Sobre educación y estilos de vida
Crecientemente los sistemas educativos en diversas regiones del mundo fijan como prioridad formar en temas que se denominan transversales. Esto es, temas que son comunes a los diversos niveles educativos –desde cero a siempre–, requieren del trabajo integrado e interdisciplinar de diferentes áreas de conocimientos y de asignaturas, y son abordados en términos de desafíos vinculados a la vida diaria. Por ejemplo, la educación inclusiva, la formación ciudadana glo-local, los enfoques de género, la educación Steam (por sus siglas en inglés, Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemática) y los estilos de vida saludables, son algunos de los temas más recurrentes en propuestas educativas de punta. Por ejemplo, en Finlandia, la educación básica -grados 1 al 9, que equivale en Uruguay a educación primaria y media básica- promueve, entre otras siete competencias, cuidarse a sí mismo y administrar su propia vida. Esto supone desarrollar un rango amplio y variado de habilidades vinculadas a salud, protección y relaciones humanas, movilidad y transporte, desempeñarse en una vida crecientemente tecnológica, y manejar las finanzas personales y el consumo. En su conjunto, estas habilidades hacen a un estilo de vida sostenible (OIE-Unesco, Halinen, 2017).
En el “Libro Abierto: Propuestas para apoyar el acuerdo educativo” (www.eduy21.org), EDUY21 propone que en el marco de una educación unitaria, progresiva y compacta de 3 a 18 años, se promuevan en los estudiantes las competencias y los conocimientos vinculados al autocuidado, a la autonomía y a la responsabilidad. Esto implica, entre otras cosas, forjar capacidades que contribuyan a estilos de vida autónomos, solidarios, saludables y sostenibles. Veamos cada uno de estos atributos. En primer lugar, la autonomía tiene esencialmente que ver con las capacidades, las oportunidades y los espacios que disponen las personas y los ciudadanos para liderar y administrar sus propias vidas. Autonomía no implica aislamiento ni individualismo exacerbado sino tener un espacio propio, de intimidad, donde uno pueda encontrarse con uno mismo para sentirse a gusto y a partir de ese encuentro, poder generar empatía con los demás.
La autonomía implica, en efecto, hacer uso pleno de la libertad inherente a nuestra condición de seres humanos. Pensar críticamente sin ataduras y condicionamientos severos, dar rienda suelta a la creatividad y al ingenio, cuestionar las falsedades y mantenerse atento y con capacidad de respuesta frente a las manipulaciones, son algunos de los atributos de la autonomía. Asimismo, entraña poder planificar y proyectar la vida diaria y futura en su vocación, carrera y trabajo, así como desempeñarse en la sociedad con iniciativa y espíritu emprendedor. Sin una capacidad hacedora autónoma, difícilmente las personas podrán responder a desafíos laborales que implican crecientemente tener iniciativa, así como capacidad de proponer, plasmar y evidenciar lo que cada uno puede aportar en el desempeño de tareas cognitivas no rutinarias. Esto es, tareas que no puedan ser realizadas por los robots.
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