Cómo abordar la salud mental de los refugiados
En los años ochenta, el psicólogo social español Ignacio Martín-Baró ya describió los efectos de la traumatización de masas en El Salvador. La violencia deshumaniza a quienes la sufren o presencian, denigrando los valores que sustentaban la convivencia de la comunidad. Martín-Baró —mucho más reconocido fuera que dentro de España— apuntaba que, además de una rehabilitación individual, es necesaria la reconstrucción de los vínculos del afectado con la sociedad. De otro modo, el trauma social se traslada de generación en generación, gestando fractura social y desarraigo.
«El efecto del postrauma es intrapsíquico, familiar, transgeneracional, social, físico y económico», resume Boris Drozek, psiquiatra afincado en Holanda y una autoridad en la atención a refugiados. En su intervención en una conferencia celebrada en Serbia a finales de septiembre, Drozek ha defendido el desarrollo de una psiquiatría intercultural, alejada del modelo médico tradicional. «Deja que el paciente sea tu guía», aconseja a los clínicos, en alusión a la necesidad de indagar para interpretar el significado cultural del síntoma. Defiende que herramientas fundamentales como el respeto, la confianza y la sensación de seguridad en el entorno deben acompañar siempre la intervención.
Considerar la dimensión cultural de la persona se ha demostrado imprescindible en la rehabilitación. Yvette Aiello es una entusiasta psicóloga clínica australiana que ha desarrollado en el Servicio para el tratamiento y rehabilitación de la tortura y el trauma (Startts) de Sidney un modelo grupal para rehabilitar a mujeres tamiles víctimas de la violencia política y sexual desde un enfoque puramente ecológico. Después de estudiar con detalle la cultura de esta minoría de Sri Lanka, ha adaptado modelos de intervención de la psicoterapia grupal a estas mujeres, pertenecientes a una cultura eminentemente gregaria. Explica cómo la psicoeducación puede realizarse con metáforas propias de conceptos culturales de su tradición oral y cómo compartiendo historias se pueden construir narrativas de su cultura que integran necesidades de obtener seguridad y confort, que son el primer paso de todo proceso psicoterapéutico.
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