Profesores a dedo y presiones para inflar notas: la otra cara del bachillerato ‘excelente’
Summa in primis. Una placa con el lema en latín preside el despacho del director del IES San Mateo, un instituto del centro de Madrid en el que Esperanza Aguirre puso en marcha hace seis años su Bachillerato de Excelencia. Fue una iniciativa pionera en España que experimentaba agrupando los alumnos con mejores notas y que presumía de contar con los mejores profesores de la región para ofrecer una enseñanza “de la máxima excelencia”.
Traducido como Lo excelente ante todo o Lo mejor para los primeros, el lema del San Mateo sirvió durante años para publicitar el modelo de enseñanza del Gobierno de Aguirre, primero, y de Ignacio González, después. Un laboratorio de genios que el Ministerio de Educación, entonces en manos del PSOE, tildó de experiencia “segregadora”.
Mientras Telemadrid mostraba un modélico centro de élite en decenas de reportajes y coberturas de visitas oficiales, la realidad era otra. A los profesores nunca los escogió la “comisión interuniversitaria de expertos” que se prometió, sino que eran contratados y despedidos a dedo. Y los resultados de los alumnos en la Selectividad han resultado no ser tan excelentes pese a las presiones a los docentes para inflar las notas.
Aguirre y su entonces consejera de Educación, Lucía Figar, fueron quienes escogieron al que aún hoy es el director del San Mateo, Horacio Silvestre, un catedrático de Latín que nunca antes había ejercido labores de dirección. “A mí me encontraron”, explica él en su despacho. La solidez del proyecto se basaba en la creación de esa comisión de expertos que debía “asesorar en temas académicos y seleccionar la totalidad del claustro de profesores”, según publicitó entonces la Comunidad. La presidía Jon Juaristi y estaba compuesta por siete reconocidos especialistas universitarios. “Nos reunimos solo una vez”, reconoce ahora el director. “No funcionó”.
Leer el resto del artículo en El País.