Un día en la escuela del bosque
«Mira, es una bola con humo». Un crío ataviado con botas de agua y anorak señala al suelo. Hay una pelota de la que sale vapor y al lado, un caballo manso con cara de alivio y culpabilidad. Efectivamente, el animal acaba de defecar y el resultado de su tracto intestinal congrega a varios niños que miran asombrados. «El humo es por la diferencia térmica», explica una profesora. Los niños asienten, comprenden y siguen su camino por la Dehesa Boyal de Cerceda, el municipio madrileño donde se ubica Bosquescuela, el único centro al aire libre homologado para ejercer la educación infantil de España.
Fundado hace tres años por el educador alemán Philip Bruchner, el proyecto bebe de las escuelas en el bosque que han proliferado con éxito desde los años cincuenta en el norte y el centro de Europa. Aquí, en Cerceda, una veintena de niños de entre tres y seis años –la edad no obligatoria de escolarización– aprenden, juegan y crecen en un aula sin límites: la naturaleza. «Nos adaptamos a las necesidades e impulsos de los alumnos y al propio entorno», explica Jara Loira, una de las cuatro docentes. «Por ejemplo, un día unos buitres se posaron cerca de nosotros. Se interesaron tanto que nos acercamos a observarlos. A partir de ese suceso, empezamos a hablar de las aves», recuerda.
La anécdota resume la filosofía de Bosquescuela: servirse de todos los recursos pedagógicos que la tierra brinda y educar a los niños de una manera integral, autónoma y estimulante. Y teniendo en cuenta que, como dice la psicóloga y escritora Heike Freire, «la tarea de alfabetizar a la población de hace un siglo es hoy nuestra relación con la naturaleza», estos modelos alternativos son cada vez más demandados por parte de la población. También hablan de ello los especialistas: numerosos expertos y estudios atribuyen a esta enseñanza beneficios en el desarrollo cognitivo, social y físico de los niños, e informes como La situación del mundo, el último del Worldwatch Institute, alertan de los perjuicios de la falta de naturaleza en la infancia y reivindican una transformación ecológica de la educación.
Aula infinita
Estamos en enero y el animal del mes es el petirrojo. Los niños juegan al escondite inglés. El que cuenta lleva una capa roja y dice que es un pájaro. «Petirrojo, petirrojo, ¿adónde vas a volar?», le preguntan los otros. Y se van acercando con sigilo al pájaro cuando este se da la vuelta. Mientras, otros dos niños se desmarcan. Subidos a una roca trastean con el musgo.
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