“El profesorado necesita competencias emocionales para poder gestionar su bienestar”
Los programas de educación emocional contribuyen a disminuir los comportamientos disruptivos en el aula a la vez que aumentan el rendimiento académico de los alumnos. Con todo, explica Rafael Bisquerra que son especialmente importantes para los mismos maestros, uno de los sectores profesionales con más bajas por ansiedad, estrés y depresión. ¿Se puede educar desde el malestar?, se pregunta Bisquerra.
A la hora de hablar de educación emocional, Rafael Bisquerra (Artà, Mallorca, 1949) es la gran referencia. Catedrático de Orientación Psicopedagógica de la Universitat de Barcelona, de la que hace 42 años que es profesor, Bisquerra explica que se empezó a interesar por el trabajo de las emociones a mediados de los años noventa, cuando “nadie hablaba de ello”. En 1997 impulsó el GROP (Grupo de Investigación en Orientación Psicopedagógica) en la UB, cuyo objetivo es la investigación y divulgación en educación emocional, y de aquí surgió en 2002 el Posgrado en Educación Emocional y Bienestar. Bisquerra es también autor de un montón de libros sobre la materia, y ha asesorado también a varios países de Latinoamérica. Actualmente desde el GROP se está impulsando una Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar.
Cuando habla con un maestro ¿qué le aconseja sobre educación emocional?
Nuestra función no es tanto dar consejos como sensibilizar, porque el profesorado sensibilizado está en predisposición para formarse y poner en la práctica programas de educación emocional. Por lo tanto, nuestro modelo sigue estas tres fases: sensibilización, formación y puesta en práctica de programas.
¿En qué consiste la sensibilización?
No se trata de imponer nada, sino de hacer una tarea indirecta para tomar conciencia de cuáles son las necesidades sociales que no están suficientemente atendidas en las áreas académicas. La educación en el siglo XX ha sido eminentemente cognitiva y centrada en la transmisión de conocimientos, lo que es muy importante, pero hay otros aspectos que también lo son y a los que no se ha dado la importancia que merecen. La educación emocional parte de un análisis de necesidades. En este análisis observamos que en nuestro entorno hay una prevalencia de ansiedad, estrés, depresión, comportamiento de riesgo, conductas violentas, embarazos no deseados… y toda una serie de comportamientos que son una manifestación del analfabetismo emocional. La prensa es un escaparate de este analfabetismo emocional, sólo hay que leerla.
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