El derecho de las niñas a soñar
La desigualdad arranca en la cuna, en la mirada divisiva de los adultos: ¿niño o niña?, en lugar de pensar en personas con un enorme potencial de crecimiento. El vídeo anterior pertenece a un proyecto de la empresa que fabrica las barbies, un icono del mundo de las princesitas. Más allá de si se trata de una argucia comercial para no quedarse fuera del movimiento global del 8M, lo que importa es el contenido. Su mensaje de fondo es certero y demoledor. En los primeros años se inoculan los roles que generan la desigualdad y alimentan el machismo. Dice una de las niñas del vídeo que un chico tiene tres veces más probabilidades de recibir un juguete relacionado con la ciencia que una chica.
Algo tan simple como la elección de los primeros regalos, que se realiza de manera automática, sin pensar en su posible impacto, contiene una de las claves del desarrollo. No solo por el efecto que puedan tener en un receptor desprotegido, sino como muestra de cuál es la actitud de los padres en la educación. La primera brecha está en la familia.
Educar no es adiestrar, someter o imponer. No es gritar ni pegar ni minusvalorar. Educar es guiar, una ayuda para crecer en libertad y desarrollar las posibilidades de cada ser humano.
No es la primera vez que acudo a vídeos de charlas de Ken Robinson, experto mundial en educación. Su manera de enfocar, su uso constante del humor, para conducirte, casi por sorpresa, a la esencia, resulta cautivador. Esta se titula “La escuela mata la creatividad” y contiene algunas de las respuestas que buscamos.
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