Mejor educación, para abatir la pobreza
Sin mejorar la educación, tanto en términos de calidad como de mayor inclusión social, será difícil mejorar el nivel de vida de nuestra población de una manera sostenible, ya que la educación es clave para poder generar empleos con mejores salarios en este siglo XXI.
El desafío que enfrentamos es claro, ya que los cambios tecnológicos se aceleran en todo el mundo y sus resultados ya están a la vista. Son muchas las naciones donde, año a año, se están eliminando empleos no calificados y aumentando la demanda por trabajadores con mayor escolarización.
El avance económico de una nación hoy no depende principalmente de la existencia de abundantes recursos naturales, sino del nivel de calificación de su fuerza laboral. La educación inclusiva y de calidad no solo ayuda a abatir la pobreza sino también a potenciar el crecimiento económico.
El nivel y la calidad de la educación son determinantes básicos de la productividad y del ingreso laboral; tanto de los pobres como de todos los que dependen de su trabajo para subsistir, pero para los primeros la educación tiene el valor de la escasez. Sin educación para todos, la justicia social es solo una ilusión. Es evidente que la educación es un factor importante tanto desde el punto de vista económico como social.
La situación de los hogares y sus ingresos guarda una relación estrecha con las condiciones imperantes en el mercado de trabajo; la gran mayoría de los pobres son desocupados o tienen trabajos precarios y poco calificados, y son justamente los que carecen de un buen nivel educativo.
Es así como la creciente segmentación del mercado laboral en función del nivel educativo va generando, con el correr del tiempo, núcleos duros de desocupados con aquellos que no se actualizaron en los conocimientos más modernos y los que no tienen un nivel de educación básica que sea suficiente.
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