La epopeya de Ousman: el niño que llegó a España en patera y hoy tiene dos carreras y una ONG
Ousman Umar no sabe con seguridad en qué año nació. Ni en qué mes. Pero no tiene la más mínima duda de que llegó al mundo un martes. En la tribu de Fiaso, en la zona central de Ghana, donde fue alumbrado, no se da importancia al año o al mes en que se nace, pero sí al día de la semana.
Lo que Ousman también sabe muy bien es lo que le ha costado llegar a ser quien es, el enorme sufrimiento por el que ha pasado hasta conseguir llegar a Europa y convertirse en el hombre que es hoy.
Con 13 añitos cruzó el Sahara a pie y vio morir deshidratados a la inmensa mayoría de sus compañeros de travesía.
Con 16, vio cómo se ahogaba su mejor amigo al hundirse la patera con la que trataba de llegar a Europa.
Con 17 años llegó a Barcelona sin conocer una palabra de castellano, sin saber ni leer ni escribir. Sin dinero, sin amigos, sin nada.
Durmió durante varios meses tirado en la calle. Hasta que una familia de Barcelona lo acogió.
Hoy Ousman tiene una madre, un padre y tres hermanos adoptivos en Barcelona, dos carreras universitarias, un máster, una ONG, un premio de la ONU, fotos con el Papa Francisco y un libro de 222 páginas titulado Viaje al país de los blancos (Plaza y Janés) en el que narra las desventuras por las que ha pasado a lo largo de su vida.
Pero que nadie se deje llevar por los estereotipos y piense que tuvo una infancia desgraciada: «Para nada. Tenía una vida sencilla pero feliz».
Caminaba siete kilómetros cada día para ir a la escuela, pero eso no era un problema: «Todos los niños lo hacíamos y nos lo pasábamos pipa. A la vuelta, si nos entraba hambre, comíamos mangos o lo que encontrábamos. Tengo muy buenos recuerdos. Además había que caminar para todo, no sólo para ir a la escuela: para ir a trabajar al campo, para ir a por agua, para todo».
Un día presenció algo increíble, algo que le marcó. «Vi volar un avión en el cielo. Me contaron que dentro iban hombres blancos y empecé a preguntarme quién era el hombre blanco y cómo conseguía hacer volar un avión. Yo hacía mis propios juguetes y no podía entender por qué los aviones volaban y mis juguetes no».
Fue esa curiosidad la que, con nueve años, le llevó a trasladarse a Techiman, la ciudad más cercana a su aldea, para aprender chapistería y soldadura. Y luego a Acra, la capital de Ghana, donde vio la tele por primera vez. «Era un partido de Champions en el que jugaba el Barcelona. Fue así cómo me enteré de que existía un país llamado España y un equipo llamado Barça».
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