Carta a Soufian Hnin y a Mamadou Barry
“Que injustos son ciertos sujetos privilegiados (¿por qué habremos de recatarnos de llamarlos glotones?) y la mayoría de las instituciones de nuestra sociedad, que exigen florezca el orden allí donde nunca se ha sembrado, o donde al contrario se ha sembrado desorden; qué guadaña tan igual para tan desiguales parcelas. Cuántas veces los más intolerantes son precisamente los responsables económico-político-sociales, de un caos que luego conviene reprimir porque en su momento no ha convenido remediar. Qué diligentes, por ejemplo, para exigir hasta compostura a los jóvenes e indiferentes respecto a su caótico marco social. Y qué derroche de propaganda para esconder tanto engaño.”
Enrique Mtz. Reguera «»Cachorros de Nadie» (2010:43)
Hola Soufian y Mamadou,
No me conocéis, dejadme que me presente. Me llamo Ainhoa. La gente de confianza me llama Ainho o Douhaibi, que es mi apellido paterno. No es fácil explicar por qué he decidido escribiros una carta pública, pero creo que tiene que ver con intentar evitar que la rabia generada por todo lo que os ha pasado, lo nuble todo; con que el odio que siembran en estos días algunas voces del aparato de poder del Estado y otros sujetos con incontinencia verborreica, no consigan arrancarnos agencia contestataria desde el lugar donde nosotras decidamos; con que no nos arrebaten la alegría y la humildad rebelde con la que intentamos seguir en una lucha llena de violencias cotidianas. Porque sabemos que ya es bastante difícil que esas violencias no las hagamos nuestras. Poneros a vosotros en el centro, de alguna manera, ayuda en ese ejercicio de equilibrio.
Me acuerdo hace unos años que me pidieron escribir una reseña de un librito que venía en formato epistolar titulado La mancha de la raza, carta a un niño rumano que escribía Marco Aimé. Se trataba de varias cartas dirigidas a un niño llamado Dragan, que bien podrían estar dirigidas también a vosotros. Seguro que os parecieran interesantes. En ella –entre otras cosas- decía el escritor: “No es el racista el que me asusta, Dragan, son los otros los que dan miedo. Todos aquellos que saben, ven y callan. Los cómplices silenciosos”.
El silencio es propenso en las fronteras. Aunque en estos días de ruido mediático parezca que no, se callan más cosas de las que se dicen. El olvido también es propenso. En el Estado español esto se sabe. Si ya es difícil reclamar la memoria de los desaparecidos de sus guerras internas, nos podemos imaginar lo que cuesta asumir la responsabilidad de la desaparición y la muerte del nos-otros. En Europa sucede igual. La amnesia selectiva hace que se recuerde el holocausto judío como el episodio trágico universal por excelencia. Sin embargo, otro Aimé de apellido Césaire, en un ejercicio de reparación de memoria histórica ya se ocupó de dejarnos escrito en 1955, que el “delito” que se le imputaba a Hitler en realidad, era haber aplicado al hombre blanco europeo, “métodos de violencia y muerte reservados a priori para los árabes de Argelia, los coolies de India o los negros de África”. Esto también lo demuestra la amnesia selectiva de los historiadores comunes cuando obvian el genocidio gitano Porrajmos en el episodio del holocausto.
Me acabo de acordar de Yaguine Koita y Fodé Tounkara. Vosotros aun no habíais nacido; estos chavales tenían 14 y 15 años cuando las políticas fronterizas les arrebataron la vida al tener que viajar como polizones en el tren de aterrizaje de un avión que viajaba a Europa. Era 1999 y traían consigo una carta que nunca llegaron a poder leer: “A las excelencias, señores miembros y responsables de Europa. Tenemos el honorable placer y la gran confianza de escribirles esta carta y hablarles del objetivo de nuestro viaje (…) les suplicamos muy, muy fuertemente que nos excusen por atrevernos a escribirles esta carta a ustedes, los grandes personajes a quien debemos mucho respeto”.
A estos señores a los que dirigieron su carta, sabemos bien que jamás les hubiera importado. Sabemos que jamás reconocerían que sus políticas migratorias ni sus relaciones económicas con el país de Yaguine y Fodé pudieran ser causa de sus muertes. Lo sabemos porque nos lo recuerda lo que ha venido sucediendo en la(s) Frontera(s) Sur desde entonces y en estas últimas semanas.
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