Para vivir mejor: más Platón y menos Mr. Wonderful
Ha conseguido poner de acuerdo a 200.000 personas y eso es mucho más de lo que puede presumir el PP catalán. Se define como ateo, marxista pero ante todo maestro. Lleva 23 años tratando de explicar por qué la filosofía es importante. Compitiendo contra WhatsApp y YouTube para atraer la atención de los adolescentes, proponiéndoles a esos milenials –de los que creemos saberlo todo– que piensen. Más aún, que repiensen, que sean capaces de cuestionarse a sí mismos.
Y sin embargo son los adultos, los quinientos adultos que hoy se sientan en el Congreso de los Diputados, los más duros de mollera. Enrique P. Mesa es profesor de ESO y Bachillerato en un instituto del madrileño barrio de Villaverde. También es presidente de la Asociación de Profesores de Filosofía de Madrid y acaba de llevar 200.000 firmas al Congreso para salvar a esta asignatura de la ignominia.
En 2013, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) supuso el mayor recorte vivido hasta ahora en los estudios de filosofía. De las tres asignaturas obligatorias que se impartían en Secundaria y Bachillerato (Ética de 4º de la ESO, Filosofía General de 1º de Bachillerato e Historia de la Filosofía de 2º de Bachillerato) solo dejaron una. A golpe de mayoría absoluta, los diputados del PP dejaron a esta ciencia al borde de su extinción y ni siquiera les hizo falta cicuta.
Para el entonces ministro de Educación, José Ignacio Wert, la filosofía –al igual que la música o la educación plástica– no eran más que asignaturas «que distraen», que nos quitan tiempo para estudiar lo que de verdad nos hace hombres y mujeres de provecho, que no nos dejan centrarnos en lo importante: los informes PISA. Con el tiempo se ha demostrado que, con o sin filosofía, seguimos en el vagón cola de las calificaciones europeas.
«Todas las materias enseñan a pensar, pero filosofía es la única que enseña a repensar. Es la única absolutamente crítica, en la que nada es indiscutible. La filosofía nos enseña a argumentar nuestras ideas, a cuestionarlo todo, a distanciarnos de nuestras propias creencias. Y eso en la adolescencia es fundamental», defiende con pasión este profesor que, con apenas trece años, ya le robaba los libros de filosofía a su hermano mayor.
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