Emilio LLedó. “Educar es crear libertad, dar posibilidad, hacer pensar
Guiar, conducir, sacar algo de alguien: así entiende el acto de educar. Para ello se requiere un cultivo intensivo del lenguaje, a través de la conversación o la lectura, que entiende es la única forma de afrontar el ruido mediático y la manipulación de la comunición, y de garantizar el tránsito de la información al conocimiento. Sus reflexiones, con una mirada crítica pero esperanzadora, son deudoras de la mejor tradición pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza y del Juan de Mairena machadiano, y de las tres preguntas clave de Kant contenidas en Crítica de la razón pura: “Qué puedo saber; qué debo hacer; y qué he de esperar”, en su búsqueda del perfeccionamiento del ser humano, el cual “no es nada más que lo que la educación hace de él”.
Lledó no puede obviar su posicionamiento en torno a los dos conceptos básicos que han ido conformando el sentido de la educación desde los tiempos más remotos y, en el caso que nos ocupa, desde la paideia griega: la libertad y la igualdad. “La libertad se aprende en la escuela: la libertad o la esclavitud”. Reivindica la lucidez del inconformismo para luchar contra los enemigos de la libertad: el dogmatismo, el fanatismo, la irracionalidad y la ignorancia. Una senda que conduce a la reflexión y deliberación liberadora y al aprendizaje de la verdad, de la bondad y de la belleza. Asimismo, se apoya en la libre elección -qué caminos tomamos y de cómo vamos adquiriendo nuestras propias ideas y criterios- y en el cultivo de la amistad y la convivencia. Porque la libertad tiene que ver con el pensar, con el decir, con el mirar, con el oír, con el juzgar, con el interpretar, con el sentir, con el experimentar, con el desear y con el amar. Con todo aquello que contribuye al crecimiento integral de la persona.
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