¿Seguiremos terminando la ESO sin conocer la Evolución o la Tectónica de Placas?
La ciencia se construye sobre teorías. En el lenguaje cotidiano, utilizamos la palabra ‘teoría’ para referirnos a una ‘especulación’, una ‘conjetura’, en definitiva, algo para lo que no tenemos pruebas y que no nos permite hacer predicciones. Sin embargo, el significado de ‘teoría’ en ciencia es diametralmente opuesto. Una teoría científica es una explicación contrastada de algún aspecto del mundo que nos rodea basada en pruebas, en hipótesis que se han comprobado con éxito una y otra vez (y, por tanto, se consideran hechos). Además, una teoría científica nos permite hacer predicciones y validarlas. Construimos teorías y modelos para, en definitiva, comprender y explicar cuanto nos rodea.
Prácticamente a todo el mundo le suena que la materia está hecha de átomos, y que estos se unen de distintas maneras entre sí para formar todo lo que vemos (también lo que no vemos, como la materia del aire). Esta es una de las principales conclusiones de la teoría atómica. También estamos familiarizados con la gravedad, esa fuerza que hace que dos partículas se atraigan, y que depende de la masa de ambas y de la distancia entre ellas. Esto, muy resumidamente, es gran parte de la teoría gravitacional (físicos y físicas, tengan clemencia).
Ambas, la atómica y la gravitacional, son teorías en el sentido científico del término, es decir, están basadas en pruebas, en hipótesis comprobadas y validadas, en leyes naturales. Son teorías y son hechos a la vez, entendiendo ‘hecho’ como una hipótesis que se ha comprobado tantas veces, de tantas maneras diferentes, que podemos considerarla cierta. Ambas nos permiten hacer predicciones: cómo generar o romper una molécula sabiendo cuánta energía necesita o desprende ese proceso, cómo un objeto caerá al suelo o cómo orbitan los planetas alrededor del Sol. Nos permiten explicar el mundo. La teoría atómica constituye la base de la Química, y la teoría gravitacional es también uno de los cimientos de la Física. Se consideran el conocimiento fundamental, más básico, que cualquier ciudadano o ciudadana debería tener sobre Física y Química, parte de esa ‘cultura científica’¹ básica que intentan transmitir docentes de ciencias y también, en otros foros, divulgadores y divulgadoras.
Respecto a la Biología y la Geología, hay otras dos teorías que constituyen su base, sus cimientos. Son, respectivamente, la teoría de la evolución y la teoría de la tectónica de placas. La primera describe cómo la vida en la Tierra ha evolucionado a lo largo de miles de millones de años, dando lugar a la increíble biodiversidad que vemos en nuestro planeta (pese a nuestros intensos esfuerzos por reducirla). La segunda describe cómo se formaron las grandes cordilleras, cómo se han movido los continentes o cómo se producen terremotos como los que mantuvieron varias noches en vilo a Granada hace muy poco. Por tanto, es razonable pensar que estas dos teorías deberían tener, al menos, el mismo estatus que las teorías atómica y gravitacional como conocimiento que cualquier ciudadano o ciudadana debería tener, como parte imprescindible de esa ‘cultura científica’.
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