Cómo hacer ciudades para la infancia: ¿Y si cambiamos «prohibido jugar a la pelota» por «juega respetando»?
Pequeñas áreas infantiles valladas, calles tomadas por coches e iniciativas privadas, pocos espacios verdes y de sombra, la idea de que la calle es un lugar peligroso… Sin duda, las ciudades de hoy parecen «más bien hostiles» hacia niños y niñas, como dice Irene García Rubio, de la cooperativa feminista Pandora Mirabilia. Sin embargo, ONG, iniciativas locales, colectivos, investigadores y los propios niños y niñas tratan de repensar la ciudad como un espacio más amable para la infancia y, por ende (en esto coinciden todos), para toda la sociedad.
«El predominio del coche en las ciudades ha contribuido a determinar el alejamiento de las personas del espacio público, haciendo perder a la ciudad su papel de encuentro e intercambio social. La fragmentación y peligrosidad del ambiente urbano impiden al niño la posibilidad de vivir experiencias fundamentales para su desarrollo cognitivo, emotivo y social». Esta es la visión que de los entornos urbanos actuales transmite el proyecto La città dei bambini (La ciudad de los niños), capitaneado por el psicopedagogo Francesco Tonucci.
Pandora Mirabilia realizó una investigación sobre el espacio urbano y la infancia que las llevó desde el barrio madrileño de Arganzuela hasta Pontevedra, Barcelona y Finlandia. Irene García Rubio, coordinadora del proyecto, afirma que «la mayoría de nuestras ciudades no son amables para la infancia, sino más bien hostiles para los niños pero también para la mayoría de las personas que no se muevan en coche: calles llenas de tráfico que resultan inseguras, plazas duras sin sombra ni espacios para descansar, un espacio público cada vez más privatizado por franquicias, terrazas, etc… La presencia de niñas y niños en muchos espacios públicos se ve como una anomalía, como algo molesto. Hace unas décadas niñas y niños se criaban y jugaban en las calles, ahora se les ha recluido en el espacio privado de los hogares o en lo que llamamos con sorna ‘espacios protegidos para la infancia’ como parques o ludotecas».
O incluso, cabe añadir, zonas infantiles de los centros comerciales, convenientemente dirigidas por monitoras y monitores. De hecho, Imma Marín en un artículo del Observatorio del Juego, que «ante la falta de espacios de juego al aire libre hemos encerrado a los niños en casa o les hemos fabricado entornos artificiales de juego motor (happy-park o similares)».
También crítico con el urbanismo actual se muestra Gerber Helleman, geógrafo urbano que ha diseñado un modelo para aumentar la jugabilidad de las ciudades: «Las ciudades demasiado a menudo no se diseñan con la dimensión humana en mente, así que mucho menos con la dimensión de los niños». Y esto supone un problema porque «en los últimos años el juego de los niños en espacios exteriores ha disminuido. Por razones de salud y de pedagogía es importante que estimulemos el juego al aire libre. Para conseguirlo, necesitamos un nuevo enfoque sobre espacios públicos para niños. Y no se trata de coger de un catálogo equipamiento de juego infantil, sino de ampliar el foco para conseguir ciudades jugables».
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