Lumumba, fascistas y Diablos Rojos: el rompecabezas político de Bélgica 2018
Hace solo unas semanas, se inauguraba en el barrio africano de Bruselas, Matongé, una plaza dedicada a Patrice Lumumba. El revolucionario acabaría siendo asesinado por orden de la CIA solo un año después de convertirse en el primer Primer Ministro del Congo liberado de la metrópoli belga. El país aun no ha hecho las paces con su pasado colonialista.
También allí se está festejando el exitoso camino de Bélgica en Rusia’18. En la selección juega Romelu Lukaku, pero también Michy Batshuayi, Youri Tielemans, Dedryck Boyata y Vincent Kompany, todos de ascendencia congoleña. Recordemos las palabras de Lukaku: «Cuando las cosas iban bien, leía artículos en los periódicos que me llamaban ‘Romelu Lukaku, delantero belga’. Cuando no iban bien: ‘Romelu Lukaku, delantero belga de origen congoleño‘».
«El equipo es un reflejo de la realidad social belga, y el hecho de que sea la generación más talentosa seguro tiene un efecto en que la sociedad empezará a pensar diferente sobre la diversidad o la inmigración», asegura el profesor universitario de tv y cultura popular belga Jan Teurlings. «Pero tampoco hay que hacerse ilusiones -advierte-: cuando el éxito termina, ese mismo entusiasmo desaparece también».
Para Teurlings, «la sociedad belga seguirá siendo una sociedad racista, aun con símbolos positivos de diversidad». ¿Es la Bélgica de 2018 un remedo idealista de la Francia negra-blanca-magrebí del 98?
«Ya está pasando«, responde el belga. «Políticos ecologistas y socialistas lo han usado como ejemplo positivo. Periodistas de De Morgen, periódico de izquierda-liberal, también. No diría que se hace esto de manera idealista, es más un oportunismo fácil, porque ni los socialistas ni los ecologistas han podido hacer mucho contra la ola de racismo de las ultimas décadas, empezando con el Vlaams Belang en los noventa. En realidad, esos partidos de izquierda han adoptado mucho del discurso de la extrema derecha, y adoptar ahora el equipo nacional les deja en evidencia. Es un simbolismo fácil para esconder su fracaso político».
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