Manifiesto por una educación transformadora y emancipadora. 25 principios y propuestas
Este documento es una continuidad del “Manifiesto por otra educación en tiempo de crisis” publicado la pasada primavera, cuando vivíamos momentos de excepcionalidad e incertidumbre tras el confinamiento y el retorno parcial a las aulas. Como en aquella ocasión se hacen públicos intenciones y propósitos considerados de interés general para el cambio y la mejora de la educación con el propósito de someterlas a la reflexión, crítica y debate público.
Hoy, tras un inicio de curso complicado, que ha requerido un gran esfuerzo por parte de la comunidad educativa, parece que la situación se va normalizando dentro de esta anormalidad pandémica. Pero no queremos que esta crisis e incertidumbre legitime una normalidad pedagógica y escolar cuestionada desde hace tiempo. Las crisis son oportunidades para revisar el sentido de lo que se hace y para abrir nuevas ventanas de posibilidades para renovar y transformar la educación. No las desaprovechemos, porque el miedo y la falta de reflexión son los mejores aliados de la involución educativa. Nuestro manifiesto, más allá de las urgencias del día a día, que por supuesto hay que atender, trata de ir más allá de esta coyuntura actual, del presentismo, para plantear otras urgencias de futuro igualmente necesarias. Para alzar el vuelo del debate y para pensar otra educación que abra caminos hacia la esperanza, hacia la utopía.
- La educación como proyecto humanizador. Porque es sensible a los conflictos sociales, desigualdades, injusticias, emergencias climáticas y desafíos de la humanidad. Pone el énfasis en valores como la solidaridad, el apoyo mutuo y la cooperación, y en la sensibilización y cumplimiento escrupuloso de los derechos humanos y sociales. Frente al consumo insaciable contrapone un consumo responsable y progresivamente decreciente. Frente a la competencia por el éxito individual busca la solución colectiva de los problemas cotidianos. Y frente a la indiferencia ante el sufrimiento humano activa la empatía y la compasión. Sin perder nunca el horizonte de la transformación educativa y la emancipación social.
- El derecho a la educación de todas y todos. Que hace posible su acceso en los distintos tramos del sistema educativo con la misma oferta de calidad y el logro de éxito para todos y todas mediante las medidas y ayudas necesarias. Por ello hay que evitar los guetos y la segregación escolar que se generan dentro de la escuela privada y también dentro de la red pública y en ciertos modos de funcionamiento de esta red. El gran reto es lograr que se garantice la equidad, hacia la que se avanza no a través de una carrera competitiva sino de una cooperación inclusiva.
- La escuela inclusiva e incluida. Atiende la más amplia diversidad del alumnado en un mismo espacio, evitando cualquier tipo de discriminación en función de la clase social, la etnia y cultura, el género o la diversidad funcional. En este sentido cabría plantear el avance en un proceso gradual de superación del actual modelo dual de centros de educación especial y centros ordinarios y de otras modalidades externas de escolarización en la red pública, incorporando los profesionales y recursos de esos centros para asegurar que el reconocimiento de la diversidad no derive en desigualdad. Es importante atender la mirada del sujeto para ver cómo vive y se beneficia de la inclusión.
- La escuela pública comunitaria como servicio esencial. Protege y enriquece el bien común, así como el sentido democrático y comunitario. En consecuencia, evita cualquier medida o proceso de privatización. Garantiza el pluralismo democrático y para ello se dota de mecanismos de diálogo, participación y control. El derecho a la elección de centro —una falacia que encubre la preferencia de selección— no hace más que reproducir la diferenciación y segregación social. La mejor opción es la escuela pública de proximidad, estrechamente vinculada a su comunidad local.
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