La alianza de latinos y afroamericanos que Estados Unidos necesita
El presidente Donald Trump ya no usa tanto su podio para hablar del muro que hace cuatro años prometió erigir a lo largo de la frontera sur. No está prometiendo proteger a ciudadanos y ciudadanas estadounidenses de hordas de violadores entrando sin autorización al país desde México.
En esta campaña electoral, Trump lo usa para advertir a las mujeres blancas de los suburbios que solo él puede protegerlas de los negros pobres que quieren mudarse cerca de su casa. Enfoca su ira contra los jóvenes que se han volcado a la calle en las principales ciudades del país para protestar contra el racismo inherente en aparatos de seguridad pública que día sí, día no, matan a otro afroamericano desarmado.
Pero, en esencia, la propuesta del presidente Trump a sus más fieles seguidores no ha cambiado desde 2016: está prometiendo protegerlos del cambio demográfico que amenaza el poder que detentan los blancos desde el nacimiento de la nación. El enemigo es hispano o negro, musulmán. Da igual. El enemigo es el futuro mismo, ese momento en unos 25 años cuando grupos “minoritarios” sumarán más de la mitad de la población de Estados Unidos.
La división del mundo que propone el presidente entre un “nosotros” blanco y un “ellos” de color ha sido efectiva para movilizar decenas de millones de votos. Sin embargo, no es del todo convincente porque fuera de las pesadillas de los seguidores de Trump, esa coalición de color que tanto temen no existe.
La estrategia del presidente plantea, de hecho, una pregunta crucial para las comunidades negras e hispanas: ¿Existe el espacio común para construir una visión conjunta de nación? ¿Puede emerger una alianza de los oprimidos? Lo que queda claro es que esa coalición no se va a construir sola.
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