas, como seres humanos, porque esa es la única forma de que produzcan empatía. Es la reacción de una persona normal, dice, «que no viene con su cabeza comida ni con odio», cuando ve a un padre abrazando a su hijo llorando justo un minuto después de salvar la vida por no haberse hundido su barca como las de otros.
Es, en definitiva, la mejor medicina contra la xenofobia, contra el odio ciego producido por falsas ideas e informaciones, es no caer en las campañas del miedo.
Con su cámara quiere combatir «esta mala información y manipulación mediática y política que se lleva haciendo desde el 1 de enero de 2016, cuando esa empatía que se produjo con los refugiados al principio se convirtió en xenofobia con esos titulares que ponían ‘Todas las mujeres de Colonia fueron violadas ayer por refugiados'».
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