La forense que trata de poner nombre a los inmigrantes ahogados en su viaje a Europa
Había nacido en Malí hace 14 años y era un buen estudiante. No contaba con un visado que le permitiera entrar en Europa, pero estaba convencido de que su mejor salvoconducto iba a ser su boletín de notas. Cuando los europeos comprobaran cuánto se había esforzado en matemáticas y lo bien que se le daba la física, tal vez le dejaran quedarse con ellos y emprender una nueva vida en el Viejo Continente. Un sueño lejos de la miseria de casa. Para evitar perder el expediente durante los más de 3.000 kilómetros que le quedaban de viaje o que se lo robaran los ladrones y traficantes, el muchacho lo escondió en un bolsillo secreto que cosió a su chaqueta. Ahí permanecería hasta que llegara la hora de sacarlo a la luz con cierto orgullo delante de un funcionario encargado de inmigración. Le haría ver que él era un chico trabajador y serio, digno de que se fiaran de él y de que le dieran una oportunidad en la tierra de los ricos.
No fue ningún policía quien encontró el boletín. Lo halló la médico forense y antropóloga italiana Cristina Cattaneo cuando, con su equipo del Laboratorio de Antropología y Odontología Forense de Milán (Labanof), realizó las autopsias a los inmigrantes que fallecieron en la barcaza naufragada el 18 de abril de 2015 en el Canal de Sicilia. Más de mil personas murieron en aquel desastre. Es una estimación según el testimonio de los supervivientes, pero nunca se sabrá el número real de desaparecidos. Entre los 528 cuerpos sin vida que Cattaneo y sus colaboradores examinaron cuando las autoridades italianas consiguieron sacar del agua la barcaza naufragada, estaba el del adolescente de Malí.
«Aquel día todos nos quedamos impresionados por un cadáver en particular. Se notaba que pesaba menos que el resto. Cuando abrimos el saco mortuorio vimos que se trataba de un cuerpo cuyas articulaciones casi se habían convertido ya en un esqueleto. Estaba vestido con chaqueta, chaleco, camisa y pantalones vaqueros», cuenta la forense en ‘Naufraghi senza volto. Dare un nome alle vittime del Mediterraneo’ (Naúfragos sin rostro. Dar un nombre a las víctimas del Mediterráneo), el libro recién publicado en Italia por Raffaello Cortina Editore.
La antropóloga cuenta en el volumen el trabajo que lleva desarrollando desde 2013 para tratar de recuperar la identidad de los inmigrantes y refugiados ahogados en el Canal de Sicilia y dar así una dignidad a los muertos. Es una labor de investigación científica y documental en la que tienen tanta importancia los restos humanos como los objetos y documentos que encuentran con los fallecidos. Hay dinero, auriculares, carnés de la biblioteca o que acreditan como donante de sangre, teléfonos, fotografías de novias o esposas… Incluso un boletín de notas, como el de aquel chico de Malí que supieron que tenía unos 14 años gracias al desarrollo de sus huesos.
«Empezamos a desvestirlo. Mientras palpaba la chaqueta, sentí algo duro y cuadrado. Lo cortamos desde dentro para recuperarlo sin dañarlo. Me encontré entre las manos con un pequeño haz de papeles con varios estratos. Traté de separarlos sin que se rompieran y luego leí: ‘Boletín escolar’. En una columna, con las palabras un poco descoloridas, estaba escrito: matemáticas, ciencias físicas…». La forense se quedó tan sorprendida como los otros miembros del equipo al darse cuenta de que tenían frente a ellos el expediente, escrito en francés y en árabe, de un muchacho de educación secundaria. «Pensamos todos lo mismo, estoy segura: ¿qué expectativas tenía este joven adolescente de Malí para esconder con tanto cuidado un documento precioso para su futuro, que mostraba sus esfuerzos, su capacidad de estudio? ¿Pensaba que le habría abierto quién sabe qué puerta de una escuela italiana o europea?». De aquella ilusión sólo quedaba un cuerpo sin vida y un puñado de papeles descoloridos por el agua del Mediterráneo.
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