Aprendizaje entre iguales. Capital social para el aula
Frecuentemente confundimos atención a la diversidad con atender a una parte de los alumnos: los que denominamos en argot docente «con necesidades educativas específicas o especiales». Y es que atención a la diversidad es un concepto contradictorio en sí mismo.
Veamos:
Todas las necesidades de aprendizaje son especiales o específicas, porque son individuales, son «las de cada cual». Y toda la atención en la escuela es atención a la diversidad, porque diversos somos todos.
Entonces, atender a la diversidad es una expresión redundante, pues educar siempre debe ser atender a la diversidad. O sea, educar es incluir. La educación o es inclusiva o no es educación.
Aprender juntos
A menudo se dice que el aprendizaje cooperativo es uno de los mejores recursos para hacer efectiva la inclusión educativa. Se le otorga esta responsabilidad porque, bien aplicado, no sólo reconoce las diversidad en las aulas, sino que la toma como un recurso más para aprender, pues aprovecha la diferencia y la pone en positivo: la diversidad como oportunidad para la creatividad; lo diferente como lanzadera del desarrollo del pensamiento crítico.
No pasan desapercibidas las dificultades para la introducción en las aulas de la cooperación como recurso para aprender. Joan Rué identifica las barreras en cuatro elementos culturales:
- Una organización del aprendizaje desde una cultura dominada por el taylorismo, donde la división por parcelas y departamentos hace incompatible la idea de trabajos en cooperación.
- La competitividad y el individualismo que la escuela enseña como currículum oculto.
- La escasa formación del profesorado respecto al tema cooperativo.
- Una actitud profesional poco resiliente y un poco ingenua a la hora de su puesta en marcha.
Leer el artículo de José Blas García completo en su blog.