Solo el 15% de los hijos de inmigrantes viven mejor que sus padres
Son inmigrantes por obligación, porque, a diferencia de sus padres, ellos no eligieron salir de sus países en busca de una vida mejor. Ellos ya nacieron aquí, o llegaron muy pequeños. Y pese a eso, muchos siguen sintiéndose extranjeros. La segunda generación de inmigrantes es el foco sobre el que hoy se concentran las políticas migratorias y de integración de la mayoría de países occidentales. Que la célula yihadista que atentó en Barcelona y Cambrils la formaran chavales de esta segunda generación, en teoría adaptados al día a día de cualquier joven de Ripoll, obliga como mínimo a interrogarse sobre qué se está haciendo mal.
«Pasada la gran oleada de los años 90 y de la primera década de los 2000, en la que lo más urgente fue dar una acogida a los recién llegados, ahora el gran reto es trabajar con esta segunda generación», subraya Consol Prados, que fue concejala de asuntos sociales en el Ayuntamiento de Mataró, uno de los que primero puso en marcha en Catalunya acciones para la integración de los niños de las reagrupaciones familiares. Posteriormente, durante unos meses del 2006, Prados fue también secretaria de Immigració de la Generalitat.
Catalunya, cuya población aumentó en un 20% en 12 años solo por la llegada de extranjeros, «todavía tiene margen de mejora en lo que a integración se refiere», admite el ahora secretario de Secretaria d’Igualtat, Migracions i Ciutadania, Oriol Amorós. ¿Dónde hay que insistir? En la educación y en la igualdad de oportunidades o ascensor social (o movilidad social), que son la llave del «éxito del proceso migratorio«, señala Amorós. «Las primeras generaciones de inmigrantes sufrieron situaciones muy duras, durísimas, pero las aceptaban porque habían sido ellos quienes habían tomado la decisión de emigrar», reflexiona Amorós. «¿Pero qué pasa con sus hijos, que no escogieron venir? Tristemente, es cierto que a menudo aún se les excluye, a pesar de que son personas competentes, capacitadas para moverse en las dos culturas, la de origen y la de acogida», indica el secretario de Migracions, que cita algunas excepciones (la de la escritora Najat el Hachmi o la de la activista Miriam Hatibi, por ejemplo).
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